Refugios Libres Dignos, el proyecto que nació “sin querer” y devuelve la vida a la montaña: “Son de lo poco gratis que tenemos”

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Refugios Libres Dignos. (Imagen cedida)

En lo alto de los Pirineos aragoneses, donde la nieve y el viento golpean las piedras centenarias, sobreviven los refugios libres de montaña, aquellos espacios abiertos y gratuitos donde cualquier montañero puede resguardarse del frío. Con el tiempo, el abandono y los malos tratos han deteriorado estos pequeños habitáculos, aunque la estructura ha resistido.

Ahora, un grupo compuesto por siete amigos de Zaragoza se ha propuesto rescatarlos y devolverles su dignidad. Ellos son Daniel, Diego, Álvaro, Alex, Pablo, Luis y Pedro, compañeros desde pequeños y amantes de la montaña que fomentan una cultura de cuidado colectivo y solidaridad. Así nació Refugios Libres Dignos.

El proyecto comenzó hace tres años, inspirado en su experiencia como monitores de montaña en el Valle de Pineta. “Acompañábamos a los chavales en travesías, pero cuando nos casamos y empezamos a tener peques, dejamos la montaña”, cuenta Pedro en conversación con Infobae España.

“Hace tres años decidimos hacer una ruta y paramos en un refugio libre que conocíamos de nuestra época. Estructuralmente estaba bien, pero el interior estaba vacío y sucio. Entonces decidimos subir algo de material, limpiarlo y hacerlo más acogedor”, recuerda Pedro.

La primera intervención fue en el refugio del Alarrey, donde instalaron una mesa, bancos, un foco solar, una guitarra y un botiquín de primeros auxilios. “Lo subimos a redes y la repercusión fue muy positiva. La gente nos preguntó si haríamos más, y así, sin querer, nació Refugios Libres Dignos”, explica.

El nombre ejemplifica la filosofía del grupo: dignificar los espacios gratuitos y muy usados por los amantes de la montaña, que antes pasaban desapercibidos. “Queríamos dignificar estos espacios. Son refugios, de lo poco gratuito que nos queda, y nadie les presta atención”, reivindica Pedro a este diario.

Refugios Libres Dignos. (Imagen cedida)

Reformas exprés y trabajo comunitario

El proyecto se realiza de forma altruista. Con el tiempo y el dinero de los propios miembros y la solidaridad de aquellos que quieren aportar su granito de arena. “Cada refugio nos cuesta entre 800 y 1.000 euros, y lo ponemos de nuestro bolsillo. Lo pensamos como un fin de semana que nos pagamos nosotros”, dice.

Las intervenciones son rápidas. Llegar el viernes, acondicionar el refugio y bajar el domingo. El trabajo incluye limpieza, reparación de chimeneas, pintura, fabricación de mobiliario y dotación de elementos prácticos como botiquines, focos solares con carga USB y hasta bibliotecas.

“Arreglamos chimeneas, pintamos, construimos mesas, bancos, estanterías, cocinas, percheros… Ponemos normas de uso, decoración y hasta bibliotecas. Ponemos una guitarra, una parrilla, un cartel de fuera, un foco solar… Todo para hacer del refugio un espacio útil y acogedor”, enumera Pedro.

Por supuesto, las dificultades se han ido sucediendo en el camino. Entre ellos, el refugio de La Faja, en Linás de Broto (Huesca), requería una reconstrucción casi completa. “Estructuralmente estaba muy mal. No había manera de darle un lavado de cara, así que decidimos recubrir todo el interior con madera. La logística fue complicada, pero el cambio fue espectacular. El alcalde nos dijo: ‘Lo que habéis hecho no tiene precio’”, recuerda Pedro en Infobae España.

Una solidaridad que se multiplica

La iniciativa ha movilizado a decenas de voluntarios y artesanos que aportan cuadros, tazas y materiales. “En el último refugio participaron unas 20 personas: una nos dio el botiquín, otra un perchero, otra unos libros para la biblioteca… Es precioso ver cómo todos se sienten parte de algo que mejora la montaña”, subraya Pedro.

Una de las historias más impactantes fue la de una mujer de 85 años, postrada en cama desde hace más de una década, que quiso colaborar aportando material para equipar todos los refugios durante un año. “Fue voluntaria de Cruz Roja y siempre dio importancia a que hubiera un botiquín de primeros auxilios en estos espacios. Nos contactó y nos consiguió material para equipar todos los refugios durante un año. Decía que eso la hacía sentirse útil otra vez”, relata Pedro.

Y el objetivo se ha cumplido. Refugios Libres Dignos ha conseguido cambiar el comportamiento de la gente. “Al principio hacíamos refugios, pero ahora lo importante es educar sobre su buen uso. Hay refugios que hicimos hace tres años y siguen intactos. Eso demuestra que el mensaje está calando”, asegura Pedro.

Refugios Libres Dignos. (Imagen cedida)

“Apadrina tu refugio”: continuidad y compromiso

Para garantizar el mantenimiento, el grupo ha lanzado la iniciativa “Apadrina tu refugio”, destinada a clubes de montaña, grupos de scouts y asociaciones. “Ellos eligen un refugio, financian la rehabilitación, participan en los trabajos y luego, una vez al año, organizan una jornada de mantenimiento. Así garantizamos continuidad y conciencia”, explica Pedro.

El proyecto también colabora con asociaciones sociales y sanitarias, brindando visibilidad a sus causas mediante placas con códigos QR y publicaciones en redes. “Para asociaciones pequeñas, a menudo invisibilizadas, la oportunidad de aparecer ante miles de personas es vital. Es nuestra manera de sumar”, dice Pedro.

Un proyecto con mirada al futuro

Hasta la fecha, Refugios Libres Dignos ha rehabilitado 15 refugios, principalmente en Aragón y La Rioja. “Nos gustaría consolidarlo, que alguna institución apostara por crear una estructura nacional de mantenimiento de refugios libres. En Francia o Italia hay mucha cultura de cuidado de estos espacios; aquí aún nos queda camino”, reflexiona Pedro.

El grupo trabaja en la finalización de un documental y en el lanzamiento de una página web y una campaña de socios para 2026, que les permita asegurar la financiación y continuidad del proyecto. “Queremos tener una base de socios que nos permita costear materiales y seguir restaurando refugios sin depender de donaciones puntuales”, añade.

Refugios Libres Dignos. (Imagen cedida)

Filosofía del proyecto: sumar por la montaña

Más allá de la restauración física, la motivación del grupo sigue intacta: “Lo hacemos todo por sumar por la montaña. No nos mueve el dinero y no le debemos nada a nadie”, asegura Pedro.

Para el grupo, cada refugio es una manera de preservar la memoria colectiva y acercar la montaña a nuevas generaciones. Sus hijos participan y planean subir con ellos para que vivan la experiencia. “Lo más bonito es hacer algo por la montaña a cambio de nada”, concluye Pedro.

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