Haití, al Mundial 2026: la clasificación imposible del país más pobre de América

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Haití hizo posible lo imposible. En medio del caos político, la violencia cotidiana y un presente social que derrumba hasta los sueños más mínimos, la selección caribeña consiguió este martes una de las hazañas deportivas más conmovedoras de los últimos años: venció 2-0 a Nicaragua, aprovechó el empate entre Honduras y Costa Rica y regresa a una Copa del Mundo después de 52 años, desde aquel recordado debut en Alemania 1974.

No es exagerado hablar de un milagro futbolero construido a miles de kilómetros de casa y bajo condiciones que ningún otro seleccionado del planeta enfrenta.

Partimos de lo más llamativo: la selección de Haití no juega como local en su territorio. No puede. Desde hace tiempo, la inseguridad generalizada impide organizar partidos en Puerto Príncipe. Entonces, los últimos encuentros “de local” fueron en Curazao y, en ocasiones, en Aruba.

El festejo de los haitianos en las calles del Puerto Príncipe, tras la clasificación al Mundial

Sus jugadores se entrenan repartidos por el mundo, se reúnen apenas unos días antes de cada ventana FIFA y cada concentración es un rompecabezas logístico. Aun así, llegaron a la cima del Grupo C por encima de dos históricos de la región como Honduras y Costa Rica.

Algo similar ocurre con su entrenador, el francés Sébastien Migné, que tomó el cargo en 2023 y hoy es responsable de la clasificación más simbólica en la historia del fútbol haitiano. Todo lo consiguió sin haber podido entrar jamás al país por razones de seguridad. Dirige entrenamientos por videollamada, arma planes tácticos desde París y sigue a los futbolistas mediante reportes virtuales.

Su mayor aporte fue potenciar el talento haitiano en Europa. Migné incorporó jugadores nacidos o formados en Francia, Bélgica e Inglaterra, capaces de elevar el estándar competitivo del seleccionado centroamericano. Nombres como Jean-Ricner Bellegarde (Wolverhampton, de la Premier League), Hannes Delcroix (Burnley), Josué Casimir (Auxerre, de la Ligue 1) y Ruben Providence (Almere City, segunda división de Países Bajos) representan este fenómeno: futbolistas que se hicieron profesionales dentro de sólidas estructuras europeas, pero con la convicción de honrar la camiseta de sus raíces. De representar a su sangre.

La fusión entre estos nombres y los jugadores nacidos en Haití no siempre fue sencilla. Sin embargo, la clasificación evidencia que el grupo logró construir unidad, identidad, pertenencia y una idea colectiva sólida.

El partido decisivo se jugó en Curazao. Ante tribunas repletas de banderas azules y rojas. Haití sabía que debía ganar y mirar de reojo lo que ocurría entre Honduras y Costa Rica. La tensión duró apenas nueve minutos: Deedson Louicius abrió el marcador y antes del descanso Ruben Providence estampó el 2 a 0. Mientras tanto, en el otro estadio, el 0 a 0 debía sostenerse para que el milagro se completara.

Haití desata el festejo de la clasificación al Mundial 2026 (GIF)

Cuando llegó la confirmación del empate, Haití fue un estallido. Jugadores abrazados, lágrimas, oraciones, videollamadas con familiares atrapados entre cortes de luz y calles dominadas por bandas armadas. El triunfo coincidió con los 222 años de la batalla de Vertières, un símbolo fundacional para la independencia haitiana. Sin buscarlo, la clasificación trajo un link histórico imposible de ignorar.

Un país destruido

La última vez que Haití había jugado un Mundial fue en 1974. Aquel equipo logró un hito tan sorprendente como inesperado: anotarle un gol a Italia después de que Dino Zoff mantuviera su valla invicta durante 1143 minutos. Su autor es héroe nacional: Emmanuel Sanon. Luego llegaron las derrotas lógicas ante gigantes como Argentina (1-4) y Polonia y la despedida en la fase de grupos. Nunca volvieron. Hasta ahora.

Desde el devastador terremoto de 2010, que causó cerca de 200.000 muertes, Haití vive sumido en una inestabilidad permanente. El hambre, el miedo, la violencia y la falta de oportunidades es una pintura del día a día. En medio de ese paisaje de dolor, el fútbol aparece como un refugio emocional y una fuerza inesperada de unión nacional.

La actualidad del país hace que esta clasificación tenga un peso completamente distinto. Desde que en 2021 asesinaron a su presidente (Jovenel Moïse), Haití está tomado por pandillas, que controlan gran parte del área metropolitana de Puerto Príncipe e incluso llegaron a tomar el estadio Sylvio Cator.

El festejo de los haitianos en las calles del Puerto Príncipe, tras la clasificación al Mundial

El Stade Sylvio Cator, histórico estadio nacional, fue usurpado por grupos armados desde febrero de 2024 y la principal competencia futbolística del país, la Liga Haitiana, está suspendida desde mayo.

Las escuelas cierran apenas empieza a caer la tarde, el transporte se interrumpe antes del anochecer y recomiendan a sus ciudadanos que teletrabajen para evitar salir a la calle.

En ese contexto, el fútbol (como ocurrió desde siempre en diversos contextos) se convirtió en una fugaz forma de unidad. No resuelve la crisis, pero ofrece un respiro, un abrazo o una alegría compartida. Una historia que, por unas horas, libera al país del clima de guerra interna constante.

“Significa mucho, suponen una alegría y una vía de escape para los problemas cotidianos de la gente. Cada vez que juega el equipo se detiene el país”, había declarado en 2023 Gabriel Calderón (hijo del campeón mundial juvenil en 1979 con la selección argentina) en una entrevista con el diario español El País realizada cuando él era DT del conjunto centroamericano.

El estadio principal de Haití fue tomado en febrero de 2024, pero también fue utilizado por refugiados en el desastre humanitario ocurrido en 2010

Un equipo que va por más

El equipo tiene un núcleo interesante, liderado por el goleador Duckens Nazon y complementado por jóvenes con formación europea y otros surgidos del complejo fútbol local.

Además, la clasificación podría acelerar la reconstrucción institucional de la Federación Haitiana de Fútbol, intervenir en nuevas inversiones y abrir oportunidades para las divisiones juveniles.

Haití no es candidato ni pretende serlo. Pero su clasificación al Mundial 2026 tiene todos los condimentos para que sea recordada como “la clasificación imposible”.

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