Daniel Matamala: “Para los líderes autoritarios, tú estás con ellos o contra ellos”

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En viaje fugaz a la Argentina, el periodista chileno Daniel Matamala aterrizó en Buenos Aires pocas horas después de las elecciones presidenciales y parlamentarias de su país. Vino a presentar su flamante libro Cómo destruir una democracia (Planeta), en el que analiza las figuras de Nicolás Maduro, Manuel Antonio López Obrador, Nayib Bukele, Donald Trump y Javier Milei.

Estos caudillos carismáticos, dice Matamala, tienen características similares y operan de forma idéntica, como si siguieran un manual de instrucciones y una hoja de ruta. Tienen tintes autoritarios, proclaman ser infalibles, presumen una relación íntima entre ellos y “el pueblo”, reclaman el monopolio de la verdad y explotan el malestar ciudadano para convertir a la política y la conversación pública en una lucha de enemigos.

Cada uno de estos liderazgos “representa un paso diferente en esta pendiente de degradación democrática”, sostiene Matamala, graduado de la maestría en Periodismo Político en la Universidad de Columbia (EEUU), influyente columnista en La Tercera y conductor televisivo, hoy al frente del noticiero estelar Chilevisión Noticias. El recorrido va, entonces, desde las dictaduras de Venezuela y El Salvador hasta las democracias de la Argentina y México, pasando por el asalto a las instituciones democráticas de Trump. “Todos ellos buscan, en definitiva, el poder total”, enfatiza.

En conversación con La Nación, Matamala también analizó el resultado de las elecciones en Chile que dejaron a Jeannette Jara (Partido Comunista) y Antonio Kast (Partido Republicano) -identificado con la derecha radical- como los contendientes del balotaje que se realizará el 14 de diciembre. “Salvo que caiga un meteorito, Kast va a ser presidente. No hay mayores dudas de que Kast será próximo presidente de Chile”, anticipa Matamala, que desde 2005 es uno de los moderadores de los debates presidenciales de su país. Y remarca que los distintos candidatos de las derechas sumados obtuvieron más del 50 % de los votos y tienen una valoración positiva de Pinochet. “Hay un resurgimiento del pinochetismo en Chile, una nostalgia autoritaria y una reivindicación de la dictadura”, describe.

Autor de varios libros, en 2022 Matamala recibió el Premio María Moors Cabot, considerado uno de los más respetados galardones de América.

-El libro analiza los liderazgos de Bukele, Maduro, Trump, Milei y López Obrador. Aunque son diferentes, los une un hilo rojo: comparten un estilo y un modo de funcionar. ¿Podría describir cómo son y cómo operan?

-Yo diría que todos ellos son liderazgos con tintes autoritarios que tienen el potencial de ir erosionando gradualmente las democracias de los países, de avanzar en un proceso de destrucción de la democracia y convertirse finalmente en dictaduras. Por eso el libro está estructurado como una especie de pendiente resbaladiza en la que cada uno de estos líderes representa un paso diferente en este proceso de degradación. México es un país democrático. La Argentina es un país democrático. Estados Unidos está dejando de serlo a pasos muy acelerados y muy dramáticos, y El Salvador y Venezuela ya son dictaduras. Cada uno de ellos representa un paso diferente en esta pendiente. Esa es la advertencia del libro: que hay primeros pasos que pueden aparecer relativamente inofensivos, pero cuando se van acumulando, sabemos hacia dónde van y hasta dónde pueden llegar, como el caso de Venezuela, El Salvador de Bukele y Trump en los Estados Unidos. Entonces, creo que el libro sirve como una advertencia para sociedades que todavía son democráticas, como la Argentina, donde veo señales de peligro que se han dado ya en otros países.

El candidato derechista Jose Antonio Kasty su esposa, tras pasar al balotaje

-¿Cuáles son las alertas a tener en cuenta para advertir que uno podría estar frente a un potencial autócrata?

-Hay un tipo de liderazgo que divide entre amigos y enemigos. No hay una idea democrática en la cual sencillamente hay personas que piensan distinto o tienen roles distintos en la sociedad, como los periodistas, los jueces o los fiscales, cuyos roles no necesariamente son la trinchera política. Para estos líderes autoritarios eso no es aceptable. Tú estás con ellos o estás contra ellos. Cualquiera que los critique, los investigue o disienta inmediatamente se convierte en enemigo.

-Son líderes que reclaman el monopolio de la verdad.

-Sí, y como estos líderes reclaman el monopolio de la verdad, inician una política sistemática de hostigar a cualquiera que pueda ser socialmente aceptado como portador de una verdad. Pueden ser los medios de comunicación, los académicos, los científicos. Estos liderazgos generalmente son antiacadémicos, anticientíficos y antiintelectuales, porque ven rivales en esta idea de ser ellos quienes monopolicen la verdad. Creo que el nivel de violencia verbal también es muy indicativo. En ese sentido, el caso de Milei es particularmente preocupante. Es muy profundo que alguien que esté en la presidencia despliegue tal arsenal de descalificaciones, humillaciones y agresiones verbales de tipo sexual contra cualquier persona que no esté de acuerdo con él. Es un enemigo que debe ser destruido y que debe ser odiado. Es muy peligroso cuando además eso se hace desde un púlpito tan privilegiado como el que tiene en nuestra sociedad el presidente. En el caso de la Argentina, además, es bien curioso.

-¿En qué sentido?

-Porque es un libertario. Dice que quiere desmantelar al Estado desde dentro, pero no tiene ningún reparo en utilizar toda la fuerza del Estado precisamente para concentrar el poder y para castigar a cualquiera que use su libertad de pensamiento y expresión para pensar distinto. Está usando el poder del Estado contra la libertad de quienes sencillamente tienen opiniones diferentes.

-A diferencia de la década del setenta, estos líderes llegan a través de los votos. En general, los mecanismos de protección demuestran ser ineficientes para proteger a las democracias liberales de estos procesos.

-Sí, están bastante indefensas. De todos modos, creo que hay dos mecanismos. Uno es la fortaleza de la sociedad civil. En la medida en que una sociedad civil sea más fuerte, debería ser capaz, al menos en teoría, de poder resistir. Uno pensaba que Estados Unidos era el ejemplo y estamos viendo que no. Y lo otro es la institucionalidad. Brasil es un ejemplo. Brasil siguió una deriva muy parecida a la de Estados Unidos. Bolsonaro imita paso por paso a Trump. Gana las elecciones, tiene esta lógica confrontativa durante su gobierno, pierde las elecciones, intenta robarse las elecciones, dar un golpe de Estado y manda a su gente a tomar los edificios públicos en Brasilia. Y ahí las dos historias se bifurcan, porque en el caso de Brasil, Bolsonaro recibe una repulsa política mucho más unánime y la justicia falla en contra, a diferencia de la Corte Suprema estadounidense, ya cooptada por Trump. Hoy Bolsonaro, lejos de haber vuelto a una segunda presidencia para consolidar la deriva dictatorial, está preso. Por eso Trump está tan molesto con lo que ocurrió en Brasil y ha castigado a los jueces de la Corte Suprema, incluso a sus familiares, poniéndolos en listas negras como si fueran genocidas y terroristas. Trump entiende que el caso de Brasil es muy peligroso, es el ejemplo de cómo deberían funcionar las instituciones en una democracia para defenderse de quienes pretenden destruirlas desde dentro.

-Sin embargo, uno comprende las condiciones de surgimiento de estos líderes porque las instituciones tienen dificultades para canalizar las demandas y las necesidades ciudadanas. Hay insatisfacción con la democracia. Hay malestar y frustración.

-Totalmente. Y por eso un punto fundamental del libro es ir a terreno y hablar con la gente desde la empatía, no desde el juicio. Realmente quiero entender por qué estos líderes son tan atractivos. Y claro, cuando vas a una colonia de El Salvador que estaba tomada por las maras, en donde las personas no podían salir a la calle porque había dos maras en guerra, ahí tú entiendes. Dices: “Hay alguien que no importa cómo, me sacó de ese infierno y ahora se puede vivir en una situación un poco más pacífica”. O la situación de hiperinflación y de hipercorrupción de la Argentina. Es comprensible que mucha gente diga: “Hay que votar por el más outsider, que va a venir a destruir todo, porque ya los políticos tradicionales, de izquierda y derecha, han sido incapaces de ofrecer soluciones». ¿Qué queda? Traer al loco de afuera. La democracia no es solo un conjunto de instituciones, de garantías o de formas de gobernar. Las democracias son mucho más frágiles de lo que algunas veces nosotros soñamos. Y de nuevo el ejemplo de Estados Unidos es paradigmático al respecto por la forma en la que una persona con la suficiente voluntad de poder en pocos meses va desmantelando las instituciones. Es realmente una flor muy frágil la democracia porque depende de que los actores tengan ciertos comportamientos.

-Chile acaba de realizar elecciones presidenciales y parlamentarias. Jeanette Jara y José Antonio Kast son los candidatos que se medirán en el balotaje. ¿A cuánto está Kast de ser el nuevo presidente de Chile?

-A un milímetro. Salvo que caiga un meteorito o suceda una cosa absolutamente impredecible, Kast va a ser presidente. Los tres candidatos de derecha –Kast, Johannes Kaiser y Evelyn Matthei- sumaron más del 50%. El progresismo sumó un 30%. El otro 20% son estos votantes de Franco Parisi, que son bastante inidentificables políticamente y que probablemente se dividan. Por lo tanto, la verdad es que Jara no tiene por dónde llegar a ser competitiva en la segunda vuelta, salvo que ocurriera algo que cambiara totalmente la dinámica de los hechos. Y eso es muy improbable.

-¿Y cómo definirías el liderazgo de Kast? ¿Es una derecha tradicional, es derecha radical o es otra cosa?

-Hay una gran discusión allí. Kast viene del mundo de la derecha tradicional. Él crea este Partido Republicano y se incorpora a sí mismo en la familia de las derechas radicales. Venía de la derecha tradicional, pero después vira a otra cosa. Considera que Sebastián Piñera era demasiado moderado y centrista y él quiere armar una alternativa de derecha más dura. Kast es parte de las organizaciones y de las cumbres de Víctor Orban, de Bolsonaro y cuando va a España se junta con Vox, no se junta con el Partido Popular. Él mismo se ha puesto en la familia de la derecha radical.

-En esta campaña presidencial moderó un poco más su discurso.

-Tomó la decisión estratégica de bajarle el volumen a ciertos planteamientos que le habían costado muy caros en la elección anterior. Por ejemplo, todo el tema de la batalla cultural, de su oposición al aborto, al matrimonio igualitario, a las uniones homosexuales, a los abortos causales, a la repartición de la píldora del día después. En su campaña anterior, en 2021, había dicho que iba a eliminar al Ministerio de la Mujer. En 2025 se da cuenta de que eso no le rinde si quiere ganar el 50% de los votos y lo elimina de su campaña. No se modera, sino que lo silencia. Yo mismo le pregunté sobre el aborto en el debate presidencial: si sigue pensando que no podía venderse en las farmacias la píldora del día después. Y me dijo: “Yo sigo siendo la misma persona, sigo teniendo las mismas convicciones, pero en mi gobierno no voy a tocar esos temas porque me voy a centrar solamente en seguridad y economía”.

-Se concentró en la idea más genérica de “cambio”.

-Sí. En Chile, en todas las últimas elecciones ha ganado la oposición. La última vez que un presidente le entrególa banda a alguien de su mismo sector fue Ricardo Lagos a Michelle Bachelet en 2006. Desde entonces, siempre ha ganado la oposición. Este gobierno tiene una popularidad del 30%. Por lo tanto, quien aparezca como la oposición al gobierno naturalmente tiene la primera opción a ganar la presidencia.

-Ahora sumará los votos de Kaiser, de Matthei, parte de los de Parisi. Podría decirse que esta primera vuelta funcionó como una primaria de las derechas.

-Sí, se habló mucho de que estas eran las primarias de la derecha. Kast saca la materia cultural de la campaña y le abre paso a Kaiser por extrema derecha que toma esos temas. Y Kaiser se convierte en el heraldo de este discurso más libertario, de la ultra derecha sin ningún complejo. Y por otro lado está Matthei que representa la derecha tradicional. Es evidente que sus votantes se van a ir para allá. Y con ellos tiene más del 50%, sin haber tenido que negociar, sin haber tenido que cambiar su estrategia. Ya tiene ese electorado en el bolsillo.

-¿Cuánto del resultado electoral tiene que ver con la derechización y cuánto con el castigo a los oficialismos que, por tendencia, suelen perder frente a las alternativas de oposición?

-Creo que son dos tendenciasque en este caso se suman. Si vemos lo que ha pasado en los últimos 15 años en Chile, siempre los gobiernos duran muy poco con una mayoría política que les permita actuar. En la práctica el gobierno de Boric duró seis meses y el gobierno de Piñera duró un año y medio hasta el estallido. Entonces, creo que hay una tendencia a una fuerte desilusión de la gente con los gobiernos, que parecen incapaces de llegar adelante a soluciones. Y otro factor es esta derechización. Ahora lo vamos a ver cuando Kast esté en el gobierno. Probablemente vamos a tener una idea más clara de si esta mayoría de derecha cultural que hoy día efectivamente existe en Chile va a ser una mayoría más estable o si va a resultar tan efímera como han sido todas las últimas.

-¿Por qué fracasó Gabriel Boric?

-Creo que hubo varios problemas. El primero es que se sobreestimó el mandato que había recibido.Boric asume después del estallido, en un clima social de mucha efervescencia en cuanto a que se suponía que había reformas estructurales que la gente pedía en medio de la redacción de este proyecto de nueva Constitución. Pero Boric gana la elección fundamentalmente porque él es el anti-Kast. En segunda vuelta, Boric-Kast va muchísima gente a votar por lo que hablábamos recién, porque Kast estaba contra los derechos de las mujeres, tenía un discurso ultraconservador. Y mucha gente vota por Boric básicamente para evitar que gane Kast. Boric había sacado en primera vuelta el 26%. Tenía un cuarto del electorado y, pese a ello, trata de armar un gobierno solamente con su propio cuarto del electorado dejando al resto de la centroizquierda en una posición muy desmedrada. Creo que actúa con mucha torpeza política en esos primeros seis meses, amarra su suerte al plebiscito de la nueva Constitución y cuando un 62% rechaza el plebiscito, en la práctica se acaba su gobierno. No tiene, no tuvo la habilidad de entender que su mandato era mucho más frágil y construir alianzas para avanzar en reformas durante ese periodo. En cambio, se jugó todo a pensar que ese plebiscito le iba a dar la fuerza política que le faltaba. Amarró la suerte del gobierno a ese plebiscito que se perdió por paliza. Y después creo que no hubo la convicción suficiente para hacer nada más que sobrevivir. Perdió toda capacidad de conducción política al gobierno. No dio batallas que a lo mejor podría haber dado en temas sociales, donde creo que el gobierno sí tenía una mayoría ciudadana.

-Usted dice que demostró falta de destreza, de lectura política y de habilidad.

-Sí, Boric siempre tiene un 30% que lo apoya no importa qué pase. Y sin duda va a volver a ser candidato. Creo que finalmente él es el menos dañado. Lo que sí salen muy dañadas son las ideas progresistas, las ideas de izquierda en Chile, que de alguna manera salen habiendo fracasado en el gobierno. Y se da un giro muy drástico hacia las ideas de derecha que hoy día son mayoritarias. Si tú ves las dos grandes coaliciones políticas que dominaron la transición a la democracia en Chile, la Concertación está muerta. Chile Vamos, que era la derecha tradicional, murió el domingo. Hoy día las coaliciones que mandan son otras. En la izquierda, el Frente Amplio y el Partido Comunista son los que llevan el pandero. Y en la derecha surge este nuevo Partido Republicano.

-¿Considera que el liderazgo de Kast podría acercarse a las figuras que analiza en el libro?

-Kast es un liderazgo conservador, tradicional, con componentes autoritarios. Es una persona que, en esta campaña no lo repitió, pero tiene una valoración de la dictadura de Pinochet. En campañas anteriores dijo que no creía las cosas que se decían sobre algunos de los peores violadores de derechos humanos en Chile. Kaiser prometió indulto para los violadores de derechos humanos; Kast no. En esta ocasión no lo hizo, pero siempre ha tenido una valoración de la dictadura de Pinochet. Hay un resurgimiento del pinochetismo en Chile, una nostalgia autoritaria y una reivindicación de la dictadura. Lo que a mí más me preocupa en ese aspecto es el tema de la seguridad y el orden público. Porque hay en Chile, evidentemente, un deseo de medidas de mano dura. Kast ha prometido medidas de mano dura como la implantación de estado de sitio. Creo que puede darse un escenario en el cual desde el gobierno se implanten medidas que vayan contra las garantías y los derechos individuales, esas medidas incluso puedan tener un apoyo mayoritario de la población y esa sea la vía para comenzar a erosionar algunos elementos. La implantación de estado de sitio en Chile significa que el presidente tiene atribuciones para mandar a arrestar gente. Estos liderazgos, con la excusa de la delincuencia, podrían tomar ese tipo de medidas. Y eso me preocupa mucho.

-El libro reúne distintas historias que usted recogió en estos países, reporteando en el terreno, hablando con la gente. ¿Cuál fue la que más lo conmovió?

-Hay muchas, pero las que más me impactaron en lo humano fueron algunas historias de El Salvador. Sobre todo, la historia de la isla de las mujeres solas, una isla absolutamente pobre, pero al mismo tiempo aislada de la violencia, donde no entraron los pandilleros, la gente vivía en condiciones de subsistencia y donde de pronto entran los militares que tienen que cumplir cuotas de captura y se llevan a buena parte de los hombres de la comunidad. Y quedan estas madres, estas esposas, estas hermanas, estas hijas, sin saber qué hacer: personas que no tienen contactos, que no tienen a quién recurrir. De pronto, sencillamente, se llevan a la gente, nadie sabe por qué, nadie sabe con qué cargo. Una de estas mujeres se llama Blanca. Ella pierde a varios de sus familiares y se va a sentar todos los atardeceres con su silla en las afueras del penalito –la cárcel- a esperar y ver si liberan a alguno de su familia porque si liberan a alguno y no hay familiares afuera esperando, los devuelven a la cárcel. Ellas están convencidas de que tienen que estar ahí ante la eventualidad de que salgan. Y ver a esas mujeres, todos los atardeceres, esperando allí, con sus sillas, rompe el corazón realmente. Ahí te das cuenta de lo que puede significar el leviatán del Estado, el poder absoluto del Estado cuando se lanza contra las personas sin que haya una explicación, sin que haya un porqué. Y cómo eso impacta en personas comunes y corrientes que sencillamente son impotentes, que ni siquiera tienen la capacidad de salir a protestar. Sencillamente lo único que pueden hacer es esperar y ver qué puede pasar. Es muy duro ver hasta dónde pueden llegar este tipo de cosas. Y verlo te rompe el corazón.

PERIODISTA Y ANALISTA POLÍTICO

PERFIL: Daniel Matamala

Periodista y escritor, Daniel Matamala nació en Valdivia, Chile. Se graduó en la maestría en Periodismo Político de la Universidad de Columbia e hizo una residencia en el Centro Stigler de la Universidad de Chicago.

Ha sido reportero, conductor, panelista y editor en televisión, en Canal 13, CNN y Chilevisión, donde presenta el noticiero Chilevisión Noticias. Ha cubierto temas como la guerra en Ucrania y las condiciones laborales en China.

En 2022, recibió el Premio María Moors Cabot, considerado no solo el más antiguo del periodismo, sino también uno de los más respetados galardones del continente.

Es autor de nueve libros de no ficción. Acaba de publicar Cómo destruir una democracia (Planeta)

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