Hace unos días hablé sobre la importancia de que los adultos actuemos como yo-auxiliares de nuestros hijos, ayudándolos cuando no tienen la fortaleza interna necesaria para hacer lo que les pedimos o lo que es bueno para ellos, ya sea por lo intenso o por lo adictivo de muchos estímulos, especialmente los relacionados con las pantallas. A esto se suma que el movimiento de crianza permisiva lleva a que muchos chicos crezcan con una menor fortaleza de recursos en comparación con generaciones anteriores.
El alimento que tiene proteína, zinc y omega-3 y que todos están sumando a su dieta
No están tan acostumbrados al “no”, y la tarea de los padres como yo-auxiliares se prolonga en el tiempo. En muchas situaciones vamos a usar consecuencias, ya vimos que es bueno que decidan, resuelvan, incluso se equivoquen y aprendan a evaluar sus decisiones.
Muchos padres y madres me preguntan cómo tendrían que ser esas consecuencias naturales o lógicas para ser efectivas. En lo posible intentemos que sean:
- Inmediatas, cortas, sencillas y activas, acordes a la edad, madurez y fortaleza interna de nuestro hijo.
- Reparadoras: que les permitan aliviar la culpa ya que es muy sanador para todos.
- Relacionadas con el hecho y proporcionales a lo sucedido (las “inolvidables”, “que le duela” no las olvidamos por lo que nos dañaron, sino por lo que aprendimos).
- Valiosas para aprender, es decir: razonables y respetuosas.

A veces es sencillo encontrar consecuencias naturales (si no lleva la campera puede tener frío, o si no está listo a la hora pautada se queda) o lógicas (no puede prender la tele hasta que se haya bañado), pero en otros casos tendremos que pensar e ir armando un esquema de “nuestras” consecuencias, acordes a nuestros valores familiares. En este tema, como en muchos otros, no hay recetas que valen para todos.
Es importante saber que “se hace camino al andar”, es imposible tener el plan de acción listo para todas las circunstancias posibles. Vamos a ir armando nuestro plan de consecuencias a medida que lo vayamos necesitando. Los chicos crecen y los temas y problemas van cambiando.
Durante mucho tiempo me pareció buena idea ir cancelando pantallas cuando no surgían consecuencias naturales o lógicas, pero hoy me doy cuenta de que cuando las usamos como consecuencia les damos también valor de premio a la buena conducta, y las pantallas son herramientas de juego y de trabajo y deben tratarse como tales, y no como premio o consecuencia, salvo que nuestro hijo haya hecho mal uso de esa pantalla, en cuyo caso sí correspondería. Cuántas veces decidimos cancelarlas “porque se portaron mal” (así la culpa es de ellos y no nuestra) cuando la realidad es que nosotros debemos poner las pautas de uso que nos parecen adecuadas y tolerar su enojo al hacerlo.
Ya vimos la importancia de que sean preanunciadas: que nuestros hijos sepan lo que va a ocurrir si hacen, o dejan de hacer, algo. De todos modos, la primera vez no es preanunciada y establece un patrón que luego permanece.
Van cambiando con el tiempo: a los ocho años te digo que te vayas de la mesa por molestar, a los 14 me voy yo, forcejear a esa edad no conduce más que a mayores problemas.
Tienen sentido para el que decide asumirlas: se fue en colectivo al colegio y tuvo media falta, pero eligió quedarse un rato más en la cama.
Se exponen con tranquilidad, de otro modo expresan nuestra impotencia, no nuestra fuerza.
No usemos como consecuencias los temas que son valiosos para ellos: no se cancela la clase de guitarra, los cumpleaños, las invitaciones, el deporte. Ellos hacen muchas cosas que no les entusiasman, como estudiar, ordenar, hacer tarea, etc. y son pocas las actividades que les fascinan. Cuando se las sacamos les cortamos el “suministro de oxígeno” para su vida diaria.
No es necesario que sufran, alcanza con que moleste (lavar el auto varias semanas para comprar el sweater que perdió).
Estemos atentos porque si no se cumplen estas condiciones es probable que sea un castigo “disfrazado” de consecuencia (arbitrario, injusto o excesivo).
¿Cuál es la diferencia entre amenazas y consecuencias? La línea es muy finita entre ambas. La diferencia principal está en el tono en el que se enuncia: la amenaza llega con enojo y la consecuencia se anuncia y se cumple… y seguramente el que se enoje sea el hijo: “hasta las siete puedo ayudarte a estudiar, más tarde no”, ”son las siete, ya no puedo ayudarte”. Cuando nos da pena, y terminamos enojados y ayudando, el resultado no es bueno para nadie. Si no voy a cumplirla, es preferible que no la enuncie. Y cuando el tema terminó, olvidémoslo.