
“La curiosidad y la honestidad intelectual son esenciales”, sostiene María del Mar. Con una mirada estratégica, plantea que el futuro del comercio exterior argentino depende, entre otros factores, de equipos preparados para adaptarse, aprender y anticiparse al cambio.
¿Cómo describirías el momento que atraviesa hoy el comercio exterior argentino?
Lo veo positivo. A pesar de los desafíos que existen —inflación, tipo de cambio, regulaciones que cambian constantemente—, también hay muchas oportunidades. En los últimos años, Argentina logró posicionarse en un punto estratégico dentro del comercio internacional. Si se consolidan políticas que den previsibilidad y credibilidad, hay un enorme potencial de crecimiento tanto para las importaciones como para las exportaciones.
Además, hay una tendencia que me parece muy saludable: las empresas, especialmente las pymes, están empezando a incorporar una visión más estratégica del comercio exterior. Ya no se trata solo de reaccionar ante los cambios del día a día, sino de anticiparse, de planificar en función de escenarios futuros. Ese cambio cultural puede marcar una diferencia enorme en los próximos años.
¿Qué inquietudes te transmiten las pymes cuando se acercan a consultar?
Las pymes están en un proceso de transformación. Lo que más nos plantean hoy es la dificultad de planificar en un entorno tan cambiante. En Argentina, cada semana puede traer modificaciones normativas o regulatorias, y eso afecta directamente a sus operaciones.
Yo trabajo con industrias muy diversas: textil, alimentos, cosmética, productos médicos, domisanitarios, muebles, maquinaria e insumos industriales. En todos los casos, la necesidad común es la misma: poder operar sin fricciones, con previsibilidad y dentro de los costos esperados.
Cuando una pyme industrial no recibe a tiempo una pieza o un repuesto, no se trata solo de una demora. Puede implicar que una línea de producción se detenga o que un mercado quede desabastecido. Eso tiene impacto directo en el empleo y en la economía real. Por eso, nuestro rol como consultores es ayudarlas a estructurar procesos que resistan esos cambios y mantengan la operación en marcha.
¿Qué condiciones necesitan las pymes para crecer en sus operaciones internacionales?
Depende del sector, pero en general el camino es de crecimiento. Argentina tiene oportunidades en exportación e importación, sobre todo si sabe aprovechar los espacios que se están abriendo en el comercio global.
El escenario internacional está cambiando y eso puede modificar el mapa de las relaciones económicas. Si Argentina logra posicionarse inteligentemente, puede acceder a mercados que antes parecían fuera de alcance. Y ese impulso a las exportaciones también fortalece la importación de insumos productivos.
Lo importante es entender que ambos movimientos —importar y exportar— se retroalimentan. Cuando una empresa logra integrar ambas dimensiones dentro de una estrategia planificada, su potencial de expansión crece exponencialmente.

En tu experiencia, ¿qué distingue a los profesionales que se destacan en este rubro?
Para mí, lo más importante es la capacidad de preguntar. Puede sonar simple, pero en comercio exterior nadie lo sabe todo. Las regulaciones cambian, los contextos evolucionan y cada industria tiene sus particularidades. Si un profesional no tiene la humildad de reconocer que desconoce algo y buscar la respuesta correcta, el riesgo de cometer errores es muy alto.
Cuando alguien en mi equipo me dice “no sé cómo resolver esto”, no lo veo como una falla, sino como el punto de partida para encontrar la mejor solución. A veces la respuesta está dentro del equipo; otras veces, hay que buscarla afuera, con especialistas o fuentes actualizadas. Pero la curiosidad y la honestidad intelectual son esenciales.
Por supuesto, también valoro la responsabilidad y el compromiso diario. Pero la base está en esa valentía de admitir que uno no lo sabe todo y mantener una mentalidad de aprendizaje constante.
¿Creés que en las empresas existe espacio para ese aprendizaje compartido?
Cada vez más. En el pasado, muchos roles estaban asociados a la idea de “vos sos el que sabe, vení y resolvé”. Pero eso genera un tipo de presión poco realista. Nadie puede saberlo todo, y cuando el entorno cambia tan rápido, esa expectativa es contraproducente.
El enfoque colaborativo, en cambio, genera equipos más sólidos. Cuando un profesional puede decir “esto no lo sé, pero lo averiguo”, no solo mejora el resultado técnico, sino también el clima laboral. El conocimiento deja de ser una carga individual y se convierte en una construcción colectiva.
¿Qué mirada tenés sobre el futuro del comercio exterior argentino?
Pienso que, como argentina que trabaja en comercio exterior desde hace muchos años, es clave entender que esta área es una parte operativa más dentro de las empresas, no algo separado. Durante mucho tiempo, el rol de la consultoría o el asesoramiento en comercio exterior estuvo subvalorado, y hoy el escenario cambió por completo. Hay un enorme potencial, pero también la necesidad de contar con equipos profesionalizados que ayuden a planificar, entender el mercado y anticipar cambios.
Ya no se trata solo de mirar hacia adentro, sino de mirar hacia afuera, leer lo que pasa a nivel internacional y adaptarse. La pandemia fue un ejemplo claro de cómo todo está conectado. Por eso creo que el desafío está en planificar en entornos cambiantes, trabajar de manera estratégica y agregar valor real a las operaciones.
Si logramos mirar más allá de la urgencia, encontrar oportunidades en los cambios y acompañar a las empresas con profesionalismo, Argentina puede crecer mucho en este campo. Las oportunidades están ahí; solo hace falta saber verlas y animarse a tomarlas.
