Ya no hay otro tema que interese en el presente del boxeo argentino. Sólo se comenta, polemiza y analiza la gran pelea del sábado próximo en Riad, Arabia Saudita, entre el único campeón mundial absoluto del país, Fernando “Pumita” Martínez y el estadounidense Jesse “Bam” Rodríguez, quienes unificarán sus coronas AMB-CMB-OMB.
Un combate -acorde a su resultado final- plausible a remover las jerarquías pugilísticas del último lustro logradas por los duelos del matancero Brian Castaño con el estadounidense Jermell Charlo (2021- 2022) e inmiscuirse, lejanamente, con las grandes veladas del bonaerense Sergio “Maravilla” Martínez, el chubutense Lucas Matthysse y el santafecino Marcos “Chino” Maidana, diez años atrás. Este es el significado real del match “Martínez vs Rodríguez” para el pugilismo nacional; un capítulo que podría convertirse en épico e histórico.
Mas allá de los riquísimos méritos adquiridos por Fernando Martínez, todo el peso de este combate pasará por su rival que, repentinamente, logró una exaltación y un calibre admirativo que aún está a consideración de los expertos.
¿Quién es Jesse “Bam” Rodríguez?
Es un campeón de moda. Texano, como los grandes del ring: Jack Johnson y George Foreman. Y muchos hermanos campeones: Mike y Tony Ayala; los Curry: Donald y Bruce y los iracundos mellizos Jermall y Jermell Charlo, entre tantos.
Su vida pasó por este oficio. Con sólo nueve años ingresó por primera vez en un gimnasio acompañando a su hermano Joshua Franco, que con el tiempo alcanzaría el título mundial. A los 12 años consiguió el primer gran logro de su vida: el permiso de sus padres para comenzar a practicar este deporte a cambio de seguir cursando el colegio desde su casa, en modo libre y casi autodidacta.
Ahora tiene 25 años –9 menos de Martínez- y esto es importante. Fue un muy buen amateur con el respaldo del subcampeonato mundial juvenil de 2015 en Rusia. Suma 22 triunfos consecutivos, con 15 K.O desde su debut profesional, a los 17 años. Ganó dos mundiales en pesos diferentes: Mosca y Supermosca. En peleas titulares desde 2022. Con dos victorias valiosas ante los veteranos Wisaksil Wangek, de Tailandia y Juan Francisco “Gallo” Estrada, de México.
Mide 1,63 metros y aventaja en 6 centímetros al argentino, quien siempre fue más bajo de sus rivales mundialistas: Jerwin Ancajas (1,64 m), Jade Bornea (1,68 m) y Kazuto Ioka (1,63 m).
Es zurdo como Ancajas, condición que Martínez aprovechó al máximo en los dos combates de 2022. Toda su carrera fue íntegramente en Estados Unidos, salvo tres combates en la ciudad fronteriza de Tijuana, México, de donde provienen sus padres. Siempre peleó protegido, a diferencia del “Pumita” que llevó su boxeo por 17 países diferentes intercalando amateurismo con pugilismo rentado. Y esto le otorga una experiencia alentadora a todo aquello que implica la adaptación a nuevos escenarios.
“Bam” en el ring
Es continuo y tiene una preparación impecable diagramada por el californiano Robert García – ex entrenador de Marcos Maidana, quién estará ahora en el rincón opuesto trabajando con Martínez- que aprovecha cuando toma la iniciativa y cierra a su rival en el encordado. Sus ganchos son peligrosos. Tiene más pegada que Martínez. Pelea como se pelea hoy: con más físico que arte. No tiene la calidad y variantes de recursos que exhibió Kazuto Ioka ante el “Pumita”. Y es un detalle a tener en cuenta.
El cotejo se efectuará en el ANB Arena, con capacidad para 8000 espectadores y será televisado por aplicación DAZN a un costo de 25 dólares en Argentina.
La influencia de autoridades inglesas en la organización del boxeo saudita, muy ligada a los promotores de “Bam” Rodríguez, los británicos Eddie Hearn y su compatriota Frank Warren –en modo secundario- preocupan al equipo argentino.
Uno, el más joven, Rodríguez; y el otro, en la plenitud de su madurez: Martínez. Dos campeones creíbles para un desafío colosal. Pinta sombrío y difícil para “Pumita”, adversidades esenciales para crear un héroe del ring.
