BEIRUT.– El castigado Líbano vivió este lunes una verdadera fiesta. Feriado nacional por la breve visita del papa León XIV, miles de personas salieron a la calle para saludar su paso y vivar su mensaje de paz y reconciliación, en medio de avenidas repletas de afiches dándole la bienvenida y con banderas del Vaticano y del país de los cedros, que también se vendían en las esquinas, como si se tratara de un Mundial.

“El Líbano busca la paz”, podía leerse en centenares de pasacalles, resumiendo el clamor general. Más allá del clima de fiesta y del primer gran baño de multitudes para el tímido León XIV -que parecía emocionado-, para los casi 6 millones de habitantes de este diminuto país -símbolo de coexistencia entre cristianos (cada vez menos, cerca del 30%) y musulmanes (la mayoría), mosaico de etnias y con más de 1 millón de refugiados sirios-, las 48 horas con el Papa estadounidense en su tierra, fueron sólo un paréntesis, un respiro, que terminará mañana, cuando el pontífice dará una misa y volverá al Vaticano.
Una pausa de tranquilidad, en medio de la incertidumbre y el horror de una guerra en Medio Oriente sin fin a la vista.
“Cada tanto bombardean, la última vez fue la semana pasada… Siempre de tres misiles, que dicen que son para eliminar las armas del Partido de Dios”, dijo a LA NACION sor Souad Hbaika, 52, monja salesiana libanesa, sobre los ataques israelíes.

Junto a otras dos religiosas, sor Souad contó que está a cargo de una escuela católica salesiana en un poblado cristiano llamado Hadath Baalbeck -que queda en el valle homónimo, conocido por ser un bastión del grupo chiita Hezbollah-, donde conviven también junto a musulmanes, sin problemas. “Estamos preocupados, no estamos serenos, sobre todo porque a veces los misiles caen cuando los chicos están en el colegio”, añadió.
Considerado un grupo terrorista por Israel, pero en el Líbano un partido político, Hezbollah fue descabezado el año pasado por el Estado judío, que mató a su líder, Hassan Nasrallah, cuyo rostro sigue presentes en afiches de los barrios chitas del sur de esta capital.
Pese a que Hezbollah fue diezmado, desde que se firmó una ficticia tregua en noviembre de 2024, Israel lanza casi a diario ataques que dice que son para eliminar su arsenal, sobre todo en el sur del Líbano, pero también en el valle de Baalbeck e incluso al sur de esta capital, donde hace ocho días asesinó al número dos del grupo.

“Tratamos de darles tranquilidad a las mil personas que viven en nuestro pueblo, recibimos a refugiados, a 200 personas cuando se desató la guerra el año pasado, pero hay mucho miedo”, apuntó sor Rudaina Al Assafin, también salesiana, pero oriunda de Damasco.
“Vivimos al día.. Nadie sabe qué pasará, incluso hay noticias que dicen que cuando se irá el Papa, este martes, comenzarán de nuevo los bombardeos… Pero nosotras transmitimos que Dios proveerá y, bien o mal somos una señal de esperanza… Muchas familias se van y las que se quedan dicen que lo hacen porque estamos nosotras”, sumó.
“Esperemos que con la visita del Pontífice termine todo esto”, suspiró su compañera, sor Jeanette Haj Moussa, libanesa de 60 años.
Impresionante recepción de 14.000 jovenes al
Papa León XIV pic.twitter.com/j5JW5TeTR4— Elisabetta Piqué (@bettapique) December 1, 2025
Las tres religiosas se levantaron al alba para estar presentes en el festivo encuentro que el Papa tuvo con obispos, curas, religiosos, diáconos y operadores pastorales en el santuario mariano de Nuestra Señora de Harissa, que se levanta en la cima de una colina y ostenta una estatua gigante de la Virgen, a 27 kilómetros al norte de esta capital. De allí arriba hay una vista espectacular sobre la bahía de Jounieh.

León XIV fue ovacionado al llegar allí por la mañana –“¡Viva il Papa!” fue el clamor adentro de la moderna Basílica-, donde oyó diversos testimonios del terror, muy parecidos al de las monjas, sobre la guerra y las penurias en curso.
Después, hablando por primera vez en francés (muy bueno), el Pontífice, cuyo discurso fue interrumpido varias veces por aplausos, citando a su predecesor argentino, Francisco, se mostró consciente de “la amenaza de los bombardeos” y “la dureza de un presente difícil de afrontar”. Y llamó a “anclarse al cielo y a amar sin miedo a perder lo efímero, para construir la paz”.

“Es muy duro. Uno no sabe qué puede pasar de un momento y otro, la verdad. Es muy difícil escuchar los avioncitos que vuelan arriba, los drones”, dijo a LA NACION, el padre Manuel Elias Younes, libanés maronita marianita también presente, que confesó haberse “argentinizado” porque vivió en Buenos Aires entre 1996 y 2016.
“Hay días que (los israelíes) nos mandan un aviso que tenemos que salir del lugar por los ataques… Ojalá que los políticos puedan salir de este tormento tan fuerte. Es muy difícil y muy duro”, añadió, al definir lo que está atravesando el Líbano como un “túnel negro”.

“Sí, es muy negro: la economía, las familias, los jóvenes están dejando a los papás, dejando a sus esposas o maridos para ir a trabajar a otro lado, a algún país árabe o a Europa”, lamentó.
“Pero con esperanza estamos luchando para salir y mantener nuestra unión. Ojalá que después de los discursos del Papa, los grandes países nos escuchen y puedan frenar esta masacre que no tiene nada que ver la gente”, auspició.
Coincidió Luis Montes, sacerdote argentino del Instituto del Verbo Encarnado, que vive en Medio Oriente desde hace 30 años y que tiene aquí un hogar para gente abandonada.
“Bombardeos en el sur hay casi siempre, casi todas las semanas hay algo. Y eso hace que la situación sea inestable, la gente tiene miedo, la situación es realmente difícil, la crisis económica ha golpeado muy fuerte, y hay mucha gente desfavorecida, se ve mucha gente en la calle, se ve mucha gente pobre”, describió.

La agenda papal
En una jornada que comenzó con chaparrones aislados y luego siguió con sol, el Papa -aclamado como un héroe en esta segunda parte de su primer viaje apostólico-, tuvo una agenda más que intensa.
Antes de peregrinar al santuario de Nuestra Señora de Harissa, el más importante de este rincón del mundo -y al que también suelen peregrinar los musulmanes-, rezó ante la tumba de san Chárbel, monje libanés conocido por sus milagros de sanación, en el monasterio de San Maroun de Annaya.

Allí, en un fiel reflejo que tiene para el diminuto Líbano esta visita, fue recibido por el presidente del Líbano, el cristiano maronita Joseph Aoun. Después de reunirse con patriarcas en la nunciatura, tuvo un encuentro ecuménico e interreligioso en la emblemática plaza de los Mártires de esta capital. Allí, de nuevo, se oyeron voces denunciando la insostenible situación.
“Estamos convencidos de la necesidad de la existencia del Estado, pero, en su ausencia, nos vimos obligados a defendernos resistiendo al ocupante que invadió nuestra tierra, y ciertamente no somos amantes de las armas ni del sacrificio de nuestros hijos”, le dijo a León XIV el jeque Ali El-Khatib, vicepresidente del Alto Consejo Islámico chiita.

“Pongamos la cuestión del Líbano en sus manos, con todas sus capacidades a nivel internacional, para que el mundo pueda ayudar a nuestro país a liberarse de las crisis acumuladas, en primer lugar, la agresión israelí y sus consecuencias para nuestro país y nuestro pueblo”, le pidió.
“En una época en la que la coexistencia puede parecer un sueño lejano, el pueblo libanés, aun abrazando diferentes religiones, se erige como un poderoso recordatorio de que el miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen la última palabra, y que la unidad, la reconciliación y la paz son posibles”, aseguró el Pontífice estadounidense.
Al final de una jornada en la que el Líbano se sintió, por fin, al centro del mundo, León tuvo un encuentro con miles de jóvenes en otro lugar magnífico, con vista al mar: en la plaza que se levanta frente al patriarcado de los maronitas, en la pequeña ciudad de Bkerké, situada a 650 metros de altura, también sobre la misma bahía de Jounieh.
Espectacular clima en la explanada del Patriarcado Maronita de Bkerké donde centenares de jovenes esperan a León 🇱🇧🇻🇦 pic.twitter.com/qp2Shr8Vou
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Allí el Papa fue recibido como una estrella de rock cuando llegó en papamóvil.
Había 14.000 jóvenes –no sólo libaneses, la mayoría cristianos maronitas, sino también venidos de Jordania, Tierra Santa, Siria, Irak y otros países árabes de la zona-, que lo habían estado esperando bailando y cantando.
A la pregunta de esta enviada sobre qué esperaban de esta visita, la respuesta siempre era una sola: “paz”.
Entrevista de bus a bus con jóvenes libaneses yendo al encuentro con León XIV que dicen que lo único que esperan de esta visita papal es ¡PAZ!
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A la hora de sus testimonios ante el Papa, ellos también contaron los horrores. Pero él, visiblemente emocionado por la la calurosa recepción, arrancando su discurso saludando en árabe, “asslamu lakum” (¡la paz esté con ustedes!), les transmitió, al margen de llamarlos un fuerte mensaje de aliento.

“Queridos jóvenes, quizá lamenten haber heredado un mundo desgarrado por guerras y desfigurado por injusticias sociales. Y, sin embargo, en ustedes reside una esperanza, un don, que a nosotros adultos parece escapársenos. Ustedes tienen tiempo”, les dijo.
“Tienen más tiempo para soñar, organizar y realizar el bien. ¡Ustedes son el presente y en sus manos ya se está construyendo el futuro! Y tienen el entusiasmo para cambiar el curso de la historia”, les aseguró, en medio de aplausos y gritos de júbilo.

“La verdadera resistencia al mal no es el mal, sino el amor, capaz de curar las propias heridas mientras sana las de los demás”, les recordó, llamándolos a vivir la luz del Evangelio y a seguir a Cristo, asegurándole que “su patria, el Líbano, volverá a florecer, hermosa y vigorosa como el cedro”.
Y evocó a san Juan Pablo II, que estuvo en el mismo lugar en 1997, que dijo “no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón” . “Y es así. Del perdón proviene la justicia, que es fundamento de la paz”.
