TEGUCIGALPA.– El candidato del Partido Liberal, Salvador Nasralla, mantenía el miércoles una leve ventaja en las elecciones presidenciales de Honduras sobre su rival del Partido Nacional, Nasry Asfura, cuando el conteo se acercaba lentamente a su fin cuatro días después de unos comicios disputados, atravesados por fallas técnicas, retrasos y denuncias de fraude en el empobrecido país centroamericano.
Con el 79,4% de las actas transmitidas, Nasralla, un presentador de televisión de 72 años, reunía el 40,29% de los votos, unos 17.000 sufragios más que Asfura, exalcalde de Tegucigalpa de 67 años, que alcanzaba el 39,62%. En un distante tercer lugar quedaba la candidata oficialista, la exministra izquierdista Rixi Moncada, con alrededor del 19% de las preferencias, sin chances matemáticas de revertir el resultado.
La estrechez del margen y la demora en la difusión de los resultados elevaron la tensión a niveles poco habituales. Los observadores de la Unión Europea (UE) y de la Organización de los Estados Americanos (OEA), así como el Consejo Nacional Electoral (CNE), pidieron calma y paciencia mientras se completaba el escrutinio definitivo.
“La competencia es reñida y el país quiere un cambio que impulse un futuro mejor”, dijo Nathalie Guzmán, una estudiante de 20 años en Tegucigalpa, reflejando una sensación extendida entre los votantes.
El escrutinio arrancó con cifras que favorecían a Asfura por un margen de unos 500 votos, pero luego el organismo electoral declaró un “empate técnico” y ordenó verificaciones manuales. El sistema de conteo rápido sufrió “problemas técnicos”, según reconoció el CNE, y el portal de resultados en tiempo real registró interrupciones recurrentes, alimentando la frustración y las sospechas sobre la transparencia del proceso. Cuando se actualizó el conteo el martes, Nasralla pasó a la delantera por una mínima diferencia.
La memoria de 2017 pesa sobre cada actualización de datos. En aquella elección, el entonces presidente Juan Orlando Hernández logró una controvertida reelección luego de días sin resultados oficiales y de protestas que dejaron decenas de muertos. Un apagón precedió el vuelco del escrutinio que lo colocó finalmente en cabeza, en medio de denuncias de fraude que marcaron a fuego la desconfianza actual.
El factor Trump
La pausa de más de 24 horas en la actualización del domingo llevó al presidente estadounidense Donald Trump a denunciar “posible fraude” sin presentar pruebas y a advertir en redes sociales que, si Honduras “intenta alterar los resultados”, “se desatará un infierno”.
Para el economista Mark Weisbrot, del Centro de Investigación Económica y Política, Trump “ya ha interferido” al respaldar a Asfura, atacar a Nasralla y a Moncada y sugerir represalias económicas si ganara otro postulante.
Estados Unidos, principal socio comercial de Honduras y hogar de más de 1,2 millones de hondureños, ha influido durante décadas en la política del país. En los años ochenta, el Pentágono utilizó el territorio hondureño como plataforma regional, especialmente en relación con Nicaragua. En 2017, Washington terminó avalando la reelección de Hernández pese a las objeciones de observadores internacionales.
El escenario se tensó aún más con la liberación de Hernández en Estados Unidos, donde cumplía una condena de 45 años por narcotráfico. Su salida de prisión se conoció días después de que Trump pidiera el voto para Asfura y afirmara que planeaba indultarlo.
En ese contexto, su esposa, la abogada Ana García, afirmó que el expresidente teme por su vida y que no planea regresar de inmediato a Honduras ni a la política; dijo que la familia evalúa reencontrarse primero fuera del país mientras gestionan visas y sostuvo que el perdón presidencial es “total”, como si jamás hubiera existido acusación. También interpretó el indulto como un acto de “justicia” y elogió a Asfura como una figura “conciliadora” capaz de conducir un país exhausto por la pobreza, la violencia y la polarización.
Con el conteo casi completo y la historia reciente como telón de fondo, Honduras aguarda la definición oficial con ansiedad. Cualquier giro en la última curva del recuento mantiene en vilo a una sociedad que no quiere revivir la noche más larga de 2017 y reclama, por encima de todo, certezas y estabilidad.
Agencias AFP y Reuters
