Cinco destinos fuera del radar donde impera la naturaleza, el silencio y la tranquilidad

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El fin de año precipita la necesidad de aspirar una nutritiva bocanada de energía que nos permita atravesar las últimas semanas de este año que para muchos tuvo demasiada carga emocional. Entonces se plantea un necesario autoexilio a lugares donde la calma, la belleza de los elementos naturales y sobre todo el silencio sean los protagonistas de un guion para un viaje soñado.

Estos son cinco destinos donde impera el silencio:

Pampa del Leoncito

La desolación es una manera de entender la belleza de estos domos que están frente a la Pampa del Leoncito, en la región más remota y escondida del valle de Calingasta en San Juan. Aquí no sólo existe en estado crudo la soledad, sino que hasta las nubes han optado por abandonar este cielo que es considerado entre los más diáfanos del planeta. 300 noches al año, está despejado. En lo alto del cerro, están el complejo astronómico El Leoncito donde un grupo de astrónomos escudriña el universo. A los domos se llega por Mendoza o por Barreal, el acceso es de asfalto. El silencio es protagónico.

Sebastián Marasco hizo el emprendimiento Los domos del silencio frente a la Pampa del Leoncito cerca de Barreal, San Juan

No se ven árboles ni mucha vegetación, pero fulgura el brillo natural. Separados 300 metros unos con otros, tres solitarios domos desafían esta pampa estelar que es una reserva privada de 26.000 metros cuadrados. “Me gusta pensar que soy el guardián del silencio”, acostumbra a decir Sebastián Marasco, quien da la bienvenida. La experiencia es única: disfrutar de las noches donde el cielo no tiene contaminación lumínica ni auditiva alguna, ni pueblos ni parajes a la vista, la presencia humana es mínima y solo tiene lugar la trama de la naturaleza y sus sonidos.

Cada domo es una isla. Marasco explica que para disfrutar del silencio y el cielo, se sugiere no usar el celular. No existe señal de ningún tipo. “Cada vez que el ojo ve una pantalla, afecta a la visión media hora”, explica Marasco. Se busca volver a una versión primitiva, de noche lo sugerido es hacer una fogata. Una doña que vive en un rancho cerca cocina guisos y recetas locales. El maridaje se hace con vino del propio valle. “La idea es que te quedes toda la noche sintiendo el silencio y mirando las estrellas”, concluye Marasco.

Salinas Grandes

“Acá es como estar en otro planeta, estamos aislados de todo”, dice Eva Sivila, guía de Pristine Salinas Grandes, este hospedaje único en el país. Está en un rincón remoto de las Salinas que comparten Salta y Jujuy, los domos están en la segunda provincia y es un complejo que semeja una base espacial. Alrededor de un manto blanco enceguecedor, los domos, también blancos, a lo lejos se mimetizan con el salar, están conectados por una pasarela de madera. Están a 3400 metros de altura, y tienen una superficie de 210 kilómetros cuadrados. Aquí se presenta el lujo en sencillas razones.

El viento envuelve al salar, pero por la noche desaparece, no sin antes limpiar el cielo de nubes dejando a las estrellas como únicas protagonistas de un manto hipnótico

Con pensión completa, la cocina tiene un menú ciento por ciento local. Todos los empleados son miembros de la comunidad aborigen Aguas Blancas. En el día, se hacen excursiones a pueblos cercanos como Barrancas y San Francisco de Alfarcito. Existe una gran dispersión térmica, entre el día y a noche puede haber 20 grados de diferencia. Cuando baja el sol las montañas que rodean las salinas se tiñen de colores, al igual que las nubes, la policromía la domina el tono rojo y violeta. El silencio es total, al no haber vegetación, no existen animales. Los pasajeros eligen quedarse sentados observando la despedida del sol. Un living comunitario y el comedor, son los puntos de encuentro.

“El silencio te manipula y juega con tus sentidos”, cuenta Sivila. El viento envuelve al salar, pero por la noche desaparece, no sin antes limpiar el cielo de nubes dejando a las estrellas como únicas protagonistas de un manto diáfano e hipnótico.

Isla Leones

Las playas de la Patagonia Azul guardan uno de los mayores secretos: el Isla Leones Camps, una minúscula comunidad de 12 seres humanos frente al escénico y solitario mar argentino en la costa más remota y salvaje de Chubut. Es un proyecto de la Fundación Rewilding. La postal es idílica, frente a playas perfectas, con piletones de agua cristalina, estrellas de mar y peces, se presentan en una avasallante belleza seis pequeñas casas, Tinny Houses de madera, chapa y vidrio. Parecen sacadas de un cuento infantil, pero son reales.

Seis tiny house frente al mar en la más completa soledad

Lo salvaje no oculta los lujos. Están equipadas con todo lo necesario para que la estadía en este recóndito territorio sea lo más placentero posible. El menú que se ofrece es a base de la pesca del día y de algas. Sólo dos docenas de camas habilitan la chance de que doce personas disfruten de esta decorosa realidad. El Camps está a media hora de Camarones, el pueblo más cercano. Desde aquí se pueden hacer excursiones, como a Bahía Arredondo donde es posible hacer snorkel y conocer el maravilloso mundo submarino. Los bosques de macroalgas, los coloridos habitantes del mar. También navegación a través de un caprichoso e inexplorado archipiélago de más de 60 islas donde nidifican gran parte de las aves costeras patagónicas y un viejo faro atesora historias de fantasmas.

La Patagonia Azul es un viaje iniciático que se hace través de vieja ruta 1. Son 450 kilómetros donde la presencia humana es nula, en su recorrido se cruzan choiques, piches, guanacos pero también pueblos algueros olvidados, y playas secretas. A esta ruta se la compara con la Pacific Coast Highway, de California, o la Great Ocean Road, de Australia. Aquí la llaman la Ruta Azul, aventura en estado puro.

Purmamarca

Purmamarca es la perla de la Quebrada de Humahuaca en Jujuy, pulida por los vientos y amable, está enmarcada por una policromática formación de cerros donde sobresale el de siete colores. El tiempo le ha dado una pátina romántica y melancólica. Remanso en la ruta 52, su pequeña y pintoresca plaza es visitada por turistas que buscan artesanías, y restaurantes donde comer platos típicos, pero también caminar por sus pequeñas calles que ascienden y bajan en un diseño que invita a pasear. En esta inmersiva escenografía hecha por las historias y la naturaleza, al pie de aquel cerro pictórico se muestra el señorial hotel Manantial del Silencio.

El Manantial del Silencio, Purmamarca

Es una experiencia imperdible para todos los amantes de la naturaleza y la cultura andina. Construido en el año 2000, en un estricto estilo neocolonial español por el arquitecto Mariano Sepúlveda con materiales locales (paredes de adobe y techos de caña), por su excelencia y compromiso con su trabajo, recibió la Cruz de Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica. El tiempo moderno no ha podido contaminar este solar, es una buena noticia para los viajeros que buscar recuperar la belleza y la calma.

El silencio es protagonista absoluto. El spa tiene, entre otros servicios, un jacuzzi con vista panorámica a los cereros y al jardín. En las galerías y habitaciones se exponen pinturas que representan a “Ángeles arcabuceros”, motivos coloniales que referían a estos seres divinos con estas armas en vez de espadas.

Amplias y luminosas, las habitaciones reciben la brisa nacida en los cerros que coquetean con las nubes y la luna.

Un gran highlight es el restaurante “Calandria”, donde se crean platos con sentido artístico con productos locales que hacen vibrar los sentidos. La buena señal es que la familia Manzur, propietaria del hotel, tiene la bodega El Bayeh, con vinos de altura considerados de los mejores del país. Aquí se pueden probar todas sus etiquetas.

San Andrés de la Sierra

Es el primer lodge de montaña de la provincia de Buenos Aires, a los pies del cordón de la Ventania en el partido de Tornquist, sobre la escénica ruta 76. Pacífica y calma, un pequeño rosario de pueblos la cruzan, pequeñas y bellas comunidades de pocos habitantes. El lodge Los Alercers Resort se encuentra en San Andrés de la Sierra, una localidad de menos de 100 habitantes con una idílica situación: se ubica en una pradera decorada naturalmente con el dorado pastizal pampeano. El silencio se despereza inmaculado, y se traslada a través de brisa fresca de las sierras.

Los Alerces

“La idea es que tengas una experiencia de máximo confort en la serranía”, dice Diego Peña, creador de esta fantasía que se materializa con 19 cabañas de 135 metros cuadrados, área de deportes, recreación, spa, gimnasio, restaurante y un Club House. El lujo además explora elementos esenciales como la contemplación de un cielo brillante, la intimidad de las sierras y la complicidad de liebres y zorritos que suelen curiosear por los caminos de tierra de esta aldea confidencial de la comarca serrana.

El lodge promueve un turismo rural premium. El secreto de Los Alerces es dejarse llevar por su guión hedonista, su restaurante tiene un carta donde sobresalen las carnes. El ocio es el mandato que impera. Con todas las comodidades y amenities, la mejor actividad es pasear por el pequeño pueblo. Hacer tracking o visitar algunas de las localidades cercanas, como Villa La Gruta y Villa Ventana.

Las cabañas están separadas unas con otras para asegurar intimidad. Los habitantes temporales de ellas están en un profundo autoexilio. Hacia el final del día, el atardecer vuelve aún más presumido al silencio sólo interrumpido por el canto de las aves crepusculares. La libertad es absoluta, el límite es la propia imaginación que produce contemplar el encanto de las sierras, tan cercanas y discretas. A la noche, la Vía Láctea es una compañía enamorada fulgurante.

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