Natacha Voliakovsky trasforma en arte su propia grasa

admin

Sobre una camilla de hospital, como sedada, la artista Natacha Voliakovsky es transportada desnuda por el amplio espacio de la galería Valerie’s Factory, dirigida por Jimena Lusi y Xul Jan. En la performance, el rostro, las piernas, el pecho y los brazos, de Voliakovsky están cubiertos de una espesa manteca vegetal. Con una serie de fórceps y elementos hospitalarios ginecológicos antiguos que se usaron para realizar abortos, dos personajes retiran los montículos de ese ungüento que concentra, tras ser refregado sobre el cuerpo, el olor de la piel. En este extraño quirófano en que devino la galería, en lugar de higienizar a la paciente con Pervinox le han aplicado esta suave mezcla vegetal.

“La experiencia de mi vida”. Sarah Jessica Parker fue jurado del Booker y lo cuenta en primera persona

Ante un auditorio de más de un centenar de personas, días atrás la artista derritió a fuego lento una máscara de su propia cara hace seis años, hecha con grasa que le extrajeron por medio de lipoaspiraciones para reparar las lesiones que le ocasionó su padre.

“Para rellenarme la cara, me extrajeron grasa de otros lados del cuerpo: la grasa que sobraba la guardé en el freezer. Empecé a acumular y a trabajar con este material que alguna vez estuvo vivo y posee muchísima información. Tiene una textura y un olor muy particulares”, cuenta la artista en diálogo con LA NACION.

“Para rellenarme la cara, me extrajeron grasa de otros lados del cuerpo: la grasa que sobraba la guardé en el freezer

Como en una potente metáfora de transformación, Voliakovsky creó un perfume sólido que colocó dentro de un delicado recipiente con forma de flor, hecho en cristal. Allí mezcló la manteca vegetal (con el olor de su piel), la máscara hecha con grasa de su cuerpo (que encarna el olor interno del cuerpo) y sumó una composición de moléculas francesas que desarrolló durante meses con una perfumista para lograr una mezcla equilibrada. Tras oler el resultado de la mezcla con su grasa, lo acercó al público para que también la oliera.

Fundadora y directora de Argentina Performance Art, una plataforma dedicada a promover e investigar el arte de la performance en Argentina, la artista señala que reivindica el cuerpo como un sitio de resistencia, transformación y agencia política. “Involucrándose con el feminismo-sudaca, la estética decolonial y la autonomía radical, lleva los límites de la corporalidad a través de intervenciones quirúrgicas, acciones de resistencia y procesos rituales”.

La artista, que vive y trabaja entre Nueva York y Buenos Aires, y en cuyas performances llegó a tomar y comer con el público su sangre y su cuero cabelludo, participó en Every Woman Biennial (Londres), la Bienal de Bogotá (Colombia), la Trienal de Arte Latinoamericano en New York, en Deformes, Triennial de Performance (Chile), el Foro Internacional de Performance Art de Grecia, C32 Performing Art Work Space (Italia), The Momentary Museum (Arkansas), entre otros. También dio conferencias y charlas en la Universidad de Harvard (Boston) y en Herbert Berghof-HB Studios (Nueva York).

Trabajar con su propia grasa le permitió crear una madonna contemporánea. “Cada época en la historia del arte tiene su Venus y su Madonna: creo que la Venus o la Madonna de esta época es una Venus modificada, alterada, un ciborg”, afirma.

La performance que presentó en la galería y la exhibición encarnan la experiencia de Voliakovsky cada vez que ingresa a un quirófano. Por los golpes que le dio su padre en la infancia hasta generarle una desviación mandibular tuvo que someterse a diversos procesos quirúrgicos. “Primero me operé para reparar. Luego, trascendí esa idea y empecé a modificarme. En un camino que pasa por la disforia, por lo plástico, y la búsqueda de una forma determinada como artista”.

En ese trayecto, explora la identidad y en la posibilidad del autodiseño. La artista francesa Orlan se sometió a una serie de operaciones estéticas (llegó a ponerse protuberancias en las sienes), para modificar su aspecto físico. En su caso, para evidenciar la tiranía de los cánones estéticos dominantes que asfixian a las mujeres. Algunas de sus creaciones pueden verse en el Macba, en El grito de los cuerpos.

En la galería se exhiben fotografías, videos y objetos hospitalarios intervenidos

Voliakovsky la conoció cuando Orlan visitó Buenos Aires y ella fue designada como su “ángel”, su acompañante local. Además, en 2004, Nicola Costantino presentó en el Malba Savon de Corps, jabones elaborados con grasa de su propio cuerpo: la muestra en aquel momento despertó polémica.

En Valerie’s Factory, Interfaz de la carne, exhibición con curaduría de Valentina Quintero, explora los límites del cuerpo y su representación. A través de la performance, la fotografía, la instalación y el dibujo, despliega una obra que sitúa al cuerpo en un estado de ambigüedad permanente entre la máscara teatral y la sala quirúrgica, un territorio donde la carne se vuelve artificio y se abre a múltiples posibilidades de sentido.

La exhibición incluye una serie de elementos hospitalarios reales, reapropiados e intervenidos. En una pantalla se ve el video de la primera vez, en 2017, que Voliakovsky hirvió su propia grasa. El recorrido comienza con una sala de espera, donde se exhiben sus cirugías fantásticas, dibujos realizados a partir de imágenes que encontró en libros de anatomía en los que imagina un nuevo cuerpo.

Voliakovsky ha pasado por incontables operaciones para borrar las secuelas físicas de la violencia sufrida

Voliakovsky ha pasado por incontables operaciones para borrar las secuelas físicas de la violencia sufrida. Para ella, ese proceso es también un derecho a la propia construcción: el derecho a la propia modificación de la carne. “Muchas secuelas que tuve se fueron descubriendo con los años. La agresión física más fuerte que él hace conmigo es cuando yo era muy chica, estaba en período de crecimiento. Me acuerdo que fuimos muchas veces al médico porque me dolía la mandíbula, pero no había algo realmente que se podía notar en ese momento. Cuando crecí empezaron todos los trastornos”.

Y añade: “Y en ese proceso yo tomo esa decisión de restaurarme, de repararme. En esa reparación yo considero que cuanto más modifico mi cuerpo, más me lo apropio, más me pertenece. Como esa materia que es mía, entonces puedo hacer lo que quiero. Y a la vez es también una reacción a todos los conceptos judeo-cristianos del cuerpo como templo, del cuerpo como algo sagrado. Para mí la materia no es sagrada. La materia es algo que podés poseer y modificar, que se va a degradar, a destruir y descomponer”.

El perfume creado con su propio cuerpo

Incluso se ha sometido a ciertas cirugías sin anestesia: “Viví tanto maltrato y tanta agresión física y dolor que es un lugar conocido para mí volver a atravesar ese mismo proceso para lograr el resultado al que llego”, confiesa.

En la galería se exhiben fotografías, videos y objetos. Y como resultado final de la performance, emerge un objeto tan íntimo como conceptual: un perfume de grasa humana, que condensa la potencia de la transformación.

Para agendar:

Interfaz de la carne, de Natacha Voliakovsky en Valerie’s Factory (Vera 1350). Hasta el 13 de diciembre, de iércoles a sábados de 15 a 20.

Facebook Comments Box

Deja un comentario

Next Post

Libertad Leblanc, la femme fatale que se prometió no volver a depender de un hombre

Acaso el asesinato de su padre, cuando ella tenía tan solo un año, le forjó a Libertad Leblanc un temple libertario. Fue fiel a ese nombre de bautizo. No se ató a mandatos. Así fue como decidió transitar su camino por el mundo de la actuación de tintes eróticos o […]
Libertad Leblanc, la femme fatale que se prometió no volver a depender de un hombre
error: Content is protected !!