Durante años, Izabela Oquendo llevó lo que muchos considerarían una vida ideal en Estados Unidos: tenía una casa grade, autos nuevos, un matrimonio estable y un trabajo exitoso en Connecticut. Sin embargo, detrás de esa apariencia de bienestar, ella y su esposo sentían que les faltaba algo. La rutina, el estrés y la desconexión con sus afectos los empujaron a dar un giro radical: vender todo y empezar de cero en España.
De la “vida perfecta” en Connecticut al deseo de empezar de nuevo fuera de Estados Unidos
Izabela le contó a Business Insider que, por mucho tiempo, ella y su esposo creyeron que habían logrado una estabilidad laboral, económica y familiar que podría resumirse como una “vida genial”. Ella era contadora y su pareja trabajaba como inspector de viviendas en Connecticut, lo que les permitía disfrutar de un buen pasar económico y ser “prósperos”.

“Teníamos muchos factores externos que definían el éxito, como dos autos nuevos en la entrada y una hermosa casa de dos pisos de 180 metros cuadrados que dedicamos mucho tiempo a renovar para que quedara perfecta”, relató.
A pesar de ello, no se sentían plenos. “Desde fuera, parecía que lo teníamos todo bajo control. Pero la verdad es que no éramos muy felices”, reconoció.
La muerte de su padre y la partida de su madre a Polonia, de donde era originaria, marcó un punto de inflexión en su vida. Entonces, la familia comenzó a analizar la idea de dejar Estados Unidos y mudarse a un lugar con mejor clima y cerca de la mamá de Izabela. “Como somos amantes de la playa, decidimos ir a España”, explicó.
Un viaje de prueba a España para confirmar el rumbo y la despedida de EE.UU.
Antes de cruzar el océano y mudarse a otro continente de manera definitiva, Izabela y su familia fueron a España “para experimentarlo de primera mano” cómo era el país, la cultura y si les gustaría vivir allí. Viajaron en enero de 2024 y ratificaron su elección: “Nos encantó tanto que supimos que era adecuado para nosotros”.
Cuando regresaron a Estados Unidos, meses antes de mudarse a Europa, planearon un viaje de despedida de su país. “Decidimos cumplir el sueño de toda nuestra vida de recorrer Estados Unidos en caravana. Quería comprobar si podía llevar mi negocio de gira y reconectar como familia”, comentó.
La ruta los llevó por Tennessee, Kentucky, Michigan, Dakota del Sur, Washington, Montana, California, Nevada, Arizona y Texas. “Por suerte, nuestros hijos eran lo suficientemente pequeños como para disfrutar cada minuto”, expresó.

De Connecticut a España: su nueva vida en la costa europea
Cuando regresaron a Connecticut, alquilaron un pequeño departamento mientras preparaban su mudanza definitiva. Vendieron su casa, las propiedades que tenían y casi todas sus pertenencias. “Para cuando aterrizamos en España en mayo, lo habíamos reducido todo a solo dos maletas grandes, dos maletas de mano y nueve cajas de envío. Eso era todo lo que teníamos”, recordó.
Gracias a que había obtenido la ciudadanía polaca por su madre, Izabela y sus hijos pudieron ingresar a España como ciudadanos de la Unión Europea, mientras que su esposo obtuvo la residencia a través del programa de visados de reagrupación familiar.
“Vivimos en Alicante, justo después de Valencia. Es una zona muy prometedora, con muchos edificios de apartamentos nuevos y obras constantes”, señaló. Allí se instalaron en un departamento de 140 metros cuadrados. “Es decente, pero no estamos acostumbrados a vivir en un apartamento. Siempre hemos tenido una casa desde que nacieron los niños, así que mantener la tranquilidad puede ser difícil”, indicó.
Por eso, en los próximos meses buscarán una vivienda más grande, en otra ciudad española: Calpe. “Es preciosa y encantadora. Hay muchísimos restaurantes y tiendas, e incluso hay playa”, describió.

Su nueva vida en Europa, lejos de EE.UU.: un ritmo más lento y más tiempo para estar en familia
Izabela reconoció que el costo de vida la sorprendió: “Pensé que sería mucho más barato y la verdad es que no”. Sin ir más lejos, su alquiler casi lo mismo de lo que pagaban en Connecticut.
Otro desafío es la comunicación. “Mi esposo habla español, pero el dialecto aquí es diferente. Aun así, nos las arreglamos”, comentó. Por su parte, sus hijos todavía se adaptan a su nueva escuela y al idioma.
De todos modos, la mujer explica que lo mejor de haberse mudado a Europa es su ritmo de vida más lento. “En Connecticut, mi marido y yo trabajábamos constantemente: nos cruzábamos de día y nos desplomábamos de noche. Era una rutina que no disfrutábamos”, recordó.
Ahora ella trabaja menos horas, mantiene a sus clientes estadounidenses y publicó un libro sobre propósito de vida. “Nuestra felicidad depende menos de nuestros logros. Antes, siempre estábamos luchando por lo siguiente: una casa más grande, un coche mejor, un ascenso”, señaló. Ahora, concluyó, sus esfuerzos están enfocados en su familia y en las cosas que la hacen “verdaderamente feliz”.
