El girasol volvió a ser protagonista en los planteos agrícolas argentinos. En un contexto desafiante para los márgenes de la mayoría de los cultivos, su continua demanda, buena adaptación a distintos ambientes, bajo costo de implantación y mejora en los precios lo posicionaron como una alternativa sólida dentro de la rotación en muchas zonas estratégicas de la agricultura argentina. Pero, más allá de los números coyunturales, el girasol ofrece una oportunidad de fondo: consolidar un modelo productivo más eficiente, tecnificado y diversificado.
Desde el punto de vista productivo, el gran cambio de los últimos años vino de la mano del mejoramiento genético. Los nuevos híbridos —tanto linoleicos como alto oleicos— ofrecen rendimientos similares, pero con un salto importante en sanidad, estabilidad de rinde en múltiples zonas y alto potencial de producción. Esto permite que el girasol vuelva a ganar espacio en áreas donde había sido desplazado por enfermedades como la phomosis o el mildiu, que hoy están mucho más controladas gracias a la genética y al manejo.
Otro factor clave es la adaptación del cultivo a condiciones de estrés hídrico. El girasol es un cultivo con una notable estabilidad interanual: responde bien a años secos y, manejado correctamente, puede mantener rendimientos consistentes donde otros cultivos sufren. Eso no significa que no requiera agua, sino que tolera mejor la falta y penaliza más los excesos. Por eso, elegir el ambiente y la fecha de siembra adecuados es determinante.
Un aspecto que los productores debemos seguir fortaleciendo es el uso de tecnología de precisión y el conocimiento de los ambientes. En ADBlick Granos trabajamos con siembra variable y ajustes de densidad en función del potencial de cada lote. También realizamos análisis previos de nitrógeno para definir dosis ajustadas y eficientes. Son prácticas que marcan la diferencia, sobre todo en un cultivo donde muchas veces se invierte poco y se espera mucho. El girasol necesita un buen arranque: asegurar una siembra pareja y una correcta implantación es el primer paso para un buen resultado.

En nuestra compañía, el girasol ocupa históricamente un lugar estratégico dentro del portafolio productivo. Este año estamos sembrando alrededor de 72.000 hectáreas, de las cuales más de 24.000 corresponden a girasol, lo que representa un crecimiento aproximado del 40% respecto de la campaña anterior. En su mayoría —más del 90%— se trata de híbridos de alto oleico, con los que buscamos un mejor premio de precio por calidad y contenido de aceite, sin resignar productividad.

Aun con estos avances, persisten desafíos estructurales. El primero es cultural: en muchas zonas donde el girasol fue tradicional, se dejó de hacer por desconocimiento o falta de actualización técnica. Volver a incorporarlo requiere capacitación y difusión de buenas prácticas. El segundo desafío está en expandir la superficie sin perder eficiencia: no se trata de sembrar más por sembrar, sino de hacerlo donde el ambiente y la tecnología acompañen. Y el tercero, en fortalecer la articulación de la cadena, para asegurar un crecimiento sostenido que atraiga más inversión industrial y comercial.
En síntesis, el girasol es hoy una alternativa rentable y estratégica, pero, sobre todo, una herramienta para producir mejor: diversifica, mejora los suelos y aporta estabilidad. Con genética moderna, manejo de precisión y una visión de largo plazo, la Argentina tiene todo para consolidarse nuevamente como un jugador relevante en el mapa mundial del girasol.
El autor es gerente de Producción de ADBlick Granos
