Una oreja cortada en una caja: cuando la mafia secuestró a un joven de 16 años y su abuelo millonario se negó a pagar el rescate

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John Paul Getty III, el nieto del multimillonario Jean Paul Getty, en 1974. Los medios lo llamaban el

Cuando el cronista del periódico italiano Il Messaggero abrió el paquete que acababa de llegar a la redacción no pudo reprimir un grito de espanto: adentro había un mechón de pelo y una carta donde el remitente – anónimo, por supuesto – amenazaba con seguir mutilando a John Paul Getty III si sus familiares no pagaban rápidamente un rescate de 3,2 millones de dólares. “Esta es la primera oreja de Paul. Si dentro de diez días la familia todavía cree que esto es una broma montada por él, entonces llegará la otra oreja. En otras palabras, llegará en pedacitos”, decía.

El paquete con la misiva llegó al diario romano el jueves 8 de noviembre de 1973, cuando el propietario de la oreja extirpada llevaba cuatro meses secuestrado. La “familia” a quien iba dirigida la carta era en realidad un eufemismo para señalar a Jean Paul Getty I, el multimillonario abuelo del chico de 16 años y única persona en condiciones desembolsar la suma exigida, que hoy equivaldría a unos 20 millones de dólares. Desde el secuestro de su nieto, el 10 de julio, el abuelo Getty se había negado sistemáticamente a pagar un solo dólar para lograr la liberación de su nieto. Era uno de los hombres más ricos del mundo, pero sin duda el más avaro de todos.

Hasta que llegó la oreja, el patriarca familiar dudaba que la desaparición de su nieto adolescente fuera realmente un secuestro. Sabía que el chico había bromeado más de una vez que fingiría un rapto para sacarle dinero, porque el viejo, descontento con el modo de vida que llevaba, jamás le soltaba una lira para que pudiera divertirse. Con la oreja todo cambió, pero aún así el multimillonario buscó una salida que le permitiera ahorrarse unos dólares del rescate de su nieto.

Jean Paul Getty en un retrato de 1957. Se estima que su fortuna alcanzó los 2 mil millones de dólares

Todo había comenzado a mediados de julio, cuando Gail Getty Jeffries recibió una primera carta, escrita de puño y letra por su hijo, cuya caligrafía reconoció de inmediato. “Querida madre: he caído en manos de secuestradores. ¡No dejes que me maten! Que la policía no interfiera. No te tomes esto como si fuera una broma. No le des publicidad al secuestro”, decía. Hacía días que no tenía noticias de John Paul, con quien vivía en Roma, pero eso no era extraño porque el chico solía desaparecer sin avisar cuando volvería.

Por eso Gail no se había preocupado demasiado la tarde del 10 de julio al recibir una llamada telefónica que para cualquier otro habría sido inquietante. Del otro lado de la línea, un desconocido que hablaba en un italiano rudimentario y con marcado acento del sur le había dicho: “Tu hijo está con nosotros. Prepará 17 millones de dólares si querés recuperarlo”. Contestó que ella no tenía dinero y fue entonces cuando si anónimo interlocutor le dijo que lo sacara de la fortuna de la familia. Después, sin pronunciar una palabra más, había cortado la comunicación.

Noticia de un secuestro

La noticia del supuesto secuestro de John Paul Getty III no demoró en filtrarse. La información difundida por los medios italianos aseguraba que John Paul había sido secuestrado a las 3 de la madrugada del martes 10 mientras cruzaba solo y a pie la Piazza Farnese, en Roma después de salir de una fiesta. Pero muchos lo ponían en duda, precisamente la bromas que hacía recurrentemente sobre un falso secuestro. “Más que una broma, empezaba a parecer una propuesta”, le dijo uno de sus amigos, el pintor Marcello Crisi al Corriere della Sera.

Cuando a John Paul Getty III le cortaron la oreja, llevaba cuatro meses secuestrado

La personalidad del chico tampoco ayudaba: lo habían expulsado de ocho colegios privados y ya no estudiaba, los paparazzi lo seguían de fiesta en fiesta e incluso lo habían fotografiado en una manifestación de izquierda. Con los víveres cortados por la familia, sobrevivía vendiendo algunos malos cuadros que pintaba en la Piazza Navona, posando como modelo y trabajando como extra en alguna película en los estudios de Cinecittà. “El hippie dorado”, lo habían bautizado las revistas de ricos y famosos. Tampoco contribuyó a darle credibilidad al asunto que su novia, Martine Schmidt, dijera que sí, que John Paul había jugado con la posibilidad de fingir su secuestro y que incluso había hablado con alguien para hacerlo, pero que había cambiado de idea. “Paul ya no quería ser secuestrado, pero los secuestradores lo seguían”, explicó.

Con el correr de los días, Gail se convenció de que el secuestro era verdad y le pidió a su exmarido, John Paul Getty II, que intercediera ante su padre millonario para que pagara el rescate que pedían para devolver al chico. La respuesta del viejo fue un terminante “No”. Y no solo eso: convocó a una conferencia de prensa en Surrey, Inglaterra, donde vivía, y declaró sin mostrar la más mínima emoción: “No voy a pagar un centavo. Tengo otros catorce nietos. Si pago el rescate de uno… tendré catorce nietos secuestrados”. Si Jean Paul Getty I tenía fama de avaro, esas palabras la potenciaron: en los medios de todo el mundo se lo calificó de frío, insensible, canalla y miserable. Los secuestradores dijeron entonces que devolverían al nieto, pero de a pedacitos.

“No aceptes consejos, solo dinero”

Jean Paul Getty I tenía 80 años y una fortuna calculada en dos mil millones de dólares cuando secuestraron a su nieto. Había nacido rico en Minneapolis, Minnesota. Hijo de Sarah Catherine McPherson Risher y George Franklin Getty, fue uno de los primeros hombres en amasar una fortuna de más de mil millones de dólares. Su padre lo envió a las mejores escuelas y universidades, pero cuando cumplió 24 años le cortó los víveres y lo mandó a trabajar con una frase que Juan Paul nunca olvidaría: “Los hijos de los ricos no deben ser consentidos ni recibir dinero cuando tengan edad de valerse por ellos mismos”, le dijo. Muchos años después en su libro “Cómo ser rico”, recordó esas palabras y contó: “Empecé en la universidad con cien dólares, trabajé como galeote, y gracias a mi instinto –eso que los inútiles llaman ‘suerte’– levanté un imperio”.

Jean Paul Getty ganó su primer millón de dólares en 1916 con Tulsa, su primera compañía petrolera

Se había preparado muy bien para construir su destino de magnate. Había estudiado en Universidad del Sur de California, en Berkeley, el Magdalen College y en Oxford en Economía y Ciencias políticas. Y había acumulado sus primeras experiencias trabajando durante los veranos en los pozos petroleros de su padre en Oklahoma. Tenía, además, un gran instinto para los negocios.

Ganó su primer millón de dólares en 1916 con Tulsa, su primera compañía petrolera. Después se dedicó a la compra y venta de pequeñas empresas petroleras –en una época en que el oro negro brotaba sin pausa–, fundó otra petrolera a la que le puso su nombre, Getty Oil, y entró a formar parte de la galería de los súper millonarios de su tiempo como Aristóteles Onassis, John D. Rockefeller y Howard Hughes.

No solo tenía olfato para ganar dinero, también sabía administrarlo. Desde el principio había sido muy ordenado el manejo de su fortuna, a la que hizo crecer sin pausa. Lo único que nunca supo organizar bien fue su vida amorosa: se casó cinco veces y toda su descendencia le procuró más de un dolor de cabeza. Primero contrajo matrimonio con Jeanette Demont, después con Allene Ashby, seguida de Adolphine Helmle. Luego fue el turno de Ann Rork y finalmente el de Louise Lynch. De esos matrimonios tuvo seis hijos – George Franklin II, Jean Ronald, Eugene Paul, Jean Paul Jr., Gordon Peter y Timothy Ware – que le dieron quince nietos.

Esa familia numerosa fue una fuente inagotable de problemas y muchos de sus hijos fueron desheredados. Si no trabajaban como él lo había hecho – y lo seguía haciendo – Getty los desheredaba. A todos les inculcó la misma norma de conducta: “No aceptes consejos de nadie; solo dinero. Da consejos a cualquiera, pero nunca dinero”, les dijo como si fuera una verdad revelada.

La oreja y la avaricia

Para principios de noviembre de 1973, John Paul Getty III llevaba más de cuatro meses de cautiverio y su abuelo millonario seguía plantado en no desembolsar un solo dólar para recuperarlo. Su único gesto fue contratar a un ex agente de la CIA llamado J. Fletcher Chase para que acompañara a la afligida Gail e investigara el caso. En ese tiempo, el adolescente había pasado a otras manos.

Los primeros secuestradores del chico creyeron que cobrarían rápidamente el rescate y al no lograrlo se lo vendieron a la ‘Ndrangheta, la organización mafiosa calabresa, que sí contaba con la estructura necesaria para mantenerlo cautivo durante el tiempo que fuera necesario. Pero llegó el momento en que los mafiosos también se cansaron de esperar y decidieron enviar su mensaje quirúrgico en el paquete que llegó a la redacción de Il Messaggero. Recién entonces el abuelo millonario aceptó pagar, aunque de una manera que no afectara sus finanzas. Puso 2,2 millones de dólares de su bolsillo, exactamente la mayor suma podría deducir de impuestos, y le prestó el resto su hijo – el padre de John Paul III – a condición de que se lo devolviera con un interés del 4 por ciento anual.

En otras palabras, el abuelo Getty no pagó un solo dólar e hizo trabajar parte del dinero a expensas de su propio hijo. El encargado de reunirse con los secuestradores y pagar el rescate fue el ex agente de la CIA Chase, que viajó al sur de Italia para hacerlo. Lo siguió un grupo de policías que, haciéndose pasar por turistas, fotografiaron a los mafiosos que recibieron el dinero. No harían nada hasta que los secuestradores liberaran al chico.

John Paul Getty III fue dejado en libertad el 15 de diciembre de 1973 en una estación de servicio de la provincia de Potenza. Estaba en muy mal estado de salud, porque el corte de la oreja se le había infectado y había sufrido una neumonía durante su cautiverio, la mayor parte del cual transcurrió en una cueva húmeda. De regreso en su casa de Roma y a instancias de su madre, el chico llamó por teléfono a su abuelo para darle las gracias por haber pagado el rescate. El viejo millonario ni siquiera le atendió el llamado.

Una vida destruida

Luego de la liberación de John Paul, la policía logró detener a nueve de los secuestradores, entre ellos a Girolamo Piromalli y Saverio Mammoliti, miembros de alto rango de la ‘Ndrangheta, pero solo dos fueron condenados, mientras que el resto terminó absuelto por falta de pruebas. La mayor parte del dinero del rescate nunca fue recuperada. Al viejo Getty eso no le importó, ya había hecho su negocio.

Un año después, con 18 años recién cumplidos, John Paul Getty III se casó con la alemana Gisela Martine Zacher, de 24, con quien tuvo un hijo, Balthazar. Furioso, el abuelo le cortó definitivamente el acceso a la fortuna familiar. Vivió los años siguientes en Los Ángeles, donde trató de reconstruir su vida. En 1977 se sometió a una operación para reconstruir la oreja cortada, pero nunca se recuperó de las secuelas físicas y psíquicas del secuestro y se hizo adicto al alcohol y las drogas duras. En 1981, tomó un cóctel de alcohol, valium y metadona que le provocó un fallo hepático y un derrame cerebral que lo dejó tetrapléjico, parcialmente ciego, e incapaz de hablar. Su abuelo había muerto y su padre se negó a asumir los gastos del tratamiento médico. Fue necesario que la madre entablara una batalla legal para que pagara las cuentas.

John Paul Getty III en 2003, tetrapléjico, sobre una silla de ruedas

Separado de su mujer e incapacitado para valerse por sí mismo, John Paul Getty III volvió a vivir con su madre. Murió en una propiedad de su padre en Wormsley Park, Buckinghamshire, Inglaterra, el 5 de febrero de 2011, a los 54 años.

El secuestro de John Paul Getty III fue uno de los casos policiales más resonantes de la década de los ’70. Tenía todos los ingredientes para serlo: un adolescente díscolo, un abuelo tan multimillonario como avaro, la participación de la mafia italiana y, como frutilla del postre, la oreja cortada. En 2017, el director Ridley Scott estrenó la película “Todo el dinero del mundo”, basada en la historia, con Christopher Plummer en el papel del viejo Getty. Aunque habían pasado más de cuatro décadas de los hechos, fue un éxito de taquilla a nivel mundial.

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