Competencia exterior, burocracia y sequía: un agricultor relata las dificultades que ponen en jaque al campo español

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Competencia exterior, burocracia y sequía: un agricultor relata las dificultades que ponen en jaque al campo español (Montaje Infobae)

La agricultura española vive tiempos de presión y mucho desánimo entre quienes están al pie del campo. Aunque desde fuera se repiten mensajes sobre lo importante que es el sector y el orgullo que supone el medio rural, el día a día de los agricultores dista mucho de esa imagen. Los trámites y las normas parecen infinitos, la competencia internacional crece y las administraciones, cuentan muchos, llegan tarde o directamente no aparecen cuando se les espera.

Marc Miralles es uno de esos agricultores que ha decidido no guardarse nada y contar lo que ve. Lo hizo en una charla con el podcast Agrolife, donde repasó con detalle cómo sobreviven quienes trabajan la tierra y lo que, a su entender, es la única manera de proteger lo propio: “No traer producto de fuera: naranjas de Valencia, pimientos de Almería, tomates de Cataluña, producto de aquí, que se le dé prioridad al producto de aquí y si se tiene que pagar más se paga”.

La sensación que transmite no es solo suya. Lo que cobra el agricultor por su trabajo casi nunca compensa el esfuerzo ni los gastos (y, habitualmente, no es un reflejo del precio final de los productos). Al mismo tiempo, el mercado va llenándose cada vez más de frutas y hortalizas que han llegado desde otros países. La queja, aquí, es habitual: quienes compiten desde España lo hacen bajo reglas más estrictas y con costes que muchas veces no existen en el extranjero, lo que deja a los productores nacionales en clara desventaja.

Competencia exterior, trámites y sequía: así golpean los problemas al agricultor

Raro es, en esta industria, quien no ha sentido en algún momento que exportar tampoco es sencillo. Lo explicaba Germán, agricultor y presentador del programa, al contar el lío de intentar sacar “un palé de pimientos”: aranceles, controles y exigencias sanitarias “extremas para entrar al país”. Mientras tanto, lo que entra del extranjero, denuncia, no se somete a la misma vigilancia ni sufre los mismos excesos de papeleo.

Pero si hay un tema que desanima a quienes viven de la agricultura es la gestión de la sequía y la sensación de estar solos ante el clima. Marc lo resume sin rodeos: “En Cataluña la sequía que hemos tenido el año pasado fue escalofriante. Parcelas y parcelas de árboles muertos, pantanos secos”. Y, por si fuera poco, relata la falta total de alternativas: “¿Se habilitó alguna depuradora para poder filtrar el agua y poder regar esos árboles? Intentar utilizar los canales de los pantanos para distribuir agua con depuradora. No, no se hizo absolutamente nada”, lamenta.

El resultado ya se ha visto sobre el terreno. Siguen pesando sobre las familias “miles, y miles miles de hectáreas de avellanos, de olivos, de prasegués, de cireres” que no han sobrevivido, que se han quedado abandonadas y que hoy forman parte del paisaje de la pérdida. El futuro del campo español, repiten tanto Marc como otros trabajadores del sector, pasa por cambios de fondo: una gestión del agua más ágil, protección real al producto local, menos dificultades burocráticas y precios que reflejen lo que cuestan las cosas en realidad para poder continuar trabajando.

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