El 16 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Alimentación, fecha surgida para concientizar sobre el problema alimentario y la importancia de la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Celebramos lo que nunca debería faltar: la comida.
Evitar el desperdicio de alimentos es ayudar a reducir el hambre de muchísimos chicos que necesitan comer bien para asegurar su desarrollo. En esta Argentina que nos duele, seis de cada diez niños dependen de un comedor para alimentarse. No sin vergüenza debemos señalar que esta realidad que nos interpela contrasta con que en nuestro país desperdiciamos unas 16 millones de toneladas de alimentos al año. Podríamos imaginar cuántos podrían alimentarse adecuadamente si revirtiéramos o simplemente redujéramos este impresionante volumen.
Desde su nacimiento en el año 2000, el Banco de Alimentos Buenos Aires es una institución señera en la materia. Día tras día trabaja ininterrumpidamente junto a más de 1200 comedores y merenderos, hogares de ancianos, apoyos escolares y centros de rehabilitación de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Recuperar alimentos que de todas formas perderían su valor y transformarlos en saludables platos de comida es un desafío que solo se sostiene gracias a la generosidad de quienes donan tiempo y alimentos. Los alimentos recibidos salieron del circuito comercial por envases en mal estado o por proximidad a la fecha del vencimiento, por ejemplo, pero están perfectamente aptos para el consumo. Empresas, supermercados, mayoristas, productores agropecuarios y personas individuales donan lo que los más de 7 mil voluntarios -individuales, escolares y corporativos- habrán de clasificar y almacenar para su posterior distribución.
Solo en 2024, a través de 1280 organizaciones asistidas, beneficiaron a más de 360 mil personas, en un 60% niños y adolescentes, y recuperaron 6.700.000 kilos entre alimentos y productos de higiene y limpieza, un aumento importante respecto del año anterior a partir de la mudanza al nuevo Centro de Distribución Benavídez, que cuenta con 2900 m2, dos cámaras de frío de 400 m2 y un playón de maniobras de 3800 m2.
El foco no está puesto solo en aumentar la cantidad de alimentos por distribuir, sino también en optimizar su calidad nutricional. Este año, el Banco celebra haber mejorado en un 65% el valor nutricional de los alimentos entregados. Los más necesarios serán siempre primordialmente leche, aceite, azúcar, fideos y arroz, junto con productos perecederos como carnes, frutas y verduras.
Muchos son los que, reconociendo gozar del privilegio de contar con un plato de comida, reafirman su deseo de ayudar a sus hermanos menos favorecidos. Nuestra contribución permite transformar la solidaridad en platos llenos de alimentos y aumentar el impacto de la valiosa tarea que lleva adelante el Banco de Alimentos. Por menos hambre y más futuro, acerquemos nuestra donación.
