Es una de las protagonistas de Tirria, una comedia negra que puede verse de jueves a sábados en el Teatro Metropolitan hasta finales de noviembre; luego de tomarse vacaciones en diciembre, volverá a subirse al escenario para hacer la temporada de verano. Andrea Politti muestra mucho entusiasmo en este desafío que, además, comparte con su hijo Galo Politti.
En diálogo con LA NACION, la actriz habla de amor, de su relación de 27 años con el músico Fernando Hagelstrom, y del recuerdo de su papá Luis Politti. También se refiere a su frustrado inicio con el director Pino Solanas en la película Sur, y de la mano que le dio Arturo Maly cuando le consiguió un trabajo en el Congreso de la Nación. En esta charla íntima, Politti hurga en sus recuerdos y comparte gran parte de su intimidad.
-¿De qué se trata Tirria?
-Cuando me dieron el libro me dijeron también que Diego Capusotto estaba en el elenco, y me entusiasmó. Nunca había trabajado con él, pero lo sigo desde siempre. Me parece muy interesante, un genio; de esas personas que tienen su sello propio y me hace reír muchísimo. Es la primera vez que trabajo con Diego, pero prácticamente siento haberme criado con él, por su humor, su impronta que está más actual que nunca. Y la historia de Tirria es muy buena; es una especie de homenaje a los años ’40 y ‘ 50, del cine argentino. Y yo amo el cine argentino porque mi abuela era muy fanática de las actrices de esa época y me hablaba muchísimo de todo eso. Todavía tengo la memoria cuando me nombraba a todas las actrices que la fascinaban. El cine era su momento de distracción, de aprender. La obra empieza con una pequeña filmación que abre con Argentina Sono Film, como las películas de la época de oro de nuestro cine.
-De alguna manera, la obra te trae a tu abuela…
-Sí. Porque mi abuela me transmitió toda esa pasión y ese gusto por esa estética. Se llamaba Santina Donatti, y tenía de ocho hermanos muy humildes en el campo, en Mendoza. Ella soñaba con ser actriz, pero las circunstancias no la dejaron. Era la actriz frustrada de la familia; de hecho, su hijo Luis, mi papá, terminó siendo actor… De alguna forma manifestando todo ese deseo de la madre. Tirria trata sobre una familia patricia venida menos. Es verano y no tienen ya para viajar a Europa como hacían siempre, entonces simulan que están de viaje y se esconden en los únicos muebles que le quedaron en la casa, que son unos baúles. A eso se le suma un lenguaje de esa época, la forma de hablar, los tonos de voz, los personajes. Y para mí fue muy tentador.
-¿Cómo es tu personaje?
-Yo soy Elmira Sobrado de Alvear, y Clorindo es mi marido, que es Rafael Spregelburd; nuestra hija Elenita es Eva Capusotto, que es la hija de Diego, y tenemos un hijo, Julián, que es Juano Arana, hijo de Hugo Arana. Y después está Pocholo, que Galo Politti, mi hijo, e interpreta al novio de Elenita; aparece casi sobre el final de la obra, y yo no me cruzo con ese personaje. Y Capusotto es Hilario, el único que nos queda, el recuerdo de nuestro antiguo orgullo, de nuestro rancio abolengo. Y es el mayordomo que nos ayuda a mentir, a simular que estamos viajando por el mundo. Y finalmente está el Coronel, que es parte de la familia y lo interpreta Daniel Berbedés. Es una comedia negra, suceden cosas desopilantes y ya no puedo contar más. Vamos a estar hasta finales de noviembre y volvemos en enero al mismo teatro, el Metopolitan. En diciembre hacemos una pequeña gira y vamos a estar el 5 en el Teatro Stella de Montevideo.

-¿Tenés otros proyectos?
-Hay cosas dando vueltas. Y ahora se estrena una película que protagoniza Ricardo Darín… Más no puedo decir, pero sí puedo contar que me gustó volver a compartir con Ricardo después de esa icónica escena de El amor menos pensado. Es muy lindo estar otra vez en una película con otro rol. Esa escena no se puede repetir nunca… Esa quedó. (en la escena en cuestión el personaje de Darín se había separado luego de muchos años de matrimonio y el personaje de Politti era su primera cita de app).
-Hiciste algo de cine y mucho teatro, pero la televisión te hizo popular…
-Es verdad, la gente me conoce gracias a la televisión, a las novelas, las comedias, la conducción. Pero en mis comienzos hice teatro: empecé a trabajar con una obra que se llamaba América, de Kafka, en el Teatro Payró. Me acuerdo la fascinación cuando uno tiene la vocación. Una de las cosas que me alivió mucho es que se me haya despertado tempranamente, porque ya sabía que iba a ser actriz. Sin embargo, tuve que trabajar de otras cosas primero porque no tenía recursos, veníamos de una familia laburante. Entonces me levantaba a las 6 de la mañana y trabajaba hasta las 6 de la tarde, y después estudiaba teatro, casi hasta la medianoche.
-¿Y de qué trabajabas?
-En esa época había agencias de empleo temporario; te anotabas, y más o menos veían tus condiciones y te elegían para tal o cual trabajo… Ibas cambiando a los tres meses. Siempre quedaba seleccionada porque en las entrevistas sabía qué decir, cómo presentarme; era algo innato. Trabajé para una tarjeta de crédito en un banco, de recepcionista en un laboratorio, vendía ropa en un local muy cheto. Hice un montón de laburos a través de estas agencias. El primero fue a los 19 años, recién salida de la escuela secundaria; soy perito mercantil. Y me gané una beca para trabajar en una inmobiliaria. Siempre me quise independizar ya de muy jovencita y ayudar a mi vieja que la estaba remando como loca. No veía la hora de crecer y poder aportar en casa.
-Porque tu papá falleció a tus 16 años, y en el exilio….
-Sí, mi viejo murió en España cuando yo tenía 16 años. Y se fue de la Argentina cuando yo tenía 12; se tuvo que exiliar. Después estuve unos meses con él en España, en el ’78. Y la última vez que lo vi fue en una Navidad, en Buenos Aires… No sé cómo hizo para llegar, pero recuerdo perfectamente el lugar en el que nos vimos, que era Corrientes y Gurruchaga. Nos visitó muy rápidamente y se fue. Entonces, necesitaba ayudar en casa.
-¿Y entrar al mundo del espectáculo te resultó más fácil por ser hija de un actor?
-En realidad no, porque mi papá se exilió cuando yo era muy chica. Me acercaba a actores y productores de caradura. Y les decía: “Hola, ¿qué tal? Soy Andrea Politti”. Era muy tímida, y a veces no me daba para hacerlo. Sí recuerdo a un gran actor argentino que fue Arturo Maly, a quien un día encontré cuando estaba buscando laburo como actriz. En ese momento ibas a un canal y había más de veinte producciones; y dejabas el currículum en cada oficina. Era una situación bastante difícil porque a veces ni te miraban. Me crucé con Arturo, me saludó porque me conocía, habían sido muy amigos con mi papá y sabía la historia desde adentro. A los pocos días me llamó por teléfono diciéndome que me había conseguido un trabajo en el Congreso de la Nación.
-¿Y qué hacías en el Congreso de la Nación?
-Fue secretaria en el PI (Partido Intransigente). Estaba bueno porque en el Congreso de la Nación tienen como un horario muy flexible. Buscaban una secretaria que no sea de la militancia. Y durante algunos años trabajé en el Anexo… Era la época de “la casa está en orden”, de Raúl Alfonsín. Nunca voy a olvidar el momento que llegué, porque había un clima de mucho miedo, de mucha demora, de muchas corridas en la historia argentina. Pero ese trabajo me permitía ir a castings; iba todos los días, de lunes a viernes… Y los diputados no iba mucho (risas). Debería escribir un libro porque es muy interesante esa época de mi vida.
-¿Y tu primera oportunidad en el medio cuál fue?
-Uno de esos castings era para la película Sur, de Pino Solanas. Me eligieron entre muchas actrices, y estaba feliz porque como protagonistas estaban Miguel Ángel Solá y Susú Pecoraro. Teníamos que filmar en el Abasto antes de que se hiciera el shopping, con máquinas de humo… Y yo estaba ahí esperando… Me habían dicho que iba a ser una vecina chusma, un personaje de comedia. Y me citaban y pasaban los días, y no hacía mi parte. Empecé a angustiarme y pregunté; me respondieron que me iban a pagar pero que tuviera paciencia con la filmación. Me acuerdo que Miguel Ángel Solá vio en la situación, y vino a abrazarme…. Cuando sos joven te angustiás mucho. Pasaron tres meses y me resigné. Hasta que me llamaron y filmé en una situación de recital, de extra prácticamente, en una escena donde está Fito Páez tocando. Hace poco volví a ver la película y estaba abrazada a Mauricio Kartún; ni me acordaba (risas). Fue una experiencia muy, muy triste para mí porque me había hecho mucha ilusión. Le mandé una carta a Pino Solanas contándole todo esto, explicándole lo que yo había sentido, y le pedía que trate de no hacer más esas cosas con los actores.
-¿Te respondió Pino?
-Sí, me pidió disculpas y todo. Pero nunca volví a trabajar con él (risas).
-Y el primer trabajo en televisión, ¿cuál fue?
-Fue muy lindo, quedé en un casting con Enrique Trobbiani, y era un programa en vivo para ATC, con Mirta Busnelli, Lucrecia Capello y un gran elenco. En ese momento estudiabas las escenas como teatro, y tenían como 10 páginas, y la grabación era en vivo, y no te podías equivocar, por lo cual había muchos ensayos. El programa era Somos porque fuimos; eran unitarios sobre la historia argentina. Me acuerdo que hacía de una planchadora. Para mí era muy difícil, porque sentía el peso del apellido, toda la situación dura que había pasado con mi viejo. Mis primeros pasos fueron complicados. A veces la gente puede pensar que es fácil ser actriz si tenés un papá actor, pero no… Es todo lo contrario, más complicado. Recuerdo que un día estaba por salir a la escena y alguien atrás, que no sé quién era, me dijo “ojalá tengas el 5% de talento que tenía tu padre”. Salí con unos nervios (risas).
-Y tu hijo Galo sigue con el linaje actoral. Ya había trabajado juntos y ahora vuelven a repetir. ¿Cómo vivís esa experiencia?
-Es hermoso, aunque me gustaría compartir escena con él. Porque tampoco compartí en la otra obra, Tijeras salvajes. Sería muy lindo. Galo tiene una proyección muy interesante, porque está estudiando para ser director también, y hace dramaturgia con Mariano Tenconi y Nacho Bartolone, que son dos pesos pesados del teatro. Le veo el mismo gen que tenía yo en mis comienzos. Y la misma pasión. En muchas cosas que me comenta me veo reflejada a mis 20 años. Trato de disfrutar este momento, que es único. Para los actores jóvenes es difícil ahora y me pregunto si la tele argentina murió, en el sentido de la ficción. ¿Revivirá? Aunque sea de un lugar pequeño, con micros de ficción. No hay tanto trabajo en plataformas y es muy selectivo.
-Estás en pareja con el músico Fernando Hagelstrom desde hace más de veinte años, ¿cómo se sostiene un matrimonio longevo?
-27 años, para ser exactos… Y la verdad es que no tengo ni idea (risas). El amor es una construcción. Jamás me imaginé que iba a tener una familia tan linda, que es muy importante para mí. Hay que dedicarle mucha energía, mucho amor, y todos los días hay que estar presente y con ganas. Porque si no tenés ganas, no sirve.
