
El creciente interés por los suplementos alimenticios no solo ha impulsado su popularidad entre deportistas y entusiastas de la salud, sino que también ha despertado interrogantes sobre su seguridad y real necesidad. Muchas personas recurren a estos productos con la esperanza de mejorar su condición física o suplir posibles carencias nutricionales, sin considerar los riesgos que puede implicar su consumo sin supervisión profesional.
La definición de suplemento alimenticio, según los expertos consultados por UNAM Global, refiere a compuestos externos al organismo pensados para complementar los nutrientes de la dieta habitual. Su función se limita a servir de apoyo en situaciones específicas donde se detectan enfermedades o deficiencias nutricionales, pero nunca pueden ocupar el lugar de una alimentación adecuada. La idea de que su sola ingesta garantiza una mejoría inmediata en salud o rendimiento constituye uno de los principales equívocos difundidos.
Para saber si es necesario añadir un suplemento alimenticio, la recomendación inicial es someterse a estudios médicos y evaluaciones nutricionales profesionales.

Solo cuando estos demuestren insuficiencias —como deficiencia de vitamina D por falta de exposición solar o necesidades de proteínas en deportistas de alto rendimiento— dichos productos pueden ser considerados como parte de una estrategia de apoyo. Incluso en estos escenarios, lo ideal sigue siendo alcanzar los requerimientos mediante un plan alimenticio equilibrado.
Distintos suplementos han adquirido amplia presencia en el comercio y la práctica deportiva. Los multivitamínicos, aminoácidos como la creatina y los BCAA, estimulantes como cafeína o grasas saludables como el omega-3, son de los más comunes.
En deportes de alta exigencia, el uso de proteínas en polvo y creatina suele recomendarse para cubrir demandas energéticas elevadas cuando la dieta no lo permite. No obstante, el acceso libre y la publicidad de estos productos han incentivado la automedicación, lo que incrementa el riesgo de efectos adversos.

El principal peligro surge cuando los suplementos se consumen sin control médico o sin una evaluación nutricional previa. Uno de los daños potenciales proviene del exceso de nutrientes que el cuerpo no requiere. Tomar vitamina D en dosis elevadas puede provocar toxicidad, ya que esta vitamina se acumula y sobrepasa los límites seguros del organismo. Asimismo, un consumo irresponsable de proteínas, sin hidratarse de manera suficiente, puede desencadenar problemas renales.
La falta de regulación adecuada en el mercado de los suplementos alimenticios representa otro problema importante. Muchos productos no cuentan con certificación oficial, lo que aumenta la posibilidad de que incluyan sustancias no declaradas, ingredientes de baja calidad o concentraciones diferentes a las especificadas.
Además, algunos suplementos que parecen inofensivos pueden, bajo ciertas condiciones, aumentar el riesgo de patologías. Un ejemplo señalado por los expertos es el omega-3: en personas sin indicación precisa, su uso podría favorecer el desarrollo de arritmias cardíacas.

Persisten además mitos alrededor de los suplementos alimenticios, como la creencia de que pueden reemplazar totalmente una dieta sana, que más cantidad produce resultados superiores, que lo que funciona para alguien será igual de efectivo para todos, o que todos los productos en el mercado son seguros o eficaces.
Para minimizar riesgos, la recomendación central de los expertos es acudir siempre a un nutriólogo o a un médico deportivo antes de iniciar cualquier consumo de suplementos. La alimentación rica en frutas, verduras, proteínas, grasas saludables y una adecuada hidratación sigue siendo la forma más segura de mantener la salud y optimizar el rendimiento.
