Hace casi 25 años ganó un reality de TV y formó parte de una de las bandas más populares de la década de 2000. Sin embargo, cuando estaba en la cima del éxito, tanto ella como sus compañeras no aguantaron el ritmo frenético de los shows, las giras, la presión de la fama y decidieron bajarse. “Sentí mucho maltrato, mucho descuido. Fue una lástima porque lo estábamos dando todo, pero no supieron escucharnos”, cuenta Virginia da Cunha sobre esos tres años que integró Bandana.
Los años que siguieron fueron de total transformación para la cantante y actriz. Viajó, estudió filosofía y se fue a vivir a la montaña, donde encontró su verdadero refugio. “Van a ser seis años que Mendoza me atrapó. Quedé ahí varada en la pandemia y descubrí un estilo de vida muy superior al que llevaba antes. Me enamoré de la gente, de la energía, de la cosmovisión andina que está tan integrada a esa cultura”, confiesa quien siempre siguió ligada a la música y hasta se convirtió en DJ. “Compuse un EP hace poquito que se llama Tejiendo lo eterno, que está en Spotify y sigo lanzando temas, que son canciones que yo canto dentro de los DJ sets”, cuenta entusiasmada mientras enumera las fechas de sus últimos shows del año: el 13 del actual estará en Trellew y el 20 en Córdoba.
Sin embargo, la rubia ya está planificando su 2026 que estará lleno de proyectos. ¿El más fuerte? Volver con esa banda que la hizo popular hace más de dos décadas y que sigue tan vigente en el corazón de toda una generación. “Después de cantar en la premiere de Lilo & Stitch en mayo, se activó la fiebre. Nos dimos cuenta lo fuerte que todavía estábamos y dijimos: ‘Esto no puede quedar acá. Es época de reavivals, tenemos que hacer algo’”, confiesa esta Bandana que acaba de presentarse junto a Valeria Gastaldi, Lissa Vera y Lowrdez en LATM y que para el próximo año planea shows en el Gran Rex, un documental y un disco.

-¿Qué te llevó a instalarte en Mendoza?
-Soy re nómade pero, en ese momento, conocí a un mendocino. Yo estaba viviendo en Buenos Aires, pero estaba buscando vivir en otro lugar. Estaba muy en crisis. Los últimos dos años sentía que yo acá realmente no la pasaba bien. Cada vez que viajaba afuera por laburo, me sentía mucho más alegre, más vital. Yo soy cordobesa y siempre mis recuerdos más lindos eran de puro juego y felicidad en la sierra, con los caballos, los arroyos y siempre decía: “Cuando sea grande, yo voy a volver a vivir acá”. En ese momento era chica, no me dejaban elegir y me tocaba vivir en la ciudad, pero siempre tuve la esencia de estar en la naturaleza. Mi papá, de hecho, se dedica a los caballos. Así que justo conozco a un mendocino y, en la segunda visita que le hago, quedo varada. Estaba en un hotel en Chacras de Coria, donde también iba como DJ a trabajar. Tenía que volver el 16 de marzo y cambié el pasaje para el 18, y el 17 dictan confinamiento. Por intuición hice ese cambio y me quedé del lado de la montaña siete meses hasta poder volver.
-¿Y cómo fue conocer a ese alguien en confinamiento?
-Un gran desafío. No fue muy cómodo pero, por otro lado, estaba en un lugar natural. Tenía todo un hotel boutique a disposición, donde podía correr, hacer yoga, dormir profundo. Tenía la cava de vinos, las heladeras llenas; era medio Disney (risas). Además, se armó un grupo con los dueños del hotel y sus amigos donde era toda gente que se dedica a la sanación y a las terapias alternativas. Entonces, de repente, era como estar en la universidad de la luz; algo muy encantado. Yo siempre tuve mucha conexión con esos mundos más invisibles, así que para mí fue hermoso. Todos los días descubría algo distinto, sanaba algo distinto, aprendía algo nuevo y me conectaba más con mi propósito. Es en esa quietud donde uno empieza a cuestionarse cómo vivió todos estos años, los vínculos que tuvo y hacés como una integración de los aprendizajes y las lecciones. Fueron realmente -siguen siendo- años de transformación.
-¿Esa historia de amor sigue hoy?
-No, no sigue. Me separé ya hace bastante tiempo y ahora estoy noviando con otra persona. Igual duramos cinco años, fue una relación muy importante de mi vida. Después de separarme, me quedé porque realmente era feliz ahí. Empecé a tener proyectos muy lindos, tenía una banda y sentí que mi vida volvía a recuperar armonía, claridad, creatividad. Sentí que mi propósito estaba ahí, realmente sentí una pertenencia con Mendoza. Me sentí realmente contenida a pesar de no tener a nadie de la familia. Todo el mundo creía que yo me iba a ir, pero no. Es la primera vez que me pasa que vuelvo feliz a mi casa. Ahora me muero de ganas de estar en mi terraza, mirando la montaña, en el parque donde hago yoga. Ahí me siento en mi mejor versión.
-¿Te fue difícil encontrar ese hogar?
-40 años, porque nunca me había sentido tan cómoda. Creo que es la energía de la montaña que te da mucha paz. Estoy en un momento de mi vida donde priorizo la paz, donde me encanta moverme con un propósito y no hacer por hacer, donde he limpiado muchas amistades y vínculos, donde disfruto mucho de cocinar, el vino, la terraza, la guitarra, la lectura. Sigo siendo hiperactiva y todos los días hago deporte y danza y sigo viajando, pero entiendo el valor de tener esa base donde cultivarse, descansar, regenerarse y desde ahí salir al mundo.
-Te hiciste súper conocida hace 25 años. ¿Te sorprende que la gente te siga reconociendo?
-Sí, eso es increíble. Eso es lo más fuerte del fenómeno Bandana, que claramente nos trasciende a las cinco. O sea, no importa quién está, Bandana ya ocupa un lugar en la emoción de todos. Es como un clásico ya. Forma parte del ADN de nuestro crecimiento y de todo nuestro público. De hecho, Bandana fueron solo tres años de mi vida y los otros 35 me dediqué a proyectos de punk o a cosas completamente diferentes como periodismo, conducción de distintos programas, DJ, retiros de bienestar en Mendoza. He tenido proyectos súper diversos, pero con la magnitud que tuvo Bandana a nivel visibilidad y a nivel fenómeno social, nunca.
-En un año donde va a volver Popstar, ¿Qué diría esa Virginia que se presentó al casting hace 25 años? Porque hoy parece todo mucho más fácil con las redes sociales…
-Sí, ahora todos tienen un pequeño training de cómo exponerse, de las cámaras. En ese momento era una tortura. Yo soy una persona tímida, siempre lo fui y para mí cada vez que me presentaba levantaba fiebre, me temblaba la voz, me sentía mal y así iba para adelante, pero con un pánico de que todo era nuevo. Emocionalmente fue un desafío gigante superar esos nervios, empezar a sentir seguridad, que la voz deje de temblar.
-¿Cómo fue que tu vida cambie de un día para el otro? El no poder salir a ningún lado, la persecución de la gente…
-Fue un dilema constante. Por momentos sentía que estaba yendo en contra de mi alma y por otros sentía que era perfecto, que era una prueba y que era el medio donde yo iba a poder decir mi verdad, dar mi mensaje. Me di cuenta que era una escuela, un gran entrenamiento aunque a veces lo sufría muchísimo porque no tenía contacto con el sol por días. Nos tenían encerradas de la combi al estudio, del estudio al teatro, del teatro al sketch con Tinelli, de Tinelli a la radio. Llegó un momento que no tocaba el pasto, no abrazaba un árbol ni sentía el sol en la cara y eso me empezó a envenenar. Como que me iba marchitando. Además de que estaba mal comida, mal dormida. Me acuerdo que a veces me escapaba del Gran Rex por una salida lateral y buscaba el solcito aunque sea cinco minutos y ya lo tenía al manager: “¿Donde está Virginia?”. Era enloquecedor sentir esa falta de libertad. Desesperante.

-¿Lo pasaste mal?
-Fue muy desafiante esa pérdida absoluta de libertad. Yo soy un espíritu completamente libre, muy independiente y súper disciplinada. Era difícil aceptar que me estuvieran tan encima. No me gustaba el orden de ellos, entonces era bastante chocante. Yo encima estaba en la edad de la rebeldía (tenía 20) y tenía mi cerebro lavado por Nietzsche. Me costó mucho seguir en el rebaño ese.
-¿Cuál era tu cable a tierra? ¿Hacías terapia?
-Hacíamos terapia grupal. Cuando teníamos algún día libre, me iba a un campo en Pilar o al río a hacer deporte. Soy fanática de los deportes extremos, pero cada vez lo podíamos hacer menos, así que me iba enfermando. Yo no conocía el estrés. Empecé a tener un montón de síntomas en el cuerpo y salí muy enojada de la experiencia. Sentí mucho maltrato, mucho descuido. Fue una lástima porque lo estábamos dando todo, pero no supieron escucharnos.
-¿Por qué se terminó Bandana?
-Por esto. Esto siempre se vio como un negocio, donde nosotras éramos fichas que teníamos que replicar un estereotipo de banda: la rubia, la colorada, la morocha; que está perfecto porque era el proyecto a replicar en todo el mundo, pero se suponía que era para un programa de televisión y después trascendió y la banda cobró mucho peso. La gente se identificó mucho con el grupo humano y aún así, no teníamos voz dentro. No podíamos tomar ninguna decisión, ni de lo que nos poníamos, ni de lo que cantábamos, ni de lo que decíamos en la prensa. Tampoco teníamos una comunicación individual con el público porque no había redes sociales en ese momento. En un punto, uno sentía que ya estaba mintiendo y que el público estaba como aspirando a algo que no era real. Pero bueno, por otro lado, estaba esto de vivir de la música, estar arriba de un escenario y bailar y cantar. Las canciones eran increíbles y había un montón de cosas que realmente las disfrutábamos.
-¿La decisión fue más de ustedes o de ellos?
-Nosotras tendríamos que haber seguido siete años más por contrato. Estábamos en la cima y estaban desarrollando dibujos animados y todo lo que era el mercado de Rusia, Israel y demás, y todas veníamos con distintos conflictos. O sea, una ya no tenía voz, la otra lloraba todo el tiempo, arriba del escenario ya no había una motivación ni de bailar; y ya el público estaba viendo eso. En terapia, la terapeuta nos propuso consultar el I-Ching. Era una psicóloga que además sabía de astrología y ahí conectamos con ese lado femenino intuitivo. Lo consultamos y salió el hexagrama de la mordedura tajante, que era un “basta”, un “hasta acá”, un “no da para más”. Así que nos sentamos con Gustavo y le dijimos: “No podemos más. Queremos volver a casa, a nuestra vida”. Nos ofrecieron mejorar las cosas, pero ya no había vuelta atrás.
-¿Cómo fue tu primera noche después de eso?
-Sentí felicidad. ¿Viste cuando te separás de una relación tóxica que te cuesta un montón soltarla, pero cuando la soltaste estás como Sarah Kay en las praderas? Bueno, así me sentí (risas). Además, tenía toda una confianza en mí de todo lo que había crecido como artista y no sentía que no tenía nada para hacer, todo lo contrario. Después de tanta exposición y movimiento, necesitaba frenar, ser nadie, descubrir cuál era mi próxima versión. Y ahí (como hice ahora en la montaña) me metí tres años para adentro. Me puse a estudiar filosofía, hice talleres literarios y todo un trabajo interno. Llegaban propuestas para ser como una Britney Spears (aprovechando todo el mercado ganado) y yo estaba enojadísima con todo: con los medios, con la exposición, con la fama, con Bandana. En ese momento, prefería ir a amasar pan a una panadería de un pueblo que seguir en esto.
-¿Y te quedaste en Buenos Aires haciendo ese camino?
-Me fui de viaje. Me fui a visitar a mi hermana a Turquía, porque ella estaba viviendo ahí. De Turquía me fui a Grecia y ahí me ofrecieron un trabajo en un boliche (sin saber quién era yo). Me quedé cuatro meses en Santorini y fue allí donde hice todo ese proceso de renacimiento, de transformación, de mucha lectura, de mucha conexión con las fuerzas arquetípicas, las diosas griegas.
-¿Y en el boliche que trabajo hacías?
-Era bartender y, a veces, estaba como PR (relaciones públicas). En ese momento, yo no tomaba alcohol, no tenía idea cómo hacer tragos y no me gustaba la noche, pero estaba en un modo de querer ir en contra de todo eso a ver qué salía. La pasé re bien porque me sentí muy libre, sin responsabilidades. Después el DJ se enteró que yo era una cantante muy conocida y me trajeron un cantante griego. Hasta grabamos un tema (risas).

-¿Qué pasó cuando volviste?
-Al día siguiente de volver entro en un casting para Sin código y arranco a laburar a los 15 días con Adrián Suar, Nico Cabré y Alfredo Casero. Ahí arranqué como una etapa televisiva de actriz. Volví a la exposición porque ya había tenido suficiente introspección y me gustó. Aunque también sentí cierta asfixia en el ritmo ese de estar todos los días, de 7 a 18, encerrada en un estudio. Lo sufrí pero son todas crisis que me ayudaron a encontrar mi lugar.
-En 2017 hubo una vuelta de Bandana. ¿Estuvo bueno ese reencuentro?
-Estuvo muy bueno, especialmente arriba del escenario. Porque, en el primer Bandana, yo era una nena insegura y, de repente, me encontré con una mujer con un montón de experiencias, de herramientas y de seguridad, que me permitió conectar con el disfrute. De más chica estaba más en pos de la competencia, la autosuperación, el perfeccionismo, pero por miedo. No disfrutaba las cosas por estar siempre buscando un resultado y esa vez fue realmente muy disfrutable. Obviamente participamos en todo. Yo elegí a la vestuarista, Lissa puso a la coreógrafa; pudimos participar mucho más del proceso así que fue una re linda experiencia.
-El año que viene cumplen 25 años, ¿de quién fue la idea de volver a juntarse?
-Apareció una propuesta de Disney en mayo. Nos dijeron que se iba a estrenar la película live action de Lilo & Stitch (nosotras habíamos hecho el soundtrack original de la película) y que querían que cantemos el tema. Querían que estemos en la avant premiere y que salgamos de sorpresa y a mí me pareció hermoso, así que oficié de intermediaria. Lo disfrutamos un montón, fue pura felicidad ese show. Y ahí es como que se activó la fiebre. Nos dimos cuenta lo fuerte que todavía estábamos y dijimos: “Chicas, esto no puede quedar acá. Es época de reavivals, tenemos que hacer algo”. Realmente Bandana ha trascendido generaciones, así que empezamos a pensar que hacer: un documental, la serie de ficción, el disco, los shows; un montón de cosas. De repente apareció Tommy Muñoz, que es quien organiza LATM en todo el país (fiestas ´para mayores de 35), y sube una historia con una canción de Bandana como tirando la idea. Empezamos a avanzar y terminó en lo que fue la fiesta del domingo 23 de noviembre, que fue el primer reencuentro después de un montón de años.

-¿Salió como te lo imaginabas?
-Lo re disfruté. Obviamente toda la previa fue completamente inesperada y angustiante. Agradezco los años en la montaña que me dieron mucha templanza y una capacidad de observar las cosas sin ni tomármelas personales ni dramatizar. Cada uno tiene su camino y sus historias no sanadas. Aunque yo realmente anhelaba que se dieran un montón de cosas, claramente hay otras que todavía no se solucionaron y que no dependen de mí.
-¿Hablás de lo que le había pasado a Lourdes en el plano personal o de Lissa que termina un poco enojada y rebelándose ante esta unión?
-Mucho antes del episodio de Lourdes y Leandro, tuvimos un montón de situaciones donde Lissa se plantaba, se enojaba y se bajaba. Nosotras nos fuimos adaptando muchas veces a sus no y a sus límites; algunas veces entendiéndolo y otras, no. O sea, ¿por qué desconfiar tanto? ¿Por qué no disfrutar? ¿Por qué estar todo el tiempo puteando a la gente? Pero esta vez fue la que más nos sorprendió porque se bajó cuando ya estaba todo muy organizado y sobre la marcha. Así que quedamos todas recalculando con todo el plan 2026.
-¿Pudieron hablar con ella? ¿Saber qué fue lo que le pasó?
-Todavía no. En el último ensayo nos enterarnos de que no iba a seguir con lo del 2026.
-¿Lissa se bajó al día de hoy de los proyectos de 2026?
-Sí, por ahora sí, aunque todo puede cambiar.
-¿Y cómo recibieron la noticia?
-Yo estoy siempre esperando que vuelva y que esto sea por un tema personal o por algo que ya lo va a resolver. Ya va a entender que es algo que se merece disfrutar y que va a volver a fluir. En el show, me dijo: “No estoy bien, te voy a contar después”. La abracé y no volvimos a hablar. El show salió hermoso. Ella llegó primera, yo llegué después. Estaba re bien y pensé que mágicamente iba a desaparecer la tormenta. Hay algunos dramas que no son ni reales y que es cuestión de decir: “Bueno, ya está. Voy a cambiar la perspectiva de esto y vamos a ir para adelante”, pero todavía no ha sucedido.
-¿Tenés ganas de que eso suceda para seguir con todo el plan que se viene?
-Yo quiero disfrutar, vengo a sumar. He estado construyendo, poniendo todos mis recursos a disposición de este reencuentro; más que nada porque me emociona mucho la gente. El amor y la cantidad de mensajes que me llegan de historias de vida donde Bandana fue como ese punto de inflexión donde venían mal y les dio una esperanza y se dedicaron a algo que les gustaba. O mujeres que sufrieron abusos que, de repente, decían que no tenían ni ganas de vivir y que se agarraban de canciones para bailar y para fortalecerse; cosas tan hermosas. Ahí pensé: “Nosotras también nos merecemos una revancha de hacerlo a lo grande y cosechar a lo grande”; algo que nunca sucedió. Así que sí, tengo re ganas de que estemos todas y si no estamos todas, Bandana nos trasciende. Yo creo que si de última somos tres, está bien igual. Porque si hay alguien que no quiere está en todo su derecho, como en su momento no quiso Ivonne.

-¿Con Ivonne tenés vínculo?
-Sí, hace poco hablamos. Yo la vengo siguiendo, la admiro, me parece una crack absoluta. A todo el mundo le digo: “No puedo creer, miren lo que es esta bestia”. La fui a ver varias veces y mi sueño es que ella participe. Lo hemos hablado y me dijo que en algún momento se va a dar. Va a ser sorpresa, no es algo para anunciar, pero yo creo que se va a terminar dando también por ella que se lo merece.
-¿Cuáles serían los proyectos para 2026?
-La idea era empezar con el Gran Rex y después pasar a algo más grande. Hay una serie de ficción en camino y también un documental. Está el disco con Sony que quedó en stand by con invitadas, con featuring de todas esas mujeres que hoy son número uno y que de chiquitas eran fans de Bandana. Son un montón de cosas lindas que ojalá las podamos vivir. Por ahora estamos ahí, viendo cómo seguimos tejiendo con las ganas que tenemos y con los obstáculos que hay.
