San Lorenzo quedó eliminado: Central Córdoba sigue en carrera, luego de una controvertida tarea del árbitro

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San Lorenzo ganaba 1 a 0 y resistía los embates de Central Córdoba. Hasta que apareció la figura de Nasareno Arasa, el árbitro, uno de los más cuestionados del fútbol argentino. Hay que comprender el contexto: se sospecha de todo y de todos. El Ciclón recibe el dinero de la AFA para pagar los sueldos de los jugadores, ya que vive en una virtual acefalía. Y el equipo de Santiago del Estero tiene la simpatía de Pablo Toviggino, el tesorero de la AFA y la mano derecha de Chiqui Tapia, el presidente.

A los 17 minutos del segundo tiempo, el VAR llamó a Arasa por un supuesto penal. Lo cobró, a los 21: gol de Central Córdoba. Luego de un encontronazo de Romaña con Perello, el árbitro le mostró la segunda amarilla al defensor colombiano: expulsado. Iban 25 minutos.

Pocho Cerutti, siempre hacia adelante

Se rompió el partido. Lo quebró el árbitro. En el final, Central Córdoba marcó el 2-1 y, acto seguido, el Ciclón sufrió otra expulsión. Terminó con 9 jugadores. Hubo incidentes en el vestuario, entre unos y otros. Amenazas, protestas. San Lorenzo estaba en llamas: arriba (había “hinchas neutrales”) y abajo. El dolor fue tan grande, que Pocho Cerutti y el pibe Gill se fueron entre lágrimas. Todos lloraban. No solo por la derrota. Había algo más…

San Lorenzo es un buen equipo. En realidad, hay que comprender el contexto: tiene el peor plantel en cuanto a recursos y jerarquía de los cinco grandes y, sobre todo, juega bajo la sombra del caos existencial. Sin presidente (sin dirigentes, en realidad, en Santiago del Estero), solos contra el mundo, mientras perciben el dinero desde la AFA, con todo lo que eso implica envuelto en sospechas a futuro. La Roca Sánchez, jugador de paso deslucido en el Ciclón, es hoy una suerte de manager.

Y la rosca política. Y las sospechas de corrupción en direcciones cruzadas: dirigentes, empresarios, de todo un poco y nada claro. En el mientras tanto, San Lorenzo juega con lo que tiene. Poco, verdaderamente. Orlando Gill, el arquero paraguayo, es un hombre que suele ser citado por Gustavo Alfaro. Salva al Ciclón en un par de ocasiones, gigante más allá de 1,98m.

Jhohan Romaña y Gastón Hernández, los zagueros, representan la principal garantía de un equipo que intenta ser sólido, con pizcas de ataques furibundos. El desgaste de Cerutti, delantero, volante y hasta defensor, cuando pide la jugada: en una ocasión clara de Central Córdoba, se arrojó con todo y evitó la caída del arco azulgrana.

Ignacio Peruzzi es el motor del mediocampo, basa su juego en correr, meter y ordenar a la tropa. Con el esfuerzo de todos, San Lorenzo se clasificó a la Copa Sudamericana con holgura y pasó a los octavos de final del torneo Clausura. Si se revisa el contexto general, si se deja por un lado lo que ocurre exclusivamente sobre el campo de juego, lo suyo es un milagro, una palabra que se repite a lo largo de su rica, emocionante historia.

De todos modos, hace lo que puede. Central Córdoba, por ejemplo, lo tuvo a maltraer en buena parte del primer capítulo. Fernando Martínez, por el sector derecho, representó el peligro real del conjunto de Santiago del Estero, un torbellino que pocas veces pudo contener la última línea azulgrana.

Hasta que en el final de esa etapa, Romaña condujo como si se tratara de un número 10, levantó la cabeza y le dio un pase magnífico a Gulli, un zurdo picante, nada de atorrante, todo lo contrario. Es un volante serio y moderno, de apenas 20 años. Le pegó de primera, directo al ángulo.

De pronto, para sorpresa de todos, ganaba San Lorenzo. Y empezó otro partido, dentro del mismo envase. Porque Central Córdoba salió con todo y el Ciclón se sintió cómodo en su mejor versión: el ojo de lince, al calor del contraataque.

Matías Perello, por aquí y Lucas Varaldo, por allá, movieron la estantería del Ciclón, que suele retrasarse y defenderse en exceso en las segundas mitades de los espectáculos que los tienen en ventaja. Ya le pasó con Sarmiento, cuando sufrió el empate en el cierre en el Nuevo Gasómetro. Tal vez, lo hace de modo inconsciente.

Hasta que Perruzzi le cometió “un penal de VAR” a Lucas Varaldo, por una sutil infracción en el área (¿fue falta?), más en el cuerpo que en el intento de rechazo. Nazareno Arasa no lo había advertido: fue avisado desde las cabinas de TV. No pareció penal, a tal punto que Perruzzi celebró su buena marca-recuperación como un gol. Y el número 9 le pegó bárbaro. El 1 a 1 le dio más dramatismo al espectáculo.

La celebración del equipo de Santiago del Estero

Al rato, fue expulsado Romaña, en otra decisión controvertida. Tenía tarjeta amarilla y recibió otra por un cruce con Perello, también amonestado. Fue un momento de calentura del juego, que bien podría haber ignorado el juez. No lo hizo. “Sabía que tenía amarilla y me dejé caer”, reconoció Perello, pícaro.

El defensor se fue sonriente y la gente de San Lorenzo (hubo “público neutral”) entró en cólera. Más aún, luego de un par de situaciones peligrosas, que Arasa evitó involucrarse. Sobre todo, en acciones que pudieron ser tarjetas para el equipo local.

Central Córdoba fue una y otra vez. Hasta que Florentín, con un zurdazo, selló el 2-1 en el tiempo de descuento, luego de un centro atrás. San Lorenzo se fue en llamas, con otra roja, por un pisotón de Nery Domínguez, parte de un escenario caliente en el fútbol argentino. Un capítulo más.

El Ferroviario jugará con el ganador de la serie entre Rosario Central y Estudiantes. Para San Lorenzo se terminó el año. Al menos, sobre el campo de juego.

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