El Reino de Belmonte, el barrio de Madrid que se independizó y cuyos vecinos pidieron asilo a Cuba hace 35 años

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Si no existieran las hemerotecas que dan fe de que se trata de hechos reales, uno se sentiría tentado a pensar que la historia del Cerro Belmonte forma parte del guion de una película española de comedia, de esas en las que abundan las situaciones absurdas. Y es que lo ocurrido hace 35 años en este barrio madrileño fue tan increíble y surrealista que sirvió para alimentar al menos una obra de teatro que se puso en escena en Badajoz en 2024 y una novela, El reino de Belmonte, publicada este año por el escritor e historiador Alfonso Mateo-Sagasta.

¿De qué se trató? Básicamente es la historia de un grupo de vecinos que, en su lucha para evitar ser expropiados (y, según denunciaban, también expoliados) por el Ayuntamiento de Madrid, viajaron a La Habana para entrevistarse con Fidel Castro y, luego, establecieron en la capital española un “reino” independiente con gobierno, moneda, bandera, himno y Constitución. Pero, no nos adelantemos y vayamos al principio.

Madrid, junio de 1990

A inicios del verano de 1990, los habitantes de Cerro Belmonte fueron comunicados por el Ayuntamiento de Madrid de que sus casas iban a ser expropiadas como parte de un plan de renovación urbana que buscaba eliminar las viviendas rústicas del perímetro de la ciudad.

En esa época, Cerro Belmonte era un barrio de casas autoconstruidas con unos 300 vecinos, muchos de los cuales eran personas mayores que habían llegado a la capital española décadas atrás en busca de una mejor vida y que ante las dificultades para encontrar dónde vivir terminaron levantando sus propias casas.

“Eran infraviviendas, que son casas sin servicios. Ellos cavaban sus pozos, la luz la conseguían pinchando la red eléctrica o con generadores. Las construían con paredes de ladrillo y, una vez que les colocaban tejado, ya no se podían derribar porque la ley establecía que la policía no podía desalojar las infraviviendas sin un proceso legal”, dice Alfonso Mateo-Sagasta en una entrevista con BBC Mundo.

El ayuntamiento les ofrecía reubicarlas en los barrios de Vallecas o Villaverde, ubicados en el otro extremo de la ciudad, pues Cerro Belmonte estaba localizado en el noroeste de Madrid, en una zona ahora conocida como Valdezarza.

Para colmo, ofrecían pagarles una indemnización de entre 3.000 y 5018 pesetas por metro cuadrado. Esta oferta causó indignación entre los vecinos, que sabían que en esa época el valor del suelo en esa zona era en torno a las 200.000 pesetas por metro cuadrado.

La situación no era fácil para los habitantes de Cerro Belmonte que ya habían visto como en años anteriores habían ocurrido procesos similares en otros barrios de la ciudad, sin que nada -ni las protestas, ni las manifestaciones pacíficas o violentas- pudieran hacer cambiar la decisión de las autoridades.

Quizá por eso en Cerro Belmonte optan por reaccionar de otra manera.

El escritor e historiador Alfonso Mateo-Sagasta se inspiró en los hechos reales ocurridos en Cerro Belmonte para escribir una novela

Jugando la carta cubana

Conscientes de que las protestas tradicionales usadas en otros barrios para evitar la expropiación no habían dado resultados, los vecinos de Cerro Belmonte apostaron por hacer una jugada atrevida y decidieron acudir a pedir asilo a la Embajada de Cuba en Madrid.

¿Por qué Cuba? Pues, en principio, porque en ese momento las relaciones entre la isla y España atravesaban una crisis diplomática que estaba acaparando la atención de la opinión pública, luego de que tres cubanos hubieran ingresado en la Embajada española en La Habana para pedir asilo político.

“Los vecinos de Cerro Belmonte dijeron, ‘bueno, pues tanta atención para 3 cubanos, mientras nosotros somos 300 y aquí no nos hace caso nadie. Entonces, ya que los cubanos que tienen problemas con Fidel Castro piden asilo político a España, nosotros que tenemos problemas con el Ayuntamiento de Madrid, le vamos a pedir protección a Fidel Castro”, cuenta Mateo-Sagasta.

Así fue como el 25 de julio, los residentes de Cerro Belmonte acudieron a la Embajada de Cuba en Madrid donde entregaron una carta solicitando asilo en la isla.

Su petición no habría tenido mayor repercusión sino fuera porque obtuvieron una inesperada y pública respuesta de parte de Fidel Castro…

Una respuesta televisada

Fidel Castro respondió durante un discurso público a la solicitud de los habitantes de Cerro Belmonte

Apenas un día más tarde, durante su tradicional discurso para conmemorar el aniversario del asalto del Cuartel Moncada, fecha que marca el inicio de la Revolución cubana, Castro habló de forma extensa sobre los vecinos de Cerro Belmonte y cómo habían ido a la embajada en Madrid a pedir asilo.

“Estos no entraron por la fuerza, no pueden haber sido más decentes; llegaron allí, pidieron hablar, entregaron su carta, se marcharon, y aquí tenemos la carta”, dijo Castro marcando lo que parecía un intencional contraste con el caso de algunos de los cubanos que habían buscado refugio en la Embajada española en La Habana y cuyo número creció de los tres iniciales hasta casi una veintena.

“Estos españoles humildes, sin darse cuenta, han mostrado la otra cara de la moneda de lo que es el mundo capitalista explotador, inhumano y despiadado. Estos españoles humildes le han hecho un honor a Cuba con su confianza y demuestran lo que es el verdadero pueblo español: el pueblo español que luchó contra el fascismo, el pueblo español que luchó contra Napoleón, el pueblo español que luchó siete siglos por su independencia. En este momento, estos humildes ciudadanos españoles han mostrado la cara del capitalismo”, dijo Castro.

En su discurso, el mandatario cubano aclaró que Cuba no debía darles asilo a los residentes de Cerro Belmonte porque no existía un convenio diplomático para ello, pero a cambio les animó a “seguir luchando por sus derechos”, les invitó a viajar a la isla e, incluso, a quedarse a vivir allí.

“Si desean visitar a Cuba, les damos visa y los invitamos a que visiten a Cuba. Así nos contarán su problema y nos contarán de las calamidades del capitalismo. Si desean residir en Cuba, les damos permiso para residir en Cuba. Si quieren espacio para construir sus viviendas (…) sin cobrarles un centavo les damos el espacio y los materiales para construir sus viviendas, y les damos empleo. No podremos darles los niveles de vida que tiene la España desarrollada, pero habrá respeto, habrá dignidad. Sus hijos y sus familiares se beneficiarán gratuitamente de la mejor atención médica del mundo y de la mejor educación del mundo, y se sentirán verdaderamente entre hermanos. Lo mismo si quieren crear una comunidad rural, les damos la tierra y todos los recursos para las viviendas y para que se organicen y la pongan a producir. Todo está garantizado”, dijo.

Viaje a La Habana

La prensa española hizo seguimiento cercano a toda la historia de Cerro Belmonte. La nota que aparece acá, corresponde al Diario Palentino

El discurso de Castro ayudó a darle visibilidad a la causa de Cerro Belmonte, cuyos habitantes rechazaron la invitación de Castro de irse a vivir a Cuba, pero aceptaron la propuesta de visitar la isla.

“Agradecemos mucho la invitación de Castro, pero nuestro sitio está aquí, en nuestras casas y en nuestro país”, dijo entonces Desideria Becerril, una de las vecinas, en declaraciones al diario El País.

Y es que la solicitud de asilo, en realidad, no era más que una estrategia para dar visibilidad a su causa.

“Nos dirigimos a Fidel Castro y no al Gobierno cubano para llamar la atención de los madrileños”, reconoció al diario español la abogada Esther Castellanos, quien fungía como portavoz de los vecinos.

Este vínculo con Cuba seguiría ayudando a los vecinos de Cerro Belmonte a mantener su causa presente en la mente de la opinión pública y, unas dos semanas después del discurso de Castro, un grupo de 24 vecinos viajó a La Habana con todos los gastos cubiertos.

Los viajeros fueron elegidos en un sorteo. Sus edades oscilaban entre 10 y 70 años. Según se dijo entonces, la mayor parte de ellos nunca habían tomado vacaciones fuera de Madrid y solamente dos habían viajado fuera de España.

En Cuba, además de hacer turismo, los vecinos asistieron a un almuerzo privado de cuatro horas con Castro, quien -según relataron- se interesó en preguntarles acerca de sus vidas.

“[Castro] nos trató de tú a tú y no como un jefe de Estado. Si las autoridades españolas nos hubiesen hecho un tercio del caso que nos han hecho las cubanas, estaríamos más que contentos”, dijo a la prensa la abogada Esther Castellanos al llegar de vuelta al aeropuerto de Madrid, donde los vecinos fueron recibidos por una multitud de unas 60 personas.

Del asilo al reino

El revuelo que causó el viaje a Cuba de los residentes de Cerro Belmonte no ayudó a que el Ayuntamiento de Madrid se sentara a negociar con ellos

Pero la visibilidad obtenida por el viaje a Cuba no ayudó a que los vecinos de Cerro Belmonte lograran ser recibidos por el entonces alcalde de Madrid, Agustín Rodríguez Sahagún. Al contrario, desde el Ayuntamiento se criticaba a los vecinos por “falta de seriedad”.

Ante estas circunstancias, los residentes de Cerro Belmonte decidieron doblar sus apuestas con el fin de mantener viva su causa en la opinión pública. Así, además de intentar algunas formas de protesta más tradicionales, los vecinos anunciaron que celebrarían un referéndum para declararse como un Estado independiente.

“Estas acciones se explican por su voluntad de ser conocidos, de que la gente se entere de lo que está pasando. Hay que pensar que en el año 90 no hay redes sociales, no hay nada parecido. Todo depende del poder de la prensa, de salir en los periódicos, que es su principal objetivo: salir en los periódicos para tener fuerza para negociar con el ayuntamiento”, afirma Mateo-Sagasta.

El 20 de agosto, Castellanos dio un ultimátum a las autoridades municipales de Madrid: si para septiembre no se han sentado a negociar con los vecinos, Cerro Belmonte se constituirá en un Estado independiente.

El plazo fijado venció sin que hubiera diálogo, por lo que el 5 de septiembre realizaron un referéndum en la casa de “La Desi”, una de las vecinas afectadas. ¿Los resultados? 212 votos a favor de independizarse de España y dos votos en contra.

Así fue como se decidió crear el Reino de Cerro Belmonte, que incluía al Principado de Villaamil y el Condado de Peña Chica (Villaamil y Peña Chica eran dos de las calles que marcaban los límites del barrio).

Una semana más tarde, los vecinos anunciaron la formación de un gobierno provisional.

El revuelo que causó el viaje a Cuba de los residentes de Cerro Belmonte no ayudó a que el Ayuntamiento de Madrid se sentara a negociar con ellos

También aprobaron una Constitución en la que señalaban que el objetivo de declararse independientes era “reunificarse con España tan pronto como se anule la expropiación”. Mientras tanto, ofrecieron la corona del nuevo reino al monarca español Juan Carlos I.

Aquella Carta Magna también establecía que en el Reino de Belmonte “se abogará por la justicia, la igualdad, el pluralismo político y la felicidad” y, para curarse en salud de la mala experiencia con el Ayuntamiento de Madrid, decidieron abolir la expropiación.

Los vecinos también decidieron establecer su propia moneda: el belmonteño, que equivalía a 5.018 pesetas (el precio al que el Ayuntamiento les quería pagar por cada metro cuadrado expropiado). También crearon una bandera que tenía tres franjas horizontales de colores blanco y rojo y en cuyo centro había una estrella que, según afirmaban, había sido tomada de la bandera de la Comunidad de Madrid.

Además, el nuevo reino tenía un himno compuesto por el vocalista de un grupo de música punk y cuya letra decía “queremos pan, queremos vino, queremos al alcalde colgado de un pino”.

Para garantizar los ingresos del nuevo reino, decidieron “cerrar las fronteras” colocando vallas y cobrar un peaje a quienes quisieran transitar por la calle Sinesio Delgado, que era una vía que atravesaba el barrio.

En su jugada “independentista”, los vecinos de Cerro Belmonte escribieron al Comité de Descolonización de la ONU para que reconociera su independencia, y al papa Juan Pablo II, así como al Comité Olímpico Internacional (COI) pues, dado que se aproximaban las Olimpiadas de Barcelona 1992, querían que el nuevo reino tuviera garantizada su participación en este evento deportivo.

Pero todas estas acciones tan creativas, que bien les sirvieron para lograr notoriedad en la prensa, no conseguían forzar al Ayuntamiento de Madrid a negociar.

“Ellos hicieron de todo, pero luego nadie contestaba. Todos son actos para salir en la prensa, pero no hubo consecuencias reales. No conseguían nada con lo que iban haciendo: la Comunidad de Madrid no contestó, la Casa Real contestó, la ONU no contestó, el COI tampoco”, comenta Mateo-Sagasta.

Paradójicamente, al no lograr avanzar con estas medidas creativas tuvieron que recurrir a formas de protesta tradicionales y fue gracias a estas que lograron sus objetivos.

De lo que fue Cerro Belmonte aún quedan algunas pocas casas en pie y otras, como la de la imagen, en ruinas

“Ya al final, cuando las autoridades municipales se negaban a negociar nada y pensaban que esta era una panda de locos, se declararon en huelga de hambre unos 60 ancianos y, claro, poco después empezó a haber ingresados en el hospital con bajones de azúcar, con problemas de tensión. Empezaron a enfermar y allí el ayuntamiento se asustó por la posibilidad de que se fuera a morir algún anciano con ese escándalo… y había elecciones al año siguiente. Entonces, decidieron retirar el expediente de expropiación”, cuenta Mateo-Sagasta.

Esa medida abrió las puertas para que cada vecino decidiera qué quería hacer con su propiedad. Entonces, empezó un proceso distinto en el que los propietarios que quisieron vender negociaron el precio de sus metros cuadrados de la mejor manera que pudieron.

Así, el Reino de Belmonte desapareció para siempre aunque Cerro Belmonte no lo hizo del todo, pues aunque ya esa zona de Madrid ha cambiado mucho, aún es posible encontrar en pie alguna de esas viviendas bajas originales como testimonio de un barrio desaparecido cuyos vecinos jugaron a inventarse un reino para no perder sus casas.

*Por Ángel Bermúdez

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