Fue protagonista de grandes éxitos como Grande Pa, Mi cuñado, Verano del ’98 y decenas de ficciones que la colocaron en un lugar de privilegio. “Tenía que pedir diez días de vacaciones por contrato”, le confiesa Patricia Viggiano a LA NACION.
La actriz bucea en su vida y rescata recuerdos y anécdotas. Además, cuenta que es abuela, que se divorció hace poco más de tres años del padre de sus hijas Olivia y Lucila, y que no fue fácil volver a la vida de soltera después de 41 años en pareja. Dice también que está en una aplicación de citas, reflexiona sobre el paso de los años y habla de las creencias y los mandatos.
-¿Qué estás haciendo en este momento?
-Con Olivia estamos dando un taller que se llama Más allá del personaje y nos encanta. Es un workshop y la idea es conectarnos con nosotros mismos y ver cuáles son las creencias que venimos arrastrando sin darnos cuenta, y que quizá no son nuestras. Está abierta a todos porque les sirve a los actores y a quienes no lo son. Ya habíamos trabajado juntas con mi hija en el podcast Compartiendo data con las Viggiano, con Erika Camino, que es nuestra representante y la productora. Son ocho episodios y tienen que ver con las creencias y los mandatos; entrevistamos a personas resilientes que comparten su historia de vida. Está en YouTube y en Spotify, y la idea es retomarlo. Y acabo de terminar de filmar una película que protagoniza y dirige Adrián Suar. Me hicieron filmar un contrato de absoluta exclusividad, así que no puedo decir nada más. Trabajar con Adrián fue re lindo… Es tan amoroso. Y estaba Gustavo Bermúdez, que coucheaba en la dirección.
-Hace tiempo que no estabas en una ficción.
-Sí. Lo último que hice fue hace tres años, en la segunda temporada de Casi Feliz, en Netflix. Y protagonicé Radojka en teatro, con Esther Goris. También hago acciones para marcas a través de mis redes… ¡Y fui abuela!
-¿Y cómo vivís esta etapa de abuelazgo?
-Es hermoso. Lucila me dio dos nietas: Jacinta, que tiene tres años, y Camelia, que tiene diez meses. Es lo mejor que te puede pasar. Y se da en una etapa en la que estás de vuelta y es distinta. Tener hijos es lo más maravilloso que uno puede imaginar, pero también tenés que pensar en su salud, en producir para comprar los pañales, para pagar los colegios, educarlos, y toda esa vorágine, a veces, se hace pesada…
-¿Cómo fue en tu caso?
-Disfruté mucho a mis hijas y volvía de trabajar y me encargaba de ellas, de bañarlas con su papá, de darles de comer y todos los fines de semana se quedaban con nosotros porque no teníamos a alguien que nos ayudara… Sí me ayudó muchísimo mi mamá.
-¿Y cómo es ser abuela?
-Ser abuela es lo mejor que me podría haber pasado en este momento de mi vida. Me hace muy feliz. Ser madre es increíble, pero ser abuela lo es más aún.
-Te divorciaste del padre de tus hijas, Diego Chornogubsky, después de 41 años y varias idas y vueltas, ¿cómo estás?
-Sí, nos separamos hace cuatro años, y en marzo hizo tres años que nos divorciamos. Estuvimos juntos 41 años. En los últimos siete años tuvimos varias idas y vueltas y le pusimos todo. La verdad es que nos queremos mucho, pero no lo pudimos sostener ya como pareja. Es cierto que el amor se transforma en otro tipo de amor, y está bueno darte cuenta de que hiciste todo lo posible, que no podés cambiar vos ni cambiar al otro, y que tenés que soltar. Porque si no lo entendés, se complica. Estuvo bueno cerrar bien esa historia. Tenemos un muy buen vínculo, por suerte. Él vive en Chile, pero viene todos los meses para ver a las chicas; es un papá excelente. Se casó, tiene un hijo.
-¿Cómo fue adaptarte a esta nueva vida?
-Fue un volver a reinventarse después de 41 años de pareja y de estar con alguien desde tan chicos porque teníamos 19 y 20 años cuando nos conocimos. Somos familia, hay una hermandad, y al principio, el desprendimiento no es fácil porque hay toda una cuestión energética.
-¿Qué pasa después?
-Cuando llega la aceptación, el amor se transforma en otro tipo de amor y entendés que llegaste hasta donde se pudo. ¡Y fue un montón! La vida es muy orgánica y va funcionando y va mutando de acuerdo a las necesidades de lo que sucede. No importa cómo, pero se va acomodando. Sé que si lo necesito él va a estar, y él sabe que si me necesita voy a estar. Dejamos de ser pareja, pero somos los padres de nuestras hijas y los abuelos de nuestras nietas. Somos familia y eso es inamovible y siempre va a ser así. Fue un muy buen cierre.
-¿Volviste a enamorarte?
-No volví a enamorarme. No soy fácil para enamorarme y nunca lo fui; de chica tampoco. Me enamoré a los 19 años del padre de mis hijas y fue mi primer hombre. Entonces es un cambio de vida radical y está muy bueno también… Uno puede decir, ¿pero esto pasa a los 60 años? Y creo que es de un gran valor separarse a los 60 y después de 41 años en pareja, si no funciona. Me parece que supimos verlo a tiempo, porque de verdad hicimos todo lo posible. Y es triste que dos personas que se amaron tanto después no se quieran ver. Hay que saber que lo dimos todo y eso lo tengo clarísimo. Yo no te pude dar esto, vos no me pudiste dar aquello y nos abrazamos, nos queremos y damos las gracias por un amor súper fuerte, porque lo fue sin duda en su momento, y nacieron Olivia y Lucila. No podría tener mejor padre que el padre de mis hijas. Ahora que los años van acomodando las cosas y se apaciguan los dolores de ambas partes, me doy cuenta de todo eso.
-¿Y qué tal la vida de soltera? ¿Usás aplicaciones de citas?
-La vida de soltera a los 60 es una cosa muy loca. Todo es muy diferente a cuando estuve soltera la última vez. Soy honesta, no me gustan las aplicaciones porque me gustaría conocer a otra persona de manera natural… Como cuando era chica y conocías a alguien en la fiesta del colegio. Ahora no pasa eso, todo cambió y es a la carta (risas). Tengo aplicación de citas, probé y hasta ahora no me funcionó. No necesito llenar soledad porque no estoy sola y tengo mucha gente a quien quiero y que me quiere. No me pasó encontrar a otra persona con quien se produzca una química, pero me encantaría. Claro que sería una relación con cama afuera porque ya me acostumbré a mi vida soltera y estoy bien conmigo misma, me llevo bien, tengo mis espacios, me compré mi rinconcito en el mundo que era lo que quería, chiquitito, y estoy chocha de la vida. Y me apasiona lo que hago. Me interesa mucho el bienestar y aprendí una técnica espiritual de trabajo interno con Silvina Scotti, en un lugar que se llama Reencuentro del alma, un centro de bienestar, integración y conexión. Está bueno encontrar otro propósito a esta edad.
-¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
-Bien porque es una aceptación. Lamentablemente, en el mundo occidental no se ve como algo fascinante. En Oriente, en cambio, creen que el paso del tiempo suma muchas cosas más valiosas que tener la cola parada. Hay que sacar el foco de la imagen. Ya no podemos seguir hablando de los cuerpos tampoco. En el caso de los hombres es más fácil en algunos aspectos; en la industria audiovisual podés seguir trabajando si sos hombre y tenés 64 años. En cambio, hay muy pocas mujeres.
-¿Sentiste que el paso de los años te quitó posibilidades laborales?
-Sí, obviamente. Porque hay una creencia también que es un mandato. Desde que empecé a laburar siempre tuve compañeros más grandes que yo, salvo cuando hice Verano del ’98 o Cabecita, donde mi personaje tenía una relación con chicos más jóvenes. En Mi cuñado y en Tu mundo y el mío mi personaje estaba con hombres bastante mayores. La mujer siempre tiene que ser espléndida, joven, y esa es la cultura que tenemos. Es algo arcaico. Dejemos de tenerle miedo a la andropausia, a la menopausia. Dejemos de limitarnos y nos vamos a liberar mucho más. Entonces vamos a decir “¡tengo 64 años y estoy viva!”. Y cuando cumplo años, es una felicidad absoluta y no un bajón. Hay que aprender a aceptarse, a quererse. Y cambiar el foco. La perfección es falsa, no existe. Bienvenidos sean los años porque estamos, tenemos una existencia, la posibilidad de crearnos y reinventarnos todo el tiempo.
-¿Tuviste que reinventarte muchas veces?
-En un momento estudié coaching y quizá lo retomé en algún momento. Armé mi economía como para poder prescindir de algunas cosas. Me reacomodé.
-¿Tenés nostalgia de las muchas ficciones exitosas en las que estuviste?
-Me siento una persona muy privilegiada, porque durante muchos años trabajé sin parar. A veces tenía que pedir por contrato diez días de vacaciones entre una ficción y otra. Pero no siento nostalgia, porque por suerte no soy nostálgica. Lo disfruté mucho. De lo que sí siento nostalgia es de la ficción, que queda poca.
-¿Y cuál de los muchos programas que hiciste es tu preferido y por qué?
-Me gustó mucho el personaje de Mujeres Asesinas, porque me permitió tocar una cuerda distinta en el unitario. Y el de Campanas en la noche, la última tira que hice en Telefe, porque siempre es muy rico ser la malvada. Hice otros personajes que me han gustado mucho y los he disfrutado, pero no tenían que ver con lo que yo quería transmitir. Me encantó hacer Mi cuñado, pero después de cinco años me ahogó. Estaba en el momento de mayor producción, y quería mostrar otra cosa. Sentía que todavía tenía muchos más personajes por recorrer, para seguir aprendiendo. Por eso me fui del programa. Pero lo amé. Yo estaba en Telefe haciendo Grande Pa, que también disfruté mucho, y quedé embarazada de Lucila, entonces me fui unos meses antes y no pude terminar el contrato. Después me llamaron y me dijeron que querían que estuviera en una comedia con Beto Brandoni y Ricardo Darín y me encantó. Fue un elenco hermoso.
-¿Proyectos?
-Hace un tiempo empecé a escribir porque me interesa hablar sobre las creencias, los mandatos, los miedos. Tenemos que darnos cuenta de cuán arraigado tenemos todo eso. Nunca había escrito, pero quién sabe cuál es mi techo, ¿no? Eso se entrena también. Y además, la vida empieza a los 60 (risas).
