Murió Jorge Pensi, el creador argentino de la icónica silla Toledo

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Jorge Pensi, arquitecto, diseñador y músico argentino, murió ayer a los 79 años en Barcelona, donde estaba radicado desde 1975. El jueves pasado, el autor de la icónica y premiada silla Toledo dictó en Buenos Aires la conferencia de cierre de La Bienal entre Bienales, en el auditorio del Museo de Bellas Artes. En su reciente visita, además, donó dos sillas al Museo de Arte Moderno, la versión Toledo de aluminio y Toledo Aire. Y también presentó la colección de mesas y sillas livianas Boom en Interieur Forma. La directora de la empresa, Alejandra Aczel, le había encargado este conjunto especialmente para equipar las cafeterías de las oficinas.

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Pensi nació en Buenos Aires en 1946. Su trabajo en mobiliario, iluminación y espacios dejó una impronta propia, por su equilibrio y sensibilidad. Mientras estudiaba arquitectura en la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA), puso el foco en el universo del diseño y a los 20 años abrió su propio local, Altos, en la avenida 9 de julio. De ahí en más, fue uno de los nombres clave de la disciplina que marcaron tendencia.

En 1975 se radicó en Barcelona, donde trabajó junto a Alberto Lievore hasta 1983. Luego, fundó su propio estudio, Pensi Design Studio, en el barrio gótico, un laboratorio creativo de piezas emblemáticas. Muchas forman parte de colecciones de museos de todo el mundo, como el Vitra Design Museum. En 1997 recibió el Premio Nacional de Diseño por su trayectoria, consolidándolo como una figura clave del diseño contemporáneo español.

Sin embargo, Pensi no solo diseñó objetos admirados en ferias internacionales y muestras. También compuso música. Y de esto también habló la semana pasada en el cierre de las jornadas de la Bienal de Arquitectura. Su nuevo álbum, Still Here, se acaba de lanzar en Spotify. “En la música se comienza trabajando por los acordes como soy triste y oscuro… mis acordes son menores, no son mayores”, deslizó el diseñador, que murió tras sufrir un infarto. Según Roman Proubasta, uno de sus colaboradores más cercanos durante 26 años, tenía molestias hacía un tiempo, aunque el lunes había visitado al cardiólogo y se había realizado estudios. En nombre de su equipo, Proubasta dijo que Pensi “tenía poco miedo y muchas ganas de volar. Nos enseñó que diseñar era vivir con libertad”.

De visita en Buenos Aires, hace unos días Pensi donó dos de sus premiadas sillas al Museo de Arte Moderno

Los hijos del arquitecto también integraban el estudio y lo acompañaron en su carrera como músico. María es diseñadora gráfica y desarrolla alfombras y Paul, arquitecto, integra una banda de rock. Pensi cantaba en inglés, porque en español le daba vergüenza. Para él, el acto de componer era comparable a bocetar una solución de diseño. “Pura intuición”, deslizó en una entrevista. Si el diseño se trataba de “rellenar un papel vacío con contenidos”, la música le resultaba “más fácil, sin clientes ni presupuestos”.

La música, contó, le abrió un abanico de experiencias, como el encuentro con el compositor francés Philippe Picon. Era fanático de Pink Floyd, del jazz y prefería a los Beatles antes que a los Rolling Stones.

Autor de luminarias, sillones, sillas, sartenes y relojes, entre otras categorías, desarrolló piezas icónicas para firmas como Driade, Knoll, Thonet o Cassina. La mesa Paris, la lámpara Regina y la silla de aluminio Toledo, de 1988 reeditada en 2017 en versión “democrática”, de plástico, son algunos de sus diseños más conocidos. La Toledo se transformó así en un ícono al alcance de todos, que pasó de costar 600 euros a 70. Está realizada en aluminio anodizado. Su inspiración nació en un bar. “Cuando se nos encargó la silla, a nadie se le había ocurrido que fuera de aluminio. Un día vi a un camarero cortando jamón con una cortadora de aluminio y pensé: si hay una cortadora de fiambre de aluminio, ¿por qué no una silla de aluminio? Y toda la forma de la silla nace de una idea muy clara: eliminar peso”, señalaba.

El jueves pasado, el arquitecto dio la conferencia de cierre de La Bienal entre Bienales, en el auditorio del Museo de Bellas Artes

Pensi buscaba un equilibrio perfecto entre forma, función y emoción. Era un obsesivo de la ergonomía, un fanático de la durabilidad de los productos y un diseñador generoso, según sus colegas.

“Como arquitecto veo el espacio en su totalidad. Como diseñador industrial veo el objeto individual”, comentaba en una de las entrevistas con The Praxis Journal. Explorador de la dimensión poética del diseño, de las emociones que surgen de la música o un taller, diseñaba una manera de vivir: “Crear el máximo de sensaciones con el mínimo de recursos, poniendo en crisis la lógica habitual para verificar si existe la posibilidad de aportar algo nuevo. El resultado no está siempre predeterminado. Lo mejor está por venir”, afirmaba.

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