Música alegre, risas, gritos de órdenes que se cuelan en la apertura del local. Abrazos, besos y la mercadería que se repone en la cocina. Una mujer llamada Sara prepara las empanadas tucumanas con paciencia y esmero, otra de nombre Mónica empieza con sus tradicionales albóndigas caseras y el matrimonio conformado por Diego Quinteros y Débora Ibáñez llegan a guiar el emprendimiento que inauguraron hace tres años: Las Nonas Ramona-Petrona. Se trata de un restaurante que se ubica en la esquina de Valentín Virasoro y Tres Arroyos, en Villa Crespo, un sitio que es furor en las redes sociales y donde sirven comida casera, “como la que hacía la abuela o la que hace mamá”.
Hallar en estos puntos de encuentro -en medio de la “ciudad de la furia”- un oasis que retrotrae directamente a los recuerdos familiares y al cariño de una comunidad, es un mimo al alma. Ponchos, folklore y un sentimiento de estar a gusto y sentirse “como en casa”.

Olorcito a comida casera como en la casa de los abuelos que te hace sentir nostalgia. Eso es lo que se respira ni bien se cruza la puerta del local gastronómico. Ahí todos parecen conocerte, aunque nunca te hayan visto. Saludos amigables, sonrisas y manos que se estrechan conforman la atmósfera cálida que en ese instante te hace saber que no va a ser la única vez que vas a ir, porque, de hecho, vas a querer volver.
Las Nonas Ramona-Petrona nació hace tres años. Fue el primer restaurante que abrieron Diego y Débora después de la rotisería Abuela Maruca. Los dos llegaron desde Tucumán en diferentes épocas y provienen de ciudades distintas. Se conocieron hace 10 años y hace ocho que son papás de Renata. Durante la última década, la vida de ambos dio un vuelco y tocaron fondo. Sin embargo, supieron reinventarse.
La receta tradicional de “la nonna” que los ayudó a salir del pozo
Diego llegó a Buenos Aires hace 34 años. Tenía 17 y pasó por diferentes circunstancias, desde no tener un lugar para dormir hasta “trabajar de lo que sea”. La Ciudad era grande, muy grande a comparación de su pueblo natal, La Trinidad. Se dedicó a la fotografía por más de dos décadas, mientras hacía otros trabajos para subsistir. El ingreso a una papelera le dio la sensación de estabilidad, y ya en pareja, comenzó a proyectar una vida en familia.
Justo cuando Débora quedó embarazada, le rescindieron el contrato de la empresa para la que ofrecía sus servicios y Diego también se quedó sin empleo. De la noche a la mañana perdieron toda ilusión de estar mejor y salir adelante. Pero, cuando parecía que todo estaba perdido, recurrieron a lo que mejor sabían hacer.

Ella replicó la receta de las empanadas tucumanas con carne cortada a cuchillo que su abuela le hacía cada fin de semana. Las preparaban en su casa y Diego salía a recorrer diferentes locales comerciales de gente conocida, contactos que le habían quedado en su prolongada estancia en la Ciudad. Muchas veces salían los dos y esperaban al mediodía, cuando los empleados de diferentes empresas “escapaban” de sus oficinas en busca de algo rico para el almuerzo.

La venta creció en un contexto de alta inflación. Cuando nació su hija Renata, su emprendimiento se consolidó y la clientela fija también. Pudieron mudarse de un pequeño departamento a un PH más amplio y con capacidad para instalar una cocina. Todo parecía marchar sobre ruedas.
“Mi suegro nos había regalado la cocina que la conservamos como una reliquia acá en Las Nonas”, recuerda Débora con un poco de melancolía, mientras que a su esposo se le llenan los ojos de lágrimas y agrega que su papá -que sabía el mal momento económico que atravesaban-, les facilitó un horno industrial para que pudieran producir más empanadas.
En ese momento llegó a sus vidas Mónica, una mujer de 54 años sin trabajo que comenzó a ocuparse de cuidar a Renata mientras la pareja se enfocaba en forjar su negocio. Aunque comenzó como niñera, se mostró predispuesta a ayudar y, sin saber nada de cocina, aprendió lo básico. En la actualidad, “hace de todo” y se siente orgullosa a los 61 de ser testigo de todo lo que logró el matrimonio que la empleó en un difícil momento para ella.
De “La Abuela Maruca” a “Las Nonas” y otros tres locales
La Abuela Maruca fue la rotisería que Débora y Diego abrieron cerca de su casa. Ese nombre es en honor a la nona de él, que estuvo presente en su crianza y que muy poco antes de morir supo que su nieto abriría en Buenos Aires un local con su nombre.

Allí agregaron más productos a la venta y la ganancia empezó a ser mayor. Pero, la vida les dio otro embate cuando tuvieron que dejar la casa en la que vivían porque el dueño quería venderla. “Fue justo en la pandemia. Nosotros habíamos invertido mucho en el departamento y lo adaptamos a nuestras necesidades. Se nos vino la noche”, lamentó Diego.
A los tres meses dejaron su hogar y consiguieron un nuevo sitio donde vivir, mientras funcionaba Abuela Maruca.

Cuando se acomodaron, surgió la idea de reinvertir las ganancias de la rotisería y allí nació Las Nonas Ramona-Petrona. “Se me ocurrió una noche a las tres de la mañana. No quería solo honrar a una. Tenía miedo de que mi abuela viva se enojara o que mi mamá se pusiera mal por no mencionar a su madre, que ya estaba en el cielo. Es por eso que salió ese resultado”, reveló Débora.
El restaurante cumplió ya tres años. Allí se sirven platos abundantes con sabores tradicionales y los abuelos son la identidad de este proyecto. Pero, eso no es solo por los familiares de la pareja, sino por los adultos mayores que trabajan allí. Darles empleo es una iniciativa que interpela a los comensales, sensibiliza a más de uno y en la actualidad es un ejemplo para otras empresas.

El emprendimiento que emplea a jubilados y adultos de +45
El padre de Quinteros estuvo presente siempre que pudo. Aunque vivía en Tucumán, viajaba seguido a Buenos Aires y les daba una mano junto a su esposa, Sara. “Ellos dan sin pedir nada a cambio”, soltó Diego con congoja, quien con su proyecto resignificó el rol de los padres y de los abuelos, quienes pueden marcar a fuego la vida de una persona.
El 25 de mayo de este año el padre de Diego murió. Ese día, para homenajearlo, prepararon un festejo tradicional en la puerta del local. Con permiso del Gobierno de la Ciudad cortaron la calle e instalaron mesas. Puertas adentro, el recuerdo del hombre estuvo presente en cada tonada de folclore que sonó.

—¿Por qué decidieron emplear a adultos mayores en sus restaurantes?
—Diego: Porque los jubilados todavía sirven, todavía funcionan. Hoy a muchos con la jubilación no les alcanza, yo lo paso con mi mamá. Entonces, es una manera de ayudar. Ayudamos a quienes más lo necesitan. Y a los mayores de 45 años porque se les hace difícil conseguir un puesto. En ambos casos tienen una cultura diferente de trabajo. Es un granito de arena que queremos que se replique.
—Débora: Yo soy de ayudar al prójimo, si le hace falta algo, se lo doy. No es que estoy esperando que me dé a cambio algo, sino que simplemente con un gracias para mí es suficiente. Esa satisfacción de sentir que vos pudiste ayudar a una persona para que mejore su calidad de vida, para mí, es suficiente.
Con mucho trabajo y sueños por delante, abrieron un tercer restaurante, Simona. Pero, la inversión no quedó ahí, ya que este mes inaugurarán una parrilla en honor al padre de Diego: “Papá Italo”, como le decía su nieta Renata.

Visitar Las Nonas Ramona- Petrona antes del mediodía, cuando se oye el ruido de la cebolla dorándose en la sartén y se empieza a sentir el olor al relleno de las empanadas, es toda una experiencia. Allí se ven los platos acomodados, la organización de las mesas y las mozas que se preparan para comenzar con la jornada.
“Los mayores le ponen ganas, valoran todo y los hacemos sentir útiles”, remarca Diego quien, por un momento, corre la mirada para posarla en su mamá, que hace un mes llegó de visita y ahora se encuentra en la cocina, con las manos dedicadas al repulgue de las empanadas.
Las Nonas Ramona-Petrona no solo son Diego, Débora, Renata y Sara. También lo son Mónica, Juan Carlos, Rubén, Lola, Franklin, Raúl, Nino, Luis, Óscar, Sandra, Maxi y todos los que hicieron posible este proyecto.

Las nonas se volvió viral en las redes sociales no solo por su comida, sino por su historia y su iniciativa. “Vinieron a entrevistarnos de todos los países y ahora damos charlas en empresas para que contraten a personas jubiladas”, sostiene con orgullo Diego.
El secreto de la empanada tucumana que es furor
Aunque en el restaurante se sirven platos diversos, desde lasañas hasta locro, polenta, pizza y buñuelos de acelga, existe uno que es “la estrella” del lugar: la empanada tucumana.
Como todas las preparaciones, tiene su secreto y Débora se encargó de revelarlo. “Como decía mi abuela, es la mano. O sea, el relleno lleva comino, lleva pimentón, caldo de carne, del corte que vos prefieras, pero es el amor con el que lo hacés a la persona que le vas a brindar ese plato tan especial. Y eso es lo que hacemos nosotros en Las Nonas. Tratamos de que todos los platos sean caseros, para que cuando el cliente venga, sienta que está de vuelta de visita en la casa de sus seres queridos, de sus abuelos y de sus padres”.

El tiempo que pareció detenerse durante la visita a Las Nonas Ramona- Petrona, de a poco, vuelve a su curso. Allí, el matrimonio de Diego y Débora se acerca a ayudar a los cocineros y chequean que todo funcione correctamente. El reloj marca las 11 h y los clientes que llegan por un café empiezan a “pispear” el menú del mediodía porque, seguramente, en un rato serán quienes ocupen algunas de las mesas del lugar.
