Silvio Soldán: su pasado desconocido, la relación con sus hijos y el aprendizaje que le dejaron sus “amores explosivos”

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El departamento de Silvio Soldán tiene las paredes cubiertas de cuadros. “Son todos regalos”, aclara. Y en su escritorio, lleno de libros, ostenta otros obsequios: chistes de dibujantes de las últimas cinco décadas. Pero lo que más llama la atención son las decenas y decenas de premios, medallas y diplomas que recibió a lo largo de más de setenta años de trayectoria. “Son un mimo”, confiesa Soldán y aclara que las últimas distinciones son de la Legislatura Porteña, otra de la Universidad de La Matanza, un diploma y medalla que llegaron desde Miami.

En marzo pasado, el animador cumplió 90 años, pero conserva la voz inconfundible, profunda y seductora, y un porte elegante. Tampoco mermaron su alegría, su buena predisposición y las ganas de seguir trabajando. En una charla íntima con LA NACION, el conductor recuerda sus inicios como actor de radioteatro en la compañía de Alfredo Alcón, su paso por programas icónicos de la televisión como Grandes valores del tango y Feliz domingo para la juventud, y los momentos oscuros que atravesó en su vida. También repasa sus amores y habla de la relación con sus dos hijos.

Soldán junto a los innumerables premios y distinciones que recibió a lo largo de su vida

-Algún secreto para estar siempre tan jovial debés tener. ¿Cuál es?

-No, secreto no hay ninguno. La vida te trata bien y, de repente, te permite vivir más tiempo. O quizá San Pedro no se dio cuenta todavía y cuando pase lista va a venir a buscarme (risas). Se olvidaron. Creo que, de famosos con cierta vigencia, después de Mirtha (Legrand) vengo yo en edad. Hago eventos permanentemente, dos o tres a la semana. Tengo un show dura una hora y pico, yo solito con mi alma y con la gente.

-¿Trabajás porque te mantiene vivo o porque lo necesitás?

-Las dos cosas, pero sobre todo porque me mantiene vivo y me divierto. Estar jubilado es muy aburrido. Entonces puedo hacer un espectáculo de tango o el ping pongo de preguntas y respuestas de Feliz domingo y si me piden un monólogo de chistes, también tengo. Y me llaman como invitado en programas de televisión y radio.

-¿Y qué hacés cuando estás en casa?

-Estoy planificando lo que viene (risas). Lo considero como un gran privilegio. La vida me ha sonreído. También tuve muchos disgustos, pero el balance es altamente positivo.

-Entonces, si repasás tu vida, te gusta…

-Sí, totalmente. Hubo cosas muy feas. Cosas horribles, pero hubo muchos momentos de felicidad. Todos los días le agradezco a Dios porque me hizo vivir una vida muy feliz, a pesar de los momentos tristes que tengo todavía. Porque tengo cosas en mi vida privada que son complicadas.

-Hablás de tu hijo Silvio Augusto que tiene problemas de salud mental. ¿Cómo está?

-Sufre de esquizofrenia y está internado en una institución. Es terrible porque es un caso crónico. No hay esperanzas de mejora. Yo lo visito, hablamos todos los días.

-¿Es hijo de tu primer matrimonio?

-Sí, con Marta Moreno, una famosa locutora. Estaba en Odol pregunta con Carlos Fontana; ella era la rubia hermosa que hacía los avisos. Hoy tiene 93 años y nos seguimos viendo permanentemente.

Silvio Soldán junto a sus padres y su hijo Silvito

-Y con Silvia Süller fuiste papá de Christian Silvio, ¿cómo es tu relación con él?

-Bárbara. Con la mamá tuvo problemas, pero conmigo nunca. Al contrario, estuvimos siempre unidos… Somos una sola persona. Es un chico maravilloso. Y también es un motor que me ayuda vivir. Es empresario gastronómico, recibido en la UADE de administrador de empresas. Es un chico brillante.

-¿Y con Silvia hablás?

-No, no me habló nunca. Hace muchos años ya. Pero no hay bronca, no hay odio. La relación está muy rota desde siempre.

-Se habían conocido trabajando….

-Sí, en Canal 9. Con Alfredo Gago, que era el productor de Grandes valores del tango, buscábamos a una muchacha para hacer un juego telefónico con la gente. Necesitábamos una chica mona para hacer girar la ruleta; la gente llamaba por teléfono, yo le hacía una pequeña entrevista telefónica, hacíamos girar la ruleta y caía en el nombre de un tango, un vals, una milonga, y el participante tenía que cantar. Si cantaba toda la letra del tema que le tocaba, ganaba un premio. Silvia fue la chica de la ruleta. Y fue un flechazo. Me voló la cabeza. Estuvimos varios años juntos.

Silvia Süller y Silvio Soldán, en sus años de novios. Crédito: Instagram

-¿Y a Marta también la conociste trabajando?

-Sí. En ese momento estaban de moda los locutores y ganaban fortunas. Yo estaba trabajando en Canal 7 en esa época y agarré el último coletazo de las grandes ganancias económicas de los locutores de cámara, que eran las grandes figuras de la televisión. Los llamaban “los monstruos sagrados de la televisión”: el Negro Brizuela Méndez, Pinky, Cacho Fontana, Colomba. Cuando se inauguró Canal 9, en el año 1960, quisieron borrar a los locutores famosos que ganaban tanta plata, entonces hicieron un concurso buscando una locutora y un locutor de cámara para hacer los avisos. Yo me presenté en el concurso y Marta también. Y resulta que ella ganó como locutora y yo como locutor, pero no nos conocimos porque era en distintos lugares.

-¿Y cuándo se vieron?

-Pipo Mancera, que hacía la contratapa del diario La Razón, escribió sobre nosotros: “Marta Moreno y Silvio Soldán son el futuro y bla, bla, bla”. Cuando fui a maquillaje vi a una rubia espléndida y era Marta. Fue un flechazo. Terminamos casándonos en Uruguay porque ella ya estaba casada y no había divorcio en esa época. Fue simbólico. Hasta que un día nos separamos por esas cosas que tiene la vida… Un día llegué a una casa quinta que teníamos en San Miguel y vi a un bebé sobre un sillón. Pregunté y me respondió: “Es tu hijo”.

-¿Lo adoptó sin consultarte?

-Sí, hace cincuenta y seis años. Y es Silvio Augusto. Fue en complicidad con mi mamá porque la pareja no venía bien… Eso que se utiliza a veces para retener a alguien, y no creo que sirva. Ojo, yo lo adoro y le di mi vida a ese chico…. Pero al menos en este caso no sirvió y nos separamos, con mucho cariño. Hasta el día de hoy tengo mucho que ver en su vida.

-¿A Giselle Rímolo también la conociste trabajando?

-Sí. Y fue un gran amor y otro dolor de cabeza. La conocí también en el Canal 9, si me pasaba todo el día ahí (risas). No me acuerdo bien las circunstancias, pero fue allí y fue un romance también explosivo, que terminó explotando (risas).

-Otro momento difícil en tu vida porque estuviste dos meses en la cárcel de Devoto acusado de delitos de asociación ilícita y ejercicio ilegal de la medicina…

-Estuve 61 días y curiosamente no me mandó ella sino Silvia, por una denuncia. Pero no hay rencor. Yo no sé lo que es el rencor ni el odio, por eso creo que a los 90 años me mantengo bastante bien todavía. Porque el rencor y el odio afean y envejecen. Aunque yo no soy lindo, por supuesto (risas).

-¿Es algo que trabajaste en terapia?

-No, nunca hice terapia. Y la verdad es que no me acuerdo mucho de esos días en Devoto… No sé si es un privilegio o qué, pero yo no me acuerdo de las cosas malas. Casi ni me acuerdo de cómo era el lugar ni de las caras que allí conocí. No por desprecio, sino porque no me acuerdo.

-¿La pasaste mal?

-Para nada. No la pasé mal. Me respetaban.

-¿Y con Rímolo volviste a hablar?

-Nunca. Hace años que no sé nada de ella.

-Hace tiempo que estás de novio, y esta vez no la conociste en un canal de televisión ni pertenece al mundo del espectáculo.

-Sí, se llama Susana… Soy un tipo que busca la felicidad y me encontré con esta chica. Nos llevamos maravillosamente bien. Ella fue admiradora mía de toda la vida y me siguió durante mucho tiempo. Hasta qué me enganchó, me ganó por cansancio (risas). Me iba a buscar donde yo actuaba, a la radio, a la televisión, a donde sea. Estamos juntos desde hace mucho tiempo, pero cada uno en su casa y así lo establecimos desde el primer día. Y hasta ahora no hay ninguna nubecita rara en nuestra vida. Al contrario, es todo armonía y felicidad.

-Trabajaste en radio y en televisión, primero como locutor. ¿Cómo te hiciste popular?

-Gané ese concurso en Canal 9 pero no acepté finalmente y seguí en Canal 7 porque pagaban mucho mejor. Después sí fue mi casa, a partir del día que se inauguró, el 9 de junio de 1960, aunque Alejandro Romay festejaba el aniversario del canal el 9 de julio, por la fecha patria. Al día siguiente de la inauguración me llamaron de una agencia para hacer el aviso de un chocolatín, y Pablo Osvaldo Valle, que fue el descubridor de las grandes estrellas del cine argentino y de la radio, me vio haciendo ese aviso y me convocó para hacer otra publicidad, la de una hojita de afeitar que había sido muy famosa en una época, Legión Extranjera. Me dijo: “Si usted acepta va a salir prácticamente en casi todas las tandas”. Y así fue. En esa época no había 24 horas de televisión, eran apenas 8 o 10 horas. Y yo tenía que estar todo el día en el Canal, porque cada tanda y media aparecía yo, en vivo. A la semana me conocía todo Buenos Aires. Fue meteórico. Pero en realidad yo empecé como actor de radioteatro.

-¿Antes de locutor fuiste actor?

-Claro, estudié para hacer radioteatro… La locución no me interesaba, pero después la hice porque pagaban muy bien. En ese momento estaba estudiando Derecho y tuve que abandonar porque no tenía plata ni para las fotocopias. Hacía teatro independiente, también.

-¿Y por qué abandonaste ese sueño de ser actor?

-Porque me absorbió esta carrera. En aquella época había una suerte de escalafón, que ya no existe. Hoy puede ser animador cualquiera, un tipo que sale de Gran Hermano, o una chica bonita, un tipo pintón. En aquella época no. Primero eras locutor comercial e ibas creciendo hasta ser conductor. Y en la televisión pasaba algo parecido. Trabajé mucho en radioteatros con Julia Sandoval, Eduardo Ruiz en Radio El Mundo, y en la compañía de Alfredo Alcón en Radio Excélsior. Hice una gira muy larga, de casi tres años con una orquesta que se llamaba La bandita de Carlinhos. Trabajé en muchas radios del interior, entonces empecé a mandar cartas a los directores de esas radios para que me mandaran certificados de lo que había hecho allí, y así abstuve el carnet de locutor. Y gané un concurso en El Mundo cuando Don Armando Discépolo, el hermano de Enrique Santos Discépolo y un gran dramaturgo, era el director de la radio y convocó a un concurso para buscar “la pareja radioteatral 1959″. Me anoté y gané junto a una chica que se llamaba Gloria Reines, que también era actriz en ese momento, igual que yo. Y bueno, me fui afianzando y trabajé muchísimo.

-¿Y cómo siguió tu historia en la televisión después de ese aviso de hojitas de afeitar?

-Marta Reguera, que después fue una gran directora, trabajaba para una agencia de publicidad que tenía muchísimos avisos de televisión. Y la fui a ver un día, me dio un aviso y me tomó una prueba. Había estudiado todo de arriba a abajo, lo sabía de memoria, pero estaba muy nervioso. Fue en un estudio que tenía Radio Belgrano, cuyo dueño era Jaime Yankelevich, quien introdujo la televisión en nuestro país. Me acuerdo que el switcher que mandaba la cámara al aire era Alberto Olmedo, que después se hizo cómico en un festival de televisión. Bueno, no me fue bien en la prueba porque Marta Reguera me dijo: “Andáte, vos no servís para la televisión, no te quiero ver nunca más acá”. Y me echó mal (risas). Pero como yo tengo bastante resistencia, insistí.

-No te diste por vencido…

-Años después me crucé con ella cuando dirigía Alta comedia y yo presentaba el unitario y me dijo que se había equivocado conmigo… Yo fracasé muchas veces, hasta que empecé a pegarla. Una vez, con un gran amigo mío que era mi hermano más que un amigo, Dino Ramos, formamos un dúo cómico. Y un representante consiguió que Carlos Petit, el zar de la revista porteña, nos tomara una prueba. Hicimos un papelón, frente a Petit y a Adolfo Stray, el número uno de la revista porteña en ese momento, en el Teatro Nacional. También estaba Pepe Parada, recuerdo. Nos dijeron que éramos un desastre (risas). Al Flaco, que era bastante feíto, le dijo que quizá con esa cara podía hacer reír y a mi me dijo que me dedicara a otra cosa.

-Pero te tenías fe… ¿Cómo llegaste a ser conductor de Grandes valores del tango?

-El primer conductor que tuvo Grandes valores fue Hugo del Carril, que hizo dos o tres programas nada más porque dijo que eso no era lo suyo. “Yo soy actor, soy cantante, soy director de cine”, repetía. No le gustaba conducir, entonces Romay llamó a Juan Carlos Thorry, que estuvo un tiempo hasta que se fue a Necochea porque abrió un hotel y se fundió al tiempo. Y ahí me llamó Romay, porque yo lo cubría cuando Thorry faltaba por alguna razón. “¿Te animás a hacerlo?”, me preguntó. Y me animé y duró años.

-Y Feliz domingo para la juventud?

-Lo conducía otro queridísimo amigo, Orlando Marconi, muy gracioso, muy simpático. Y un día me lo crucé en los pasillos del canal y me dijo si quería sumarme para que yo hiciera la parte más seria del programa. “A mí me gusta la joda”, me dijo Orlando. Estaba con Eddie Pequerino, los dos improvisaban durante casi una hora y la gente se reía a carcajadas. Era impresionante. A él le gustaba eso. Y así empecé. Hasta que un día, por una tontería, Orlando se fue del programa. Por un capricho. Y quedé yo. El primer compañero coconductor que tuve fue Leonardo Simmons, otro muchacho fuera de serie. Después Jorge Rossi, Marcelito Dos Santos y Jorge Formento.

-¿Y de Leonardo Simons qué recordás?

-Éramos muy amigos. Tal es así que cuando él decidió partir yo lo reemplacé haciendo Ta-Te-Show. Dicen, no sé si es cierto, que había dejado una carta en la cual decía que yo tenía que seguir. Lo recuerdo siempre.

Silvio Soldán:

-¿Te gustaría volver a conducir?

-Sí. El año pasado hice un streaming que se llamó Feliz lunes. La idea era continuar con una segunda temporada, pero no se dio. Una lástima porque me fue muy bien. También hay posibilidades de hacer una serie sobre mi vida, y un documental. Mi vida fue un escenario. Nunca hice otra cosa más que esto. Cuando empecé a tener cierta popularidad me dije que a los 50 me retiraba.

-¿Y qué pasó cuando cumpliste 50?

-Pasé los 50 y ni me di cuenta.

-Siempre fuiste un tipo muy coqueto, ¿cómo te llevás con el paso del tiempo?

-Siempre decía que tenía cuarenta y pico, pero a modo de chiste. Nunca tuve problemas con el paso del tiempo.

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