WASHINGTON.- Un empleado de la FIFA, embutido en un traje azul francia, ingresa con un maletín plateado. Ceremonioso y con cara de circunstancia, lo apoya sobre una tarima y se coloca guantes de látex, como si estuviera por empezar una operación a cielo abierto. Un instante después, el misterio se termina: luminosa, del maletín emerge la Copa del Mundo, el trofeo que ostenta la selección argentina al menos hasta que el 11 de junio se vuelva a poner en juego. Entonces, el objeto se transforma en un deseo: decenas de periodistas y fotógrafos se van colocando por turno para tener su propia selfie. La escena transcurre antes de que Dunga (capitán de Brasil cuando su selección ganó el Mundial en este país, en 1994), Marcelo Balboa (jugador de Estados Unidos en aquel Mundial), Atiba Hutchinson (capitán de Canadá en el último Mundial) y Luis Hernández (goleador de México en Francia ‘98) suban al escenario a conversar en un evento pretenciosamente promocionado como “Leyendas de la FIFA”. La charla es, más que eso, el primero de los pasos que conducen hacia el sorteo del Mundial, un evento que el viernes se transformará durante unas horas al imponente Centro John Kennedy para las Artes Escénicas en el centro del mundo.
Aquí y ahora, en una sala contigua, los panelistas van diciendo, a su turno, lo que se espera que digan. Nadie rompe el libreto: “Mi candidato es Canadá”, apunta Hutchinson… Alrededor, todo está en estado embrionario, tanto que hay que preguntar varias veces hasta descubrir el lugar exacto de este acontecimiento. El sol entibia a los trabajadores que, sobre una grúa, pegan cartelería alusiva con el logotipo del Mundial en el ingreso al Kennedy. Los cuatro grados del mediodía se transforman de a poco en cero, en un día típico de comienzos de diciembre en esta ciudad. No hay, por fuera de este espacio, ni una bandera sobre el tema en el centro de la ciudad. Tampoco los turistas que se paran frente a la Casa Blanca, a dos kilómetros de aquí, parecen preocupados por qué bolilla le tocará a Nueva Zelanda el viernes. En todo caso, el asunto será un potente fogonazo que refulgirá recién cuando Gianni Infantino y Donald Trump abran la ceremonia al mediodía, hora local.
El ajetreo, puertas adentro, tiene que ver con lo novedoso del asunto: “Hay que diseñar la logística para más gente que nunca”, le dice a este enviado un oficial de la FIFA. El Mundial extra large obliga a alojar en esta ciudad a representantes de 42 selecciones ya clasificadas, más un número altísimo de invitados y sponsors. Todo bajo el paraguas de la multinacional que cada tanto amaga con dar un paso más y llevar el siguiente episodio (2030) a 64 participantes. ¿No atentan contra la gallina de los huevos de oro? “Me gusta este formato”, opina Dunga desde el escenario, leyendo un guion imaginario.
Más tarde, cuando “las leyendas” dejan el estrado vuelve a aparecer el señor del traje azul francia. Convencido de que debe honrar el personaje de hombre misterioso que encarna, apenas dice su nombre: “Frank”. Pero no revela su apellido, comenta, como si en lugar de trabajar para la FIFA fuera un agente del Pentágono, al que se puede llegar caminando con apenas cruzar el río Potomac, que divide el distrito de Columbia del estado de Virginia. Quién sabe si Frank, en su ensueño, imagina que llevará allí el tesoro a la noche. Ahora bien, ¿quién puede creer realmente que es el trofeo original y no una de las decenas de réplicas que la FIFA mueve por el mundo cuando lo necesita?
Nada de “alborotadores”
A propósito de la masividad, y de los miles de argentinos que se espera que lleguen al Mundial, montados al combo dólar barato + “acá vienen los campeones”, durante la mañana del miércoles se expidió Andrew Giuliani, director ejecutivo del task force de la Casa Blanca designado por el presidente Donald Trump, en una reunión de prensa vinculada a la seguridad. El funcionario, a cargo de supervisar la planificación del torneo que se celebrará en Estados Unidos, Canadá y México, fue enfático en destacar que no tolerarán “alborotadores” y que la “seguridad y hospitalidad pueden coexistir” en el mayor evento de la FIFA.
En mayo, antes del último Mundial de Clubes en Estados Unidos del que participaron Boca y River, el Ministerio de Seguridad que lideraba Patricia Bullrich le había proporcionado a las autoridades norteamericanas una lista con más de 15.000 personas a las que se les prohibió la entrada a los estadios de fútbol locales debido a su comportamiento violento.

“No quiero hablar de listas específicas, pero diré que hemos creado un centro de cooperación policial internacional en el que podemos trabajar con las fuerzas del orden de cada uno de los países que se clasificaron en cuestiones como las que usted mencionó. De este modo, las fuerzas del orden de la Argentina pueden identificar a los actores problemáticos, a las personas que han tenido problemas, a cosas que quizá no estén en el radar del gobierno de Estados Unidos de cara a la Copa del Mundo“, señaló, ante la pregunta del corresponsal de LA NACION aquí.
“Sabemos que los aficionados argentinos viajan como deben hacerlo los campeones de la Copa del Mundo de 2022. También hay un jugador decente que juega en Estados Unidos, llamado Messi, cuyo nombre quizá conozcan algunos. No está nada mal”, bromeó, lo que despertó risas entre los periodistas.
El mes pasado, parado junto a Trump en el Salón Oval de la Casa Blanca, Infantino anunció el lanzamiento del “FIFA Pass”, un sistema de citas prioritarias para que los hinchas extranjeros que tengan entradas para los partidos soliciten su visa de ingreso a Estados Unidos, uno de los temas que más preocupación genera de cara al torneo de 2026.
Con la colaboración de Guillermo Idiart
