El destino que es un boom turístico por sus glaciares, fiordos y auroras boreales

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Una sola ruta da la vuelta completa a Islandia. Hay quienes optan por empezar a recorrerla hacia el sur y otros hacia el norte, aunque es solo una cuestión de dialéctica rutera, porque en el camino se pasará por los mismos sitios. Lo que puede hacer un viaje diferente es el clima, lo menos previsible que existe en la isla del fuego y el hielo. Un dicho trata de reconfortar a los visitantes durante los momentos de intensas lluvias: “¿no te gusta este tiempo? Esperá cinco minutos que se viene otro…”. En Islandia llueve día por medio y hay alrededor de 150 palabras para designar el viento, según sus intensidades y direcciones.

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La Ruta Nacional 1, también conocida como Hringvegur (ruta circular), es la única propiamente dicha, aunque en realidad hay una ruta 2, que todavía no figura como tal en los mapas. Se trata de un intento relativamente nuevo para diversificar los itinerarios y tratar de llevar a los turistas a recorrer los fiordos del oeste, aquellos que forman como una “cabellera al viento” arriba a la izquierda en los mapas de Islandia.

La Ruta Nacional 1, también conocida como Hringvegur (ruta circular), es la única propiamente dicha

Una vez decidido el sentido, solo hace falta alejarse del centro repleto de turistas de Reykjavik, la capital más septentrional del mundo, y salir en dirección a la Islandia de siempre, la de antes del sobreturismo, de las redes y del Íslenski heitið (el juramento del buen turista, que trata de concientizar y minimizar los impactos que pueden llegar a tener más de 2,3 millones de visitantes extranjeros sobre una población de menos de 400.000 personas).

Hace unos 30 años, el panorama era radicalmente diferente y los pocos turistas que emprendían la vuelta a la isla por la Ruta 1 se lanzaban a una verdadera aventura. Debían prepararse para largos tramos de ripio y escasos servicios. Ahora todo el recorrido está asfaltado y mantenido en un impecable estado, con profusión de estaciones de servicio.

Durante los últimos meses, estos paradores escucharon a menudo el acento argentino, ya que muchos emprendieron el largo viaje a la isla de las sagas vikingas. Pudieron descubrir así un país distinto a los demás, donde las crisis –como la de 2008– fueron motivo de crecimiento.

Reykjavik, la capital más septentrional del mundo

Hacia el centro de la Tierra

La ruta totaliza un poco más de 1300 kilómetros. No da una vuelta completa a la isla, sino que realiza varios atajos en ciertas regiones, como entre Reykjavik y el norte, obviando los intricados fiordos del noroeste. Se acortó 150 kilómetros también cuando se construyó el túnel submarino debajo del Hvalfjördur, entre los suburbios del norte de Reykjavik y el puerto de Akranes, la primera etapa de quienes emprenden la Ruta 1 hacia el norte.

El viaje se podría completar en un par de días, pero requiere por lo menos una semana, para disfrutar de cada parada y de los atractivos a lo largo del itinerario. Algunos le dedican incluso dos o más semanas, y bifurcan el recorrido hasta parajes más aislados, cascadas o para realizar excursiones embarcadas en los puertos del norte. Por eso, muchos alquilan casas rodantes. Las hay de todos los tamaños y niveles de equipamiento. Sin duda es la mejor manera de recorrer la isla con libertad y aliviar el presupuesto, ya que los precios de los hoteles y Airbnb están entre los más elevados de Europa.

En Islandia llueve día por medio y hay alrededor de 150 palabras para designar el viento

Borgarnes es el punto de partida para una incursión hasta la península del Snæfellsnes, donde se levanta el volcán del mismo nombre, coronado por un glaciar. Muchos lo conocen desde la infancia: es allí donde Julio Verne ubicó la entrada hacia las entrañas del planeta en su novela Viaje al centro de la Tierra. La región es además una “mini Islandia”, por tener un poco de todo lo que hay en el resto del país: volcán y glaciar, pero también actividades geotérmicas, cascadas y más.

De Borgarnes a Akureyri –la principal ciudad de la costa norte y la segunda más poblada del país– son poco más de 300 kilómetros. Las paradas imprescindibles de este tramo son: las antiguas granjas con techo de pasto de Glaumbaer, los puertos que proponen salidas embarcadas de avistaje de ballenas y las aldeas donde se producen pulóveres de manera tradicional.

En esa región de la costa norte, la noche no existe en julio, como tampoco el día en enero. En primavera y en otoño, por el contrario, la duración de la oscuridad y la luz es más o menos similar a otras zonas templadas del globo.

El viaje se podría completar en un par de días, pero requiere por lo menos una semana, para disfrutar de cada parada

Finalmente, se llega a Akureyri, ciudad de edificios bajos, extendida a lo largo de un profundo fiordo. La moda de las novelas negras islandesas llegó hasta esos confines subárticos y las obras de Árni Thorarínsson y Ragnar Jónasson suelen estar ambientadas aquí. Como suele pasar fuera de Reykjavik, las localidades islandesas no son centros turísticos per se, sino puntos de partida para descubrir las regiones vecinas. En el caso de Akureyri, se organizan navegaciones por el fiordo para ver focas o frailecillos (según las épocas del año). También se suelen avistar varias especies de ballenas en el mar abierto.

La ruta sigue hacia Myvatn, un lugar apreciado por los locales en verano. Alrededor del lago hay varios complejos de cabañas y alojamientos. Además del avistaje de aves, la región ofrece todo lo que uno puede imaginar de rarezas geológicas y geotérmicas, desde cuevas con cristales de hielo hasta conos volcánicos y mares de lava esculpida por las fuerzas de la tierra. Hay también baños termales bien equipados, como en muchas otras partes de Islandia. La entrada es más bien onerosa para bolsillos acostumbrados a los pesos, pero la experiencia vale la pena.

No muy lejos, al borde mismo de la Ruta 1, se pasa luego por el sitio de Hverir, el campo geotérmico más sorprendente del norte, que presenta un condensado de las fuerzas del interior de nuestro planeta: fumarolas, pozos de azufre, barros hirvientes, solfataras y más.

Hverir presenta un condensado de las fuerzas del interior de nuestro planeta: fumarolas, pozos de azufre, barros hirvientes y solfataras

Destellos en la noche

El norte de Islandia se considera como la mejor región para ver auroras boreales, lo que se da a partir de septiembre, como se puede descubrir en el centro dedicado a este fenómeno natural en la capital (el Aurora Reykjavik – The Northern Lights Center). Durante la visita se derriban varios mitos: no siempre hay que esperar los meses más fríos del año y subir a altas latitudes. De septiembre a mayo es muy probable ver este fenómeno lumínico por toda la isla, fuera de los centros urbanos. Sin embargo, salvo cuando las condiciones son muy particulares, hay que olvidarse de las vistosas imágenes de “velos” intensamente verdes o violetas que se ven en las redes, ya que el ojo percibe generalmente luminiscencias blancuzcas, realzadas por los sensores fotográficos de las cámaras.

Se llega finalmente a Egilsstaðir, la principal ciudad del este de Islandia. El paisaje cambia y ya no tiene la rudeza de las comarcas que se dejaron atrás. Por lo general, pocos son los viajeros que hacen tiempo en esta parte del país. Todos quieren llegar cuanto antes al sur para descubrir las maravillas naturales que hicieron la fama de Islandia en las redes.

Para ahorrarse las interminables sinuosidades de la Ruta 1 que bordea los fiordos del este, muchos automovilistas optan por el camino de ripio que les indica el GPS como atajo. Suele estar en bastante mal estado y es el único tramo difícil del viaje (solo se puede realizar en verano y a principios del otoño). Finalmente se llega a Höfn, donde empieza el tramo estelar y más instagrameado de la ruta 1.

No siempre hay que esperar los meses más fríos del año y subir a altas latitudes para ver las auroras boreales

La estrella indiscutida de la costa sur de Islandia es la laguna glaciar Jökulsárlón, donde los icebergs se desprenden del mayor glaciar islandés (el Vatnajökull) y flotan hacia el océano. El lugar es tan increíble que maravilla hasta bajo intensas lluvias, algo común incluso en pleno verano. La contracara es que es uno de los epicentros del sobreturismo en la isla. La laguna misma tiene a veces tantas embarcaciones como icebergs… En invierno, por supuesto, hay menos gente. La oscuridad es total, pero está la posibilidad de ver una aurora boreal, un recuerdo para toda la vida. Frente a la laguna, del otro lado de la Ruta 1, se encuentra la Diamond Beach, la famosa playa de arena negra con icebergs azules varados.

Buena parte del tramo de la ruta entre Höfn y Vík í Mýrdal bordea el sur del Vatnajökull. Siempre es emocionante ver las lenguas de hielo de esta gran mancha blanca de los mapas. En la región, muchos prestadores ofrecen todo tipo de actividades en el glaciar, desde caminatas hasta paseos en motos de nieve o sobrevuelo en helicópteros. Además se organizan visitas a la cascada de Svartifoss, al cañón de Fjaðrárgljúfur, con sus paredes escarpadas, al Eldhraun cubierto de musgo, o al Skeiðarársandur (la llanura de sedimentos glaciales más grande de Islandia).

En la de Skógafoss los días de sol se forma un arco iris permanente por encima del paisaje

El último tramo lleva de Vík a Reykjavik. A esta altura, todos los visitantes saben que Vík quiere decir bahía en islandés. Y la capital no es otra cosa que la bahía de las fumarolas, por la actividad volcánica y geotérmica. Vík es otro pequeño pueblo costero, con otra playa de arenas negras. La cascada de Seljalandsfoss es muy popular porque es posible pasar detrás de su cortina de agua, un sitio muy buscado para las fotos. Otra cascada fotogénica en las cercanías es la de Skógafoss, visible desde la ruta 1. Los días de sol forma un arco iris permanente por encima del paisaje.

En cuanto a los glaciares, si bien dejamos el Vatnajökull atrás, tenemos ahora el Mýrdalsjökull y el Eyjafjallajökull, tan famoso como impronunciable; fue el responsable del cierre de gran parte de los aeropuertos cercanos al Atlántico norte con la nube de ceniza que generó su erupción en 2010.

Desde allí se puede optar por llegar al centro de Reykjavik en menos de una hora o dejar la 1 y empalmar con el circuito del Gullni hringurinn (el Círculo de Oro). Es el itinerario que lleva a los tres sitios más clásicos de cualquier viaje a Islandia. Son las cataratas de Gulfoss, el gran géiser y el parque nacional histórico de Þingvellir. Pero al igual que Reykjavik, ya estamos fuera de la Ruta 1 y es otra historia. De paso, historia, en islandés, se dice… saga.

En invierno, los viajeros buscan el espectáculo natural de las auroras boreales

Datos útiles

  1. Alquiler de auto. Los alquileres no son caros en Islandia en comparación con el resto de los precios (como los de restaurantes u hoteles). Una opción interesante es el alquiler de una casa rodante: las más pequeñas (para dos personas) cuestan entre €150 y €190 por día en alta temporada de verano. Una más espaciosa, para cinco personas, costará alrededor de €500 al día. En mayo, junio, fines de septiembre y octubre, estos precios pueden bajar a la mitad y es posible alquilar vehículos semejantes por unos €350 por semana, muy conveniente en comparación con la hotelería o Airbnb (un departamento para cuatro personas en Akureyri cuesta entre €300 y €350 por noche).
  2. Verano. En verano, si bien el sol desaparece en el horizonte, no hay oscuridad entre mediados de junio y fines de julio. Por el contrario, en diciembre y enero no hay prácticamente luz diurna, más particularmente en el norte de la isla. En verano los viajeros buscan el sol de medianoche, visible únicamente en la isla de Grimsey, situada sobre el círculo polar ártico. En el resto del país, el sol desaparece de unos minutos a una hora, según la latitud y la fecha.
  3. Invierno. En invierno, los viajeros buscan el espectáculo natural de las auroras boreales en sitios como Seljalandsfoss o Jökulsárlón. También en la región de Myvatn.
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