
Un avance científico reciente ofrece una nueva esperanza para quienes han experimentado pérdida de olfato. Un equipo de investigadores, liderado por Halina B. Stanley y colaboradores, ha probado con éxito un dispositivo prototipo que permite a personas con anosmia —la pérdida total o parcial del olfato— volver a detectar y distinguir olores.
El hallazgo, publicado en la revista Science Advances, se basa en una técnica de sustitución sensorial que enseña al cerebro a asociar sensaciones físicas en la nariz con la presencia de diferentes olores.
La importancia de este desarrollo radica en la magnitud del problema que aborda. La pérdida de olfato afecta a cerca del 20% de la población mundial y puede deberse a infecciones, medicamentos o lesiones. Hasta ahora, a diferencia de la audición o la visión, no existían dispositivos o implantes capaces de restaurar el sentido del olfato. El nuevo dispositivo representa un paso relevante hacia una solución tecnológica para millones de personas que conviven con esta discapacidad sensorial.

El funcionamiento del prototipo se apoya en una combinación de tecnologías y principios neurocientíficos. El sistema utiliza una nariz electrónica (e-nose) para captar las moléculas odoríferas presentes en el ambiente. Esta información química se traduce en un código digital específico, que se transmite a través de un pequeño estimulador eléctrico colocado en el tabique nasal.
Este estimulador, en forma de clip magnético, activa el nervio trigémino mediante impulsos eléctricos. El nervio trigémino, responsable de sensaciones como temperatura, tacto e irritación en la cavidad nasal, se convierte así en el canal alternativo para transmitir información sobre olores al cerebro.
En la práctica, los usuarios del dispositivo no perciben los olores de manera convencional. En lugar de ello, experimentan sensaciones físicas únicas dentro de la nariz, que el cerebro aprende a asociar con determinados olores.
De este modo, la tecnología no restaura el olfato original, sino que enseña al cerebro a identificar olores a partir de nuevas señales sensoriales.
Los resultados de las pruebas, muestran la eficacia del dispositivo en diferentes perfiles de usuarios. El estudio incluyó a 65 participantes: 13 con olfato normal y 52 con pérdida de olfato. Todos lograron detectar la presencia de moléculas odoríferas, y la mayoría pudo distinguir entre dos olores distintos. Además, la capacidad de detección y diferenciación fue similar tanto en personas sanas como en aquellas con anosmia, lo que confirma la fiabilidad del nervio trigémino como vía alternativa para la transmisión de señales olfativas codificadas.

El principio de sustitución sensorial que sustenta este avance ya se ha aplicado en otros campos, como la audición y la visión, mediante implantes cocleares o prótesis visuales. Sin embargo, hasta la fecha no existía una solución comparable para la pérdida de olfato.
El dispositivo aprovecha la coexistencia de dos sistemas sensoriales en la cavidad nasal: el olfatorio, encargado de detectar olores, y el trigeminal, responsable de sensaciones físicas. Al utilizar el trigémino para suplir la función del nervio olfativo, los investigadores abren una nueva vía para la rehabilitación sensorial en personas con anosmia.
El prototipo aún se encuentra en una fase experimental. Los próximos pasos del equipo incluyen ampliar la gama de olores y patrones de estimulación que el dispositivo puede codificar, así como miniaturizar el sistema para facilitar su uso cotidiano. El objetivo es transformar el prototipo de laboratorio en un dispositivo portátil y accesible para quienes lo necesiten.
Aunque la tecnología no permite recuperar el olfato real, los investigadores subrayan que se trata de la primera solución de sustitución sensorial genuina que podría estar disponible para pacientes en el futuro. Este avance abre la posibilidad de que millones de personas con pérdida de olfato puedan volver a distinguir y reconocer olores, aunque sea a través de nuevas sensaciones aprendidas por el cerebro.
