De los dos poetas gauchescos que, según Jorge Luis Borges, merecen “perdurar en nuestra memoria”, uno es el autor de Martín Fierro, José Hernández, y el otro, Hilario Ascasubi, de quien hoy se conmemora el 150° aniversario de su muerte en la ciudad de Buenos Aires, a los 68 años. En La moneda de hierro, Borges le dedica un obituario en forma de soneto, “Hilario Ascasubi (1807-1875)”, donde se lee: “Fue muchos hombres. Fue el cantor y el coro; / por el río del tiempo fue Proteo. / Fue soldado en la azul Montevideo / y en California, buscador de oro. / Fue suya la alegría de una espada / en la mañana. Hoy somos noche y nada”. Murió en Buenos Aires el 17 de noviembre de 1875.
Nació el 14 de enero de 1807 en Fraile Muerto (localidad cordobesa rebautizada como Bell Ville), a bordo de una carreta, en medio de una tormenta. “Parió allí la doliente, dando a luz a un gauchesco parvulillo a quien llamaron Hilario (él firmaba sin H), y, andando los tiempos, supo mostrarse digno de aquella cuna presagiosa. Tal fue la natividad de nuestro Hilario Ascasubi, sobre el salvaje lecho del herbazal pampeano”, escribió Ricardo Rojas en Historia de la literatura argentina. Para Leopoldo Lugones, que lo contrapuso a Hernández a la hora de fundar una épica nacional, “su verso áspero, su rima pobrísima, su absoluta falta de comprensión del tipo en quien encarnaba las pasiones del localismo porteño, hostil a la Confederación, no tenía de gaucho sino el vocabulario, con frecuencia absurdo”.
Su amigo Domingo Faustino Sarmiento lo llamó “el primer bardo plebeyo” y el crítico literario uruguayo Ángel Rama lo consideró un “empleado a sueldo” de Justo José de Urquiza, que le pagó $1800 por “celebrar victorias, inventar calumnias, describir horrores de los enemigos, enardecer con atroces invocaciones el ánimo guerrero de los paisanos de su bando contra los del adversario”, es decir, Juan Manuel de Rosas. En la Argentina, la “grieta” no es un invento del siglo XXI.
Además de poeta, discípulo de Bartolomé Hidalgo, Ascasubi fue militar, diplomático, tipógrafo y periodista; tras dos años de prisión, en 1831 se exilió en Montevideo en pleno auge del rosismo; por si quedaran dudas de su antirrosismo pertinaz, basta releer “La refalosa”, donde un mazorquero degüella a un gaucho unitario. “¡Brinca el salvaje vilote / que da risa!“, celebra el bando federal en la obra que firmó con el seudónimo de Paulino Lucero. Después de la batalla de Caseros, se enfrentó a Urquiza, contra quien luchó como aliado de Bartolomé Mitre que, en su presidencia, le encargó misiones diplomáticas en París. Fue uno de los fundadores del primer Teatro Colón que se inauguró en 1857.
La Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, en coedición con Agencia Córdoba Cultura, publicó este año Ascasubi ($ 21.000), al cuidado de Leandro Calle y Matías Rodeiro. El volumen, con ensayos de ambos editores, incluye la traducción completa, a cargo de Calle, de Quelque mots de biographie et une page d’histoire. Le colonel don Hilario Ascasubi, del francés Bénédict Gallet de Kulture, de 1863, citada por los biógrafos del poeta (entre otros, Manuel Mujica Lainez y Lily Sosa de Newton, autora del recomendable Genio y figura de Hilario Ascasubi).
Se completa con una selección de textos de Paulino Lucero, Aniceto El Gallo y Santos Vega o los mellizos de La Flor. Rasgos dramáticos de la vida del gaucho en las campañas y praderas de la República Argentina, obra cumbre de doce mil versos que, para César Aira, es “una auténtica joya de la literatura argentina” (con mala fortuna crítica). En el a veces hilarante poema gauchesco, uno de los mellizos es como Abel y el otro, como Caín.
“Cuando hablamos de Ascasubi es preciso situarlo indiscutiblemente dentro del bloque unitario y radicalmente en contra de los federales, como bien lo expresan sus escritos políticos -explica Calle en el capítulo introductorio Ascasubi-. Su toma de posición política es clara y no debiera obnubilar a quien posea otra mirada política u otra concepción histórica de aquellos primeros pasos de nuestra república. Por el contrario, el aporte estético y literario de Ascasubi es relevante y su posicionamiento contribuye a la comprensión de las tensiones políticas entre unitarios y federales durante el siglo diecinueve. Cada lector/a sabrá por propio recurso encontrar la barbarie de la civilización o la civilización de la barbarie que cada facción reclama, utilizando este binomio tan decidor de la cultura argentina”.
“Volver la mirada sobre Ascasubi es reencontrarnos con la vivacidad de un clásico. Sus posicionamientos, su ideología política, su andar constante por el mundo y, finalmente, su palabra poética, constituyen un lugar donde podemos una vez más repensar y debatir nuestro destino como nación”, concluye Calle. Los restos del “gauchi-poeta” cordobés descansan en el Cementerio de la Recoleta.
Así empieza “Santos Vega o los mellizos de La Flor”
Cuando era al sur cosa extraña,
por ahí junto a la laguna
que llaman de la Espadaña,
poder encontrar alguna
pulpería de campaña:
—
Como caso sucedido,
y muy cierto de una vez,
cuenta un flaire cordobés
en un proceso imprimido,
que, el día de san Andrés,
—
Casualmente se toparon,
al llegar a una tapera,
dos paisanos que se apiaron
juntos, y desensillaron
a la sombra de una higuera.
—
Porque un sol abrasador
a esa hora se desplomaba;
tal que la hacienda bramaba
y juyendo del calor
entre un fachinal estaba.
—
Ansí, la Pampa y el monte
a la hora del medio día
un disierto parecía,
pues de uno al otro horizonte
ni un pajarito se vía.
—
Pues tan quemante era el viento
que del naciente soplaba,
que al pasto verde tostaba;
y en aquel mesmo momento
la higuera se deshojaba.
—
Y una ilusión singular
de los vapores nacía;
pues, talmente, parecía
la inmensa llanura un mar
que haciendo olas se mecía.
—
Y en aquella inundación
ilusoria, se miraban
los árboles que boyaban,
allá medio en confusión
con las lomas que asomaban.
—
Allí, pues, los dos paisanos
por primera vez se vieron;
y ansí que se conocieron,
después de darse las manos,
uno al otro se ofrecieron.
