Una criatura, 42 prótesis y un abrigo de guerra: así se forjó el Frankenstein de Guillermo del Toro

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Frankenstein de Guillermo del Toro

La imagen de Jacob Elordi emergiendo en un paisaje helado, transformado en la criatura de Frankenstein bajo la dirección de Guillermo del Toro, marca un hito en la reinvención de un clásico literario para la pantalla. El proceso detrás de esta metamorfosis, que requirió más de 10 horas diarias de maquillaje y la aplicación de 42 prótesis, revela una colaboración artística y técnica sin precedentes. Esta nueva versión, ya disponible en Netflix, se distancia de los estereotipos visuales de Hollywood y se acerca a la esencia oscura y romántica de la novela original de Mary Shelley.

La elección de Elordi para el papel resultó inesperada y decisiva. Nueve semanas antes del inicio del rodaje, Andrew Garfield, inicialmente seleccionado para interpretar a la criatura junto a Oscar Isaac como Victor Frankenstein, abandonó el proyecto por problemas de agenda. La llegada de Elordi, con su imponente estatura de 1,96 metros, ofreció al equipo de maquillaje un “lienzo fabuloso”, en palabras de Mike Hill, jefe del departamento de efectos protésicos. Hill, en conversación con ELLE, subrayó que más allá de la apariencia física, Elordi aportó una profundidad interpretativa esencial: “Hay un alma ahí, y una actuación activa”.

Andrew Garfield era la primera opción de Guillermo del Toro para interpretar a la criatura
REUTERS/Maja Smiejkowska

La preparación de Elordi para encarnar a la criatura se desarrolló principalmente en la silla de maquillaje. El proceso, que podía extenderse más de 10 horas, implicaba la colocación de 42 piezas protésicas, de las cuales 14 correspondían a la cabeza y el cuello. La retirada del maquillaje requería otros 90 minutos y el uso de una sauna inflable en el camerino del actor. Hill reconoció que sin la paciencia de Elordi, el resultado no habría sido posible. “Nunca he conocido a un mejor sujeto”, afirmó el diseñador, quien también destacó la resistencia del actor ante el agotamiento físico y emocional que suponía la transformación diaria.

La colaboración entre los equipos de maquillaje y vestuario fue fundamental para definir la duración y el alcance de cada sesión. Kate Hawley, responsable del diseño de vestuario, explicó a ELLE que la coordinación con Hill determinaba si Elordi pasaría cinco o diez horas en maquillaje, dependiendo de las áreas del cuerpo que quedaban expuestas. El vestuario, lejos de replicar el icónico traje negro y la piel verde de versiones anteriores, se inspiró en la anatomía humana y en referencias artísticas del siglo XIX. Hawley citó la influencia de Caravaggio para lograr una estética oscura y teatral, con tonos rojizos y piel luminosa que evocan tanto la cera como la anatomía.

La transformación de Jacob Elordi como el monstruo de Frankenstein requirió más de 10 horas de maquillaje antes de cada rodaje

El proceso de diseño del vestuario comenzó con la creación de vendas y ataduras de cuero, evocando la figura de Cristo y adaptándose a las exigencias del rodaje. Hawley buscó que las prendas reflejaran la naturaleza fragmentada de la criatura, utilizando materiales como ante y cuero para simular una segunda piel. El abrigo militar, pieza central del vestuario, fue concebido como una “otra piel desollada”, tomada de un esqueleto caído en la guerra de Crimea. Este abrigo, que en ocasiones debía ser transportado en ruedas por su peso, incorporaba detalles anatómicos como una columna vertebral impresa, en sintonía con el trabajo de Hill en la piel protésica.

La atención al detalle se extendió incluso al cabello de la criatura. Hill diseñó una peluca con tonos que iban del castaño al rubio blanquecino, evitando el negro azabache para mantener una apariencia más terrenal y humana. El objetivo era que la criatura pareciera un ser real, un “muñeco fracturado” que, a medida que crece, se humaniza. El vestuario también incluyó elementos adaptados para escenas con agua, explosivos y la interacción con animales, como los lobos, que requerían versiones especiales del abrigo debido a su sensibilidad a la lana.

La visión de Guillermo del Toro se alejó deliberadamente de los clichés visuales establecidos por la película de 1931 protagonizada por Boris Karloff. Tanto Hill como el director coincidieron en que la criatura clásica no encajaría en esta nueva interpretación. Del Toro estableció desde el principio que no habría heridas llamativas ni tornillos en el cuello, buscando una representación más fiel al espíritu de la novela de Shelley y a la atmósfera del siglo XIX. Para lograrlo, Hill recurrió a manuales de anatomía de la época y objetos como cabezas de frenología, mientras que Hawley integró referencias artísticas y literarias en el diseño de las prendas.

Guillermo del Toro se alejó de la concepción tradicional del monstruo para acercarse más a la visión original de la autora del libro, Mary Shelley

El ambiente en el set reflejó el carácter colaborativo del proyecto. Elordi, lejos de aislarse durante las largas horas de maquillaje, compartió momentos con el equipo y su perro Layla, quien, según Hill, aportó compañía y alivio durante las jornadas más exigentes. La interacción entre los departamentos de maquillaje, vestuario y dirección resultó clave para mantener la coherencia visual y simbólica de la criatura a lo largo de la película.

El impacto visual de la criatura se manifiesta desde la secuencia inicial en el Ártico, donde su silueta y vestimenta contribuyen a una atmósfera operática y enigmática. Hawley describió el efecto de las chispas y las llamas en pantalla como un “fénix surgiendo de las cenizas”, subrayando la dimensión simbólica de la transformación. Cada elemento, desde las costuras visibles en la piel hasta la superposición de capas en el vestuario, refuerza la idea de un ser construido y marcado por la memoria de otros cuerpos y vidas.

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