Contar con un buen desengrasante en casa puede marcar la diferencia entre una limpieza rápida y una batalla sin fin contra la suciedad. Los productos formulados específicamente para eliminar grasa suelen ser muy eficaces: combinan tensioactivos, disolventes y agentes alcalinos que descomponen los residuos con facilidad. En los supermercados hay decenas de opciones que funcionan bien y resultan seguras si se usan siguiendo las instrucciones.
Sin embargo, las redes sociales están llenas de fórmulas caseras que prometen los mismos resultados con ingredientes cotidianos. Una de las más populares propone mezclar una taza de vinagre, una taza de agua y un chorro de jabón para platos. Suena natural, económico y ecológico, pero según explica un experto, la mezcla no solo no mejora la limpieza: no sirve como desengrasante.
«LA MEZCLA MÁS ABSURDA QUE CIRCULA POR INTERNET»
El responsable de esta contundente afirmación es Diego Fernández, ingeniero químico y divulgador de ciencia en redes. En uno de sus vídeos más recientes, muestra paso a paso cómo se prepara la mezcla viral para, acto seguido, explicar por qué no tiene sentido desde el punto de vista químico.
«Si lo quieres hacer todavía más absurdo, agrega dos cucharadas de bicarbonato de sodio», ironiza mientras agita una botella con los ingredientes. «Al mezclarlo con vinagre, que es un ácido, bajas el rendimiento y rompes el equilibrio de la fórmula. Si además le agregas bicarbonato, neutralizas el vinagre, haces una mezcla inestable y no ganas poder desengrasante.»
POR QUÉ LA MEZCLA NO FUNCIONA
El motivo, explica Fernández, está en la reacción entre los componentes. El jabón para platos está diseñado para actuar en medios neutros o ligeramente alcalinos, lo que potencia su capacidad de cortar la grasa. Al añadir vinagre, que es un ácido, el pH baja y esa eficacia se reduce. Y si además se incorpora bicarbonato, que es básico, se produce una neutralización: el vinagre pierde su acidez y ambos se anulan mutuamente.
El resultado es una solución con escaso poder limpiador, que puede generar una espuma efervescente, pero sin efecto desengrasante real. «Esta fórmula no tiene sentido» -resume Fernández-.
