El hotel de campo que alterna hospedaje con formación de alumnos

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Flanqueada por inmensos eucaliptus, una angosta entrada se ofrece como el paso de lo citadino a la calma campera. Doscientos metros después, una construcción en forma de herradura, que conjuga lo rústico con la tradicional arquitectura ferroviaria inglesa, despliega la recepción y un gran salón comedor, escondidos entre racimos de glicinas lilas.

Glicinas florecidas en la galería

“Vivimos grandes eventos, sufrimos la pandemia, tuvimos logros y retrocesos. Y no hay un fin de semana donde no aprendamos algo nuevo, porque cada huésped es un mundo en sí mismo”, cuenta Romina Pistolesi, responsable de la gestión y el marketing de Pampas del Sur. “Creo que, en esencia, este es un lugar para aprender”.

Pergeñado en su posgrado en Dirección de Turismo Rural de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, su hotel de campo es un desafío constante, que incluye alumnos en plena carrera y ex graduados ya contratados como anfitriones, organizadores y guías de los visitantes. “Por cada rincón que la gente pasa hay un detalle en que cada integrante de mi familia ha aportado algo de su saber, y eso constituye un gran orgullo. Pero también mucha responsabilidad, porque el lugar integra los alojamientos donde se realizan prácticas de la Universidad Provincial de Ezeiza, donde soy docente, y nuestro staff, integrado por estudiantes y colegas, es casi una familia”, explica la responsable de varias materias de la carrera de Turismo y Hotelería.

Aire libre y relax

Non stop y relax

Para el visitante que llega ajeno a todo aquello, el lugar es simplemente un remanso. Sonidos de pájaros, vegetación hacia los cuatro puntos cardinales, y el crepitar de un asador que ejerce la fuerza de un imán gigantesco. Desde la entrada, una callecita de tierra conduce hacia las distintas casas, familiares unas, ideales para parejas otras. Todas llevan cenefas que remiten a viejas estaciones de tren, y cuentan con un hall con bancos de madera bajo pequeñas galerías. Simples, pero con algunos detalles de hotelería, sus grandes ventanales invitan a sumergirse en un verde interminable.

Romina Pistolesi, responsable de la gestión y el marketing de Pampas del Sur

Afuera, cada camino, jardín, patio o salón tiene una historia que contar, aseguran aquí. “Mis aliadas… nunca me fallan”, dice escuetamente Jonathan Morales mientras se arrodilla de cara a la huerta. Al rato, el chef desaparece por una puerta lateral cargado de plantitas, dispuesto a diseñar los platos de la noche, algo más refinados y detallistas que el no menos fabuloso asado de la parrilla de Juan Hilario, encargado del cuidado del campo desde hace más de 10 años. “Si no cortás la tira con cuchara, me retiro”, sostiene casi como una provocación.

Tanto para quienes llegan de visita por el día como para los que se hospedan, la actividad nunca cesa: juegos de kermesse, talleres de tortilla parrillera, ping-pong, caminatas, espectáculos criollos y paseos en tractor. Pero si lo que se busca es descanso y conexión interior, el lugar tiene el tamaño suficiente para mantenerse lejos y un spa donde sólo pueden entrar adultos. También hay clases de meditación, stretching y yoga, que se practican entre los árboles, frente a una inmensa pileta.

Los animales son parte esencial de la experiencia

El desafío paradojal

¿Cómo lograr cercanía, pero a la vez una prudente distancia que respete la intimidad? Romina Pistolesi se hizo esta pregunta muchas veces, en su experiencia como docente y hotelera. “De algún modo la casualidad nos puso a Cañuelas delante de los ojos, y el reto fue llevar lo mejor de la ciudad, su servicio y confort, a este campo. Pero respetando espacios vitales. Esta era una zona de huertas, llena de verde, aire puro y silencio. Sentimos que nos abrió los brazos, por eso también queremos trasmitir esa tranquilidad”, dice.

Las cuidadas instalaciones de Pampas del Sur

Habla en plural porque toda su familia se involucró. Adrián, padre e ingeniero, aportó su experiencia en construcción y restauración; Gisele, su hermana, integró herramientas de la psicología, el coaching y el mindfulness; Pablo, el otro hermano, diseñó actividades, juegos y talleres. Mabel Gruosso, madre de la familia, fue la encargada de pensar la carta e insistir en el valor de los productos frescos.

“Ese equipo familiar se reforzó con los alumnos, que siempre traían cosas nuevas, como Selena Colque, que llegó muy jovencita e hizo las prácticas profesionales acá, pasando por recepción y administración, hasta manejar la coordinación general. Al recibirse, además, pasó a ser mi compañera en la universidad, y hoy damos juntas dos materias”, cuenta Romina, que es también vicepresidenta de ALATUR, una asociación civil sin fines de lucro integrada por profesionales de Agronomía de la UBA, docentes y emprendedores del turismo sustentable.

Verduras de la huerta en Pampas del Sur

Todo al verde

Hace poco más de un año, Pampas del Sur lanzó un establecimiento productivo de hidroponía como otra unidad de negocio, integrada a la experiencia formativa. “Utilizamos menos agua y cero pesticidas, lo que garantiza ingredientes sanos, frescos y con sabor auténtico en nuestros platos. Y también un hecho concreto para el cuidado del planeta”, sostiene Pistolesi.

Clases de meditación, stretching y yoga, que se practican entre los árboles, de cara a una inmensa pileta

El invernadero tiene 1000 m², donde se cultivan hasta 6.000 plantas por semana. Lechuga verde y morada, rúcula, albahaca y espinaca son algunas de las especies que colorean el espacio. “Cada ciclo de cultivo dura unos 38 días, y los vegetales pueden conservarse por más de una semana fuera del sistema”, asegura Juan Pablo Ferreiro, a cargo del lugar.

Hace unos veinticinco años apenas había monte, pero hoy la zona sumó el Parque Industrial Cañuelas, se abrieron nuevos barrios y se consolidaron las calles. Pese a ello, se sigue sintiendo la esencia rural.

Las verduras de la huerta se utilizan para los platos con sabor local

El turismo sustentable es realmente posible, y se construye desde la educación. Nuestras puertas siempre están abiertas a las nuevas generaciones, a las que debemos trasmitir la calidez y hospitalidad propia del campo”, concluyen.

Gastronomía criolla

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