Su mamá, su novia y hasta su jefe se lo ha hecho: esta es el ave a la que se le atribuye el “sirirí”

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El pequeño pájaro conocido por su canto persistente ha trascendido la fauna local para convertirse en emblema de tenacidad y lucha social, inspirando expresiones populares y movimientos de derechos humanos en el país - crédito Daniel Orozco / BirdsColombia

En Colombia, el canto repetitivo del sirirí no solo identifica a un ave común de parques y campos, sino que ha dado origen a una de las expresiones más arraigadas del habla popular: “ser un sirirí”.

El sirirí común (Tyrannus melancholicus) es un pájaro de tamaño mediano que habita desde México hasta Argentina, con presencia destacada en Colombia.

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Según la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá, esta especie se reconoce por su cabeza gris, garganta blanca, pecho y abdomen amarillos, y alas oscuras.

El comportamiento del sirirí es especialmente notable durante la temporada de anidamiento.

La Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá detalla que esta ave muestra una agresividad territorial marcada, enfrentando sin temor a aves mucho más grandes, incluidas rapaces como los gavilanes, para proteger su nido y crías.

El macho vigila los alrededores, alerta ante cualquier amenaza, mientras la hembra incuba entre uno y cuatro huevos durante un periodo de catorce a dieciséis días.

El comportamiento territorial del sirirí ha dado origen a frases cotidianas y ha servido de inspiración para figuras como Fabiola Lalinde, cuyo archivo fue reconocido por la Unesco como patrimonio de la humanidad - crédito Secretaría de Ambiente

Su dieta se compone principalmente de insectos, aunque también consume otros invertebrados y algunas frutas.

El macho, que puede medir entre dieciocho y veinticuatro centímetros y pesar hasta 40.6 gramos, se distingue por un parche naranja en la coronilla, generalmente oculto.

El sirirí suele posarse en lugares altos, como cables o ramas, desde donde observa y caza a sus presas, y permanece activo incluso cerca de luces artificiales durante la noche.

La influencia del sirirí va más allá de su presencia en la fauna colombiana.

En el lenguaje cotidiano, la expresión “ser un sirirí” se utiliza para describir a personas insistentes o fastidiosas, en clara alusión al canto repetitivo del ave.

Frases como “deje de hacer sirirí” o “ese muchacho es un sirirí” son comunes en la vida diaria, según la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá.

Este uso metafórico se ha consolidado como parte del imaginario colectivo, donde la insistencia puede ser vista tanto como una molestia como una virtud, dependiendo del contexto.

El paralelismo entre el comportamiento del sirirí y la metáfora social de la persistencia se hace evidente en la manera en que el ave enfrenta a sus depredadores.

La figura del sirirí trasciende su papel en la fauna para convertirse en emblema de persistencia social y memoria histórica, como lo ilustra la lucha de Fabiola Lalinde frente a la impunidad - crédito Centro de Memoria Histórica

Cerosetenta, en su investigación del 2018 llamada Operación Sirirí o cómo encontrar a un hijo desaparecido, (la historia de como Fabiola Lalinde inicia la búsqueda de su hijo desaparecido por su pertenencia política) destaca que el sirirí, pese a su tamaño, no duda en hostigar a los gavilanes para defender a sus pichones, llegando incluso a recuperarlos en ocasiones.

La frase “persistir y joder como un Sirirí”, pronunciada por Fabiola Lalinde, encapsula esta idea de no ceder ante la injusticia, de insistir una y otra vez hasta lograr el objetivo.

La historia de Fabiola Lalinde y la llamada “Operación Sirirí” ejemplifica cómo este simbolismo natural se convierte en motor de resistencia civil. El 2 de octubre de 1984, su hijo Luis Fernando Lalinde Lalinde, militante del Partido Comunista y miembro del Ejército Popular de Liberación, desapareció tras ser detenido por una patrulla del Ejército en Jardín, Antioquia.

Ante la falta de respuestas de las autoridades, Fabiola emprendió una búsqueda que la llevó a instancias nacionales e internacionales, enfrentando obstáculos, amenazas y un montaje judicial que la llevó a prisión. Durante su paso por la cárcel, Fabiola bautizó su lucha como “Operación Sirirí”, inspirada en la pequeña ave capaz de desafiar a los poderosos gavilanes.

Cerosetneta relata que la perseverancia de Fabiola, documentada en cientos de libretas, fotografías y papeles oficiales, fue reconocida en 2015 cuando la Unesco declaró su archivo patrimonio de la humanidad.

En 1987, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó por primera vez al Estado colombiano por la desaparición y muerte de Luis Fernando.

Sin embargo, la búsqueda de la verdad y la dignidad de su hijo se prolongó durante más de una década, hasta que en 1996 se confirmó la identidad de los restos encontrados en Riosucio, Caldas.

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