Cuatro razones por las que ganaron los hermanos Milei

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Javier Milei y su hermana Karina

La estrategia de Karina Milei fue positiva para La Libertad Avanza viendo el final de la película. En esencia, fue una jugada de manipulación política en la que en 2024 les prometió una coalición de gobierno al PRO y a los gobernadores, pero lo que terminó construyendo fue una alianza transitoria, hasta que en 2025 emergió el verdadero objetivo: armar el partido en más de 2000 municipios y las 24 provincias. Un dispositivo territorial para disputar el poder desde abajo y en todo el país.

Por eso, el triunfo tiene varias aristas. No fue solo una victoria electoral, fue una consolidación del espacio.

A pesar de un sinfín de dificultades -económicas, financieras, sospechas de corrupción, errores comunicacionales-, el oficialismo consiguió un triunfo histórico luego de un 7 de septiembre para el olvido. Fue una recuperación de poder, un reordenamiento del tablero y, sobre todo, una reafirmación de liderazgo.

Las cuatro razones

1. Milei x 2

Karina y Javier Milei funcionan como espejo y refuerzo. Uno grita, la otra ordena. Él encarna la furia del cambio; ella, la ingeniería silenciosa del poder. A su alrededor, una construcción que sobrevivió a su propio caos: crisis económicas, desbordes internos, sospechas y errores comunicacionales. Y sin embargo, lograron convertir fragilidad en potencia.

  1. La inflación se desaceleró, y con eso se cumplió el espíritu del contrato electoral: estabilizar la economía sin derrumbar el orden.
  2. Milei sigue siendo lo nuevo. En un escenario de rostros repetidos, su figura aún conserva el magnetismo del outsider.
  3. Milei pelea. En Argentina, quien no pelea desaparece. Desde el Movistar Arena hasta los pueblos más inhóspitos, su energía transmitió una promesa de acción total: “Voy a hacer lo que sea necesario”.
  4. El alivio frente a la incertidumbre. Paradoja nacional: elegimos lo desconocido para huir de lo que ya conocemos, una melodía repetida.
  5. Un gobierno vulnerable, un presidente expuesto. Y, sin embargo, fortalecido por contraste: la victimización como blindaje emocional y narrativa de resistencia.

2. El PRO como sujeto tácito

El PRO no figuró en la boleta, pero sí en la historia. Fue el actor silencioso del triunfo. Un socio sin firma, pero con ADN en la estrategia, la estructura y la foto final.

  1. El miedo amarillo se reactivó. Tras el 7S, el votante del PRO comprendió que la amenaza del regreso K pesaba más que cualquier duda sobre Milei.
  2. No estaba el amarillo, pero sí Bullrich, Santilli y los intendentes. Los silencios hablaron: el PRO decidió empujar, no competir. Doblegado y disciplinado desde Mayo en CABA se anotó un triunfo para volver a ser.

3. El Miedo K

El miedo volvió a ordenar la política argentina. El miedo a lo conocido, a lo que ya dolió. El miedo a que “vuelvan”.

  1. Parte de la ciudadanía eligió la estabilidad, aunque sea frágil. Frente al caos potencial, una gran parte eligió continuidad.
  2. El recuerdo de Alberto, Cristina y Massa lo puede todo. En la memoria colectiva, aún son sinónimo de desorden y promesas incumplidas.
  3. La no campaña del peronismo. Esperaron que el error ajeno bastara. Pero la política no perdona la inercia y la pasividad de un candidato que no logró casi hablar.

4. Braden-Trump sin Perón

Si en 1945 el eje era “Braden o Perón”, en 2025 fue “Trump o el desorden”. El norte volvió a ser brújula simbólica.

  1. Trump funcionó como padre político. No solo por su respaldo público, sino por lo que representó: validación, estabilidad, contención internacional. Mientras la oposición habló de pérdida de soberanía y salvataje, gran parte del electorado vio en esa escena una alianza de confianza. El Tesoro norteamericano y la Casa Blanca se convirtieron, paradójicamente, en garantes de la continuidad argentina. Trump fue a Milei lo que Braden no fue a Perón: una bendición más que una condena.

Conclusión

El Gobierno no debe comerse el amague. Las críticas persisten, la economía no despega, pero el escenario se ordenó. El oficialismo fue validado en su necesidad de sostener la gobernabilidad, no en su visión de futuro. No fue un voto de amor, fue un voto con advertencia: “Te bancamos porque lo otro me da miedo, porque lo otro lo recuerdo, porque lo otro es peor… te doy dos años más, si no te saco”. Un disparo certero a los rivales, pero también un mensaje al poder, el apoyo no es incondicional.

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