TOKIO.- El último capítulo de la tensión en Asia comenzó con un almuerzo aparentemente simple: sushi y sopa de miso. El presidente de Taiwán, Lai Ching-te, publicó el jueves fotos comiendo pez limón de Kagoshima y vieiras de Hokkaido como gesto explícito de apoyo a Japón, horas después de que China anunciara que prohibirá todas las importaciones de marisco japonés en medio de una disputa diplomática cada vez más agresiva.
“El almuerzo de hoy es sushi y sopa de miso”, escribió Lai en Facebook, Instagram y X, donde repitió el mensaje también en japonés.
El guiño, cuidadosamente diseñado, llegó tras días de escalada entre Tokio y Pekín. Las tensiones explotaron luego de que la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, dijera que “un ataque chino a Taiwán que amenazara la supervivencia de Japón podría desencadenar una respuesta militar”. Pekín exigió una retractación inmediata y elevó las presiones políticas, económicas y mediáticas. Tokio respondió que no habrá marcha atrás. “No podemos retractarnos”, admitió un funcionario japonés al reconocer que la frase no había sido preparada, pero tampoco contradice la postura gubernamental.
きょうの昼食はお寿司と味噌汁です🍣👍#鹿児島産のブリと北海道産のホタテ pic.twitter.com/bww7iylzI4
— 賴清德Lai Ching-te (@ChingteLai) November 20, 2025
Para Taiwán, el castigo chino a Japón forma parte de un patrón familiar. En los últimos años, la isla ha enfrentado prohibiciones súbitas de ananá, pescados y otros productos agrícolas, medidas que Taipéi denuncia como componentes de una campaña de intimidación. El canciller Lin Chia-lung lo sintetizó así: el uso de la coerción económica y la intimidación militar por parte de China “es ya muy frecuente como para mencionarlo individualmente”. En el Parlamento, Lin fue aún más directo: “En esta coyuntura crítica, también debemos apoyar a Japón para estabilizar eficazmente la situación y detener el comportamiento intimidatorio de los comunistas chinos”. Más tarde exhortó a los taiwaneses a visitar más Japón y comprar más productos japoneses para expresar su amistad con el país.
Pekín reaccionó con dureza a la escena del sushi. Mao Ning, vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores, reforzó la posición china: “Taiwán es una parte inseparable del territorio chino”. Y agregó: “No importa el espectáculo que monten las autoridades de Lai Ching-te, no pueden cambiar este hecho irrefutable”. El gobierno chino insiste en que la isla es parte de su territorio y no descarta el uso de la fuerza para tomar el control. Taiwán, gobernado democráticamente, sostiene que solo su población puede decidir su futuro.
Mientras tanto, la ofensiva china contra Japón se aceleró. Pekín advirtió que “no tendrá más remedio que tomar nuevas medidas” si Tokio no se retracta de sus “comentarios erróneos”. Y advirtió que si Japón sigue “cometiendo errores”, China tomará medidas “severas y decididas”, cuyas consecuencias deberá enfrentar Tokio. Sobre el terreno, las represalias ya están en marcha: boicot a los viajes, paralización de importaciones, cancelación de reuniones y eventos culturales.
La escalada también dio un salto militar esta semana. El gobierno japonés anunció el lunes que movilizó aviones de combate tras detectar un supuesto dron chino entre la isla de Yonaguni —la más cercana a Taiwán— y territorio taiwanés. “En respuesta, se movilizó la aviación de combate (…) de la Fuerza Aérea de Autodefensa de Japón”, informó el Ministerio de Defensa en X. El episodio ocurrió el 15 de noviembre.
Ese mismo fin de semana, el gabinete japonés confirmó que buques de guardacostas chinos navegaron durante horas dentro de aguas territoriales japonesas alrededor de las disputadas islas Senkaku, un punto caliente histórico en la relación bilateral.

La embestida coincidió además con un aumento de mensajes agresivos en redes: un diplomático chino llegó a publicar —y luego borrar— un comentario que parecía amenazar con la decapitación de Takaichi, mientras comentaristas nacionalistas la llamaban “bruja malvada” y caricaturas oficiales la retrataban quemando la Constitución pacifista de Japón.
“Largo invierno”
El gobierno japonés, que mantiene que las declaraciones de Takaichi “están en consonancia con la postura del Gobierno”, advirtió a sus ciudadanos en China que extremen precauciones y eviten lugares concurridos. Hasta ahora, los líderes japoneses habían evitado mencionar públicamente escenarios relacionados con Taiwán, siguiendo la ambigüedad estratégica favorecida también por Estados Unidos. Pero, según analistas, Takaichi “inadvertidamente se metió en un callejón sin salida”, como describió Jeremy Chan, de Eurasia Group. El analista anticipa un “largo invierno” en las relaciones entre las dos principales economías de Asia.
La respuesta china ha sido fría y coreografiada. En una reunión reciente en Pekín, el alto funcionario Liu Jinsong calificó las conversaciones de “solemnes”. La prensa estatal destacó incluso su vestimenta: un traje asociado al levantamiento estudiantil de 1919 contra el imperialismo japonés. Las imágenes oficiales lo mostraron de pie, con las manos en los bolsillos frente a su interlocutor japonés, un gesto considerado irrespetuoso en entornos formales. Para Chan, que Pekín haya decidido mostrar públicamente esa tensión “sugiere que quieren que el mundo entero sea testigo”.
Bajo esta creciente fricción, la economía japonesa queda expuesta. La reimplantación del boicot chino llega meses después de que Pekín hubiera flexibilizado restricciones impuestas por la liberación de aguas tratadas de Fukushima en 2023. Y el golpe podría expandirse: un boicot de viajes podría costarle a Japón más de 14.000 millones de dólares al año, según estimaciones del Instituto de Investigación Nomura. Un boicot comercial amplio podría representar una pérdida equivalente al 1% del PBI japonés. La mayor amenaza es estratégica: China aún suministra cerca del 60% de las tierras raras que importa Japón, esenciales para la industria tecnológica y automotriz.
Agencias Reuters y AP