“Una pequeña batalla contra la virtualidad”: cómo son las salidas donde conocer gente es algo más que un match

admin

En una época donde los vínculos se desarman tan rápido como se desliza un dedo en la pantalla, dos personas decidieron frenar y pensar qué está pasando al momento de vincularse. De ahí nació Coacheame que me gusta, una experiencia presencial creada por Martín Corso, coach ontológico, y Lucía Roitbarg, productora cultural. Tuvo dos ediciones abiertas y ahora una especial para el colectivo LGBTIQ+, siempre con un objetivo simple y profundo a la vez: ofrecer un encuentro humano, cuidado y divertido, donde conocer gente sea algo más que un match.

Coacheame que me gusta

Ambos organizadores venían golpeados por vínculos sexoafectivos que no habían funcionado, por desencuentros que se repetían y por la sensación generalizada de falta de registro, empatía y presencia que hoy atraviesa las relaciones. “Identificamos problemas muy propios de la época, la falta de respeto y consideración por la persona del otro lado, ghosting, desinterés, poca empatía. No queríamos quedarnos en la queja, sino proponer algo”, cuentan Corso y Roitbarg.

Así nació la idea de crear un espacio donde poder pensarse y reírse de manera descontracturada, y desde ahí empezar a relacionarse mejor.

La magia de lo presencial

Martín Corso, coach ontológico, y Lucía Roitbarg, los organizadores de Coacheame que me gusta

Cuando imaginaban el proyecto, hubo una convicción que apareció inmediatamente: nada reemplaza un encuentro real. “La magia, la mirada, la risa, lo espontáneo… hasta que no estás ahí, no sabés qué puede pasar”, dicen. El simple hecho de salir de casa, elegir qué ponerse, llegar a un espacio desconocido y encontrarse con otros que están en la misma, genera algo que ninguna app puede replicar.

También hay un nivel de exposición distinto, no es lo mismo scrollear desde el sillón que aparecer en un evento donde otros te ven tal cual sos. Pero, para ellos, esa vulnerabilidad es justamente lo que abre la puerta a conexiones más auténticas. “Cada evento es, en sí mismo, una declaración, una pequeña batalla contra la virtualidad”.

El momento en que se dieron cuenta de que funcionaba

La primera edición llegó con nervios y expectativas. Había un presentimiento previo: la cantidad de personas que se inscribieron, la variedad de edades y la urgencia por encontrar un espacio afectivo más amable eran claras señales.

Pero lo que terminó de confirmar que estaban en el camino correcto fue algo más simple, la energía. “La gente estaba superentusiasmada y los comentarios fueron muy afectuosos y alentadores. Ahí entendimos que había algo que valía la pena seguir explorando”, comentaron ambos.

Desde entonces, los encuentros reúnen personas principalmente entre 30 y 50 años, de profesiones muy diversas: docentes, músicos, trabajadores de salud, diseñadores, psicólogos, productores o personas que simplemente quieren animarse a algo nuevo. Lo que más les sorprende es la transformación, muchos llegan tímidos, casi contenidos, y una hora después están riéndose con desconocidos como si fueran amigos de toda la vida.

El humor como puente

Uno de los ejes centrales de la experiencia es el humor. Para ambos, reírse juntos es una herramienta que abre puertas que otras dinámicas no logran. “Reír libera, necesitamos reírnos de las miserias y de los éxitos”, dice Roitbarg, que agrega con una sonrisa que “al final, todos estamos un poco rotos, pero siempre hay descosidos de sobra”.

Corso, por su parte, prefiere no usar la palabra “rotura”, pero comparte algo esencial: la risa baja defensas, acerca y habilita la vulnerabilidad. Y esa vulnerabilidad es la materia prima del encuentro real.

Lo que queda después de la experiencia

Más allá de encontrar o no una conexión puntual, hay algo que ambos organizadores desean que cada persona se lleve del evento: registro personal. “Que puedan ver desde dónde están conectando, cuál es la versión actual de sí mismos, qué expectativas tienen, y, sobre todo, que recuerden que hay mucha gente con ganas de vincularse desde un lugar más humano”, comentan.

La sorpresa de las primeras ediciones fue la variedad de historias que surgieron, algunas románticas, otras simplemente de nuevas amistades o grupos que siguieron viéndose después, pero también la aparición de personas que llegaban sin buscar un match, sino un espacio social distinto.

Proponer presencia en una cultura del descarte

Uno de los grandes desafíos del proyecto es, justamente, ir a contracorriente. En una cultura que propone velocidad, opciones infinitas y cero compromiso, apostar por un encuentro presencial implica otra lógica.

Una de las fechas de Coacheame que me gusta

“Estamos tan acostumbrados a la inmediatez que sostener la vulnerabilidad o la paciencia se vuelve más difícil”, dice Corso. Coacheame propone lo contrario, mirar a alguien a los ojos, escuchar, mostrarse sin filtros. Y aunque al principio puede incomodar, es lo que más agradecen quienes participan.

Se trata de una experiencia guiada que funciona casi como un organismo vivo: evoluciona después de cada edición. La primera fue más teórica y reflexiva; con el tiempo encontraron un balance más fluido entre lo lúdico, lo emocional y lo introspectivo.

Las dinámicas están diseñadas para generar conversaciones, exposición amable, rotación y oportunidades reales de conectar. Lo guiado acompaña, pero nunca invade.

La caja de herramientas del coaching ontológico

El coaching no aparece como teoría ni como clase magistral, sino como una serie de recursos que se integran de manera orgánica a las dinámicas. Corso cuenta que trabaja especialmente la autoobservación emocional, una manera de entender desde qué lugar interno entramos en vínculo y cómo eso condiciona la forma en que miramos al otro. A partir de ahí, la escucha activa se vuelve un eje central: escuchar para comprender y no solo para contestar, habilitando un registro más sensible y presente.

También aparece el concepto de gestión del observador, esa idea de que vemos el mundo no como es, sino como somos; y que revisar ese filtro puede transformar la manera en que nos relacionamos. A eso se suma el trabajo integral con lenguaje, cuerpo y emocionalidad, tres pilares del coaching ontológico que, combinados, permiten abrir espacio a la vulnerabilidad, al cuidado y a la responsabilidad afectiva. Todo converge en lo mismo: promover una presencia plena, auténtica y disponible para el encuentro.

Mitos que buscan desarmar

Corso es claro: son enemigos de la idea de la “media naranja”. Para él, el punto de partida es un yo completo, curioso de sí mismo y dispuesto a hacerse preguntas antes de buscar afuera.

En una época donde, como dicen ellos, “los nudes son más frecuentes que conocer la playlist de la otra persona”, el proyecto propone volver a la esencia, a la personalidad, al mundo interno, a lo que cada uno trae más allá de la foto.

La mirada cultural como parte de la identidad

La experiencia tiene una estética y una curaduría muy definidas, y gran parte de eso viene del recorrido en el mundo cultural. “Más de diez años en producción audiovisual y gestión cultural hacen que, cuando uno pone en marcha un proyecto propio, todo ese bagaje se active automáticamente”, cuenta Roitbarg. Desde el diseño de la comunicación, las piezas gráficas, la ambientación y hasta el vestuario, todo está atravesado por esa sensibilidad.

También por la convicción de que los proyectos se construyen con otros. Desde el inicio, convocaron colaboradores, autores, colegas, sponsors y amigos que sumaron miradas y materiales. Eso dio lugar, por ejemplo, a una curaduría cultural que incluye libros, cine, música y referencias artísticas como disparadores para los juegos y sorteos.

“Salir de un evento con un libro, una recomendación de música o contactos nuevos hace que la experiencia se extienda más allá de su duración”, dice. Y eso, para ellos, es profundamente valioso.

La edición LGBTIQ+: mismas preguntas, mismo espíritu

El 6 de diciembre llega una edición especial en Casa Brandon pensada para la comunidad LGBTIQ+. Si bien algunas dinámicas se adaptan, el corazón del proyecto es el mismo: volver a lo humano. Las problemáticas que atraviesan los vínculos hoy, la virtualidad, la velocidad, la falta de presencia, son compartidas por todas las identidades. La propuesta no busca segmentar, sino ampliar un espacio cuidado, divertido y sin algoritmos para quienes quieran conectar desde otro lugar.

Coacheame que me gusta es, en esencia, una propuesta que busca humanizar el encuentro, acompañar a quienes desean vincularse de otra manera y ofrecer un espacio cálido, cuidado y divertido para volver a lo simple: conversar, reírse y conectar.

Y en tiempos donde casi todo pasa por el celular, no es poca cosa.

Facebook Comments Box

Deja un comentario

Next Post

“Tiene alma”: empezó con gallinas libres de jaula, produce miles de huevos y un supermercado es su gran cliente

A los 55 años, Pablo Campiti mira hacia atrás y reconoce que su vida fue una sucesión de desafíos y reinvenciones. Nacido en 1971 en San Lorenzo, provincia de Santa Fe, su historia combina esfuerzo, familia, pérdidas y un final inesperado: convertirse en pionero en la producción de huevos de […]
“Tiene alma”: empezó con gallinas libres de jaula, produce miles de huevos y un supermercado es su gran cliente
error: Content is protected !!