
Las grasas saturadas han sido el terror de las dietas durante años. Las guías alimentarias situaron este ingrediente bajo estricta vigilancia, al mismo tiempo que estimulaban el consumo de productos light. Sin embargo, tras muchos debates y certezas científicas de expertos en salud cardiovascular, esta situación se está revirtiendo gracias a la desmitificación de muchos parámetros erróneos.
En este sentido, el nutricionista Marc Romera ha planteado un giro en la concepción tradicional y sostiene que la mantequilla, un elemento con un alto contenido de grasas saturadas, no representa el peligro que históricamente se le ha atribuido. Aunque, también establece una consideración que deben tener los consumidores, ya que hay que ingerirlo con moderación.
Qué efectos tiene la grasa saturada en el metabolismo
En un video difundido en su canal Elite Fitness, Romera ha expuesto a sus seguidores su posición sobre los mitos que persisten en torno a estas grasas. “No todas las grasas saturadas son iguales ni actúan de la misma forma en el organismo”, afirmó el especialista. Según remarca el experto, la grasa de la mantequilla contiene propiedades que benefician al sistema digestivo. “La mantequilla contiene un ácido graso llamado butirato que favorece el crecimiento y la regeneración de las células intestinales”, explica. Además, este compuesto “ayuda a mantener en buen estado la mucosa del intestino, mejora la salud de la microbiota y tiene un efecto antiinflamatorio local”.
De esta manera, el especialista insiste en que el consumo de alimentos naturales como la mantequilla, en el marco de una dieta equilibrada, puede reportar beneficios. Para reforzar su perspectiva, subraya: “Durante años hemos evitado el queso, los huevos o la mantequilla, mientras llenábamos la cesta de la compra con margarinas industriales, cereales azucarados y productos ‘sin grasa’”. Pero ha puntualizado que justamente esos productos “son los que sí están dañando nuestra salud metabólica”.
“El famoso estudio de los siete países, en los años 50, fue un ejemplo claro de cómo una hipótesis mal diseñada puede condicionar la política nutricional durante décadas”, señala. A lo largo de los años, nuevas revisiones sobre los parámetros iniciales, no han podido encontrar una evidencia concluyente que relacione el consumo de grasas saturadas naturales con un mayor riesgo cardiovascular.
Y es que, las grasas saturadas son una fuente de energía vital para el organismo. “Forma parte de la leche materna, rodea nuestros órganos vitales y cumple funciones esenciales en el metabolismo», ha detallado. De este modo, “si fuera tan dañina como se ha dicho, sería difícil explicar por qué la naturaleza la ha utilizado en los momentos más críticos de la evolución”, sentencia.

Los verdaderos “enemigos” para mantener una alimentación saludable
Frente a este debate, el experto ha planteado otro mucho más peligroso que el riesgo que pueda llegar a plantear el consumo de estas sustancias: los productos ultraprocesados que han plagado la dieta moderna. “Vivimos rodeados de productos ultraprocesados diseñados para resultar irresistibles, pero que alteran la microbiota intestinal, disparan la inflamación y desregulan las señales de hambre y saciedad”, argumenta el nutricionista. Por este motivo, bajo su consideración, la grasa natural ha sido injustamente demonizada.
Asimismo, la influencia de intereses corporativos en las guías nutricionales es otro punto que Romera pone sobre la mesa. “No es casualidad que algunas pirámides nutricionales se presenten en eventos patrocinados por refrescos azucarados. Hay demasiados intereses detrás de ciertos mensajes de salud pública”, señala durante su intervención.
En este contexto, Romera ha propuesto que tanto autoridades de la salud como los individuos hagan una revisión profunda del enfoque alimentario. “No se trata de contar cuánta grasa saturada comes, sino de entender de qué alimento procede y en qué contexto la consumes”. Porque no se puede equiparar el efecto de un desayuno elaborado con huevos y aguacate al de uno basado en productos industrializados “sin grasa” con altos niveles de azúcar y aceites refinados.
La clave estaría en volver a una alimentación variada y basada en productos reales. “No hay que temer a las grasas saturadas de calidad, sino a lo que las ha sustituido: los productos industriales que nos enferman poco a poco mientras creemos estar comiendo sano”, explica Romera. Sin duda, para el especialista, “la grasa no es el enemigo, sino un nutriente esencial que, bien entendido, puede ser un gran aliado para la salud intestinal, metabólica y hormonal”.
