Balotaje en Chile: ¿queda margen para el factor sorpresa en la última semana?

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SANTIAGO, Chile.– Finales reñidos hay de sobra. Capítulos que parecían cerrados y dieron un giro también. En política todo puede pasar. Falta una semana para el balotaje que definirá al sucesor de Gabriel Boric, y los chilenos ya viven la cuenta regresiva, atentos a que algún hecho de último minuto pueda cambiar la dirección de la contienda

Apenas siete días antes de la votación del 14 de diciembre, los sondeos mantienen a José Antonio Kast como favorito con una ventaja que fluctúa entre 10 y 15 puntos. Jeannette Jara, su rival, no ha logrado reducir esa distancia, por lo que el debate de este domingo aparece como su última oportunidad visible para intentar revertir el escenario.

“La candidatura de Jara lo tiene muy difícil porque el votante de Kast está muy consolidado”, confirma Rodrigo Arellano, vicedecano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, quien solo ve margen de cambio si ocurriera «un hecho de marca mayor que dé un giro sorpresivo“.

José Antonio Kast y Jeannette Jara en el debate del 3 de diciembre en Santiago

Para el académico, esa fortaleza del republicano se explica en un clivaje político reciente: el rechazo del plebiscito constitucional de 2022, que ordenó a buena parte del electorado conservador detrás de Kast.

Hoy la campaña ingresó en una fase donde cualquier certeza puede diluirse. Los grandes anuncios ya se hicieron, los equipos definieron sus mensajes y los programas están sobre la mesa. Lo que queda por delante suele depender de factores que no entran en ningún manual: un voto que se moviliza tarde, un error inesperado en vivo, un episodio social que cambie el humor o un dato económico.

Si eso pesará o no, es una incógnita. Pero en los últimos días un colaborador de Kast, el diputado republicano José Carlos Meza, salió de libreto: primero, al apoyar que se puedan conmutar condenas a reos terminales –incluidos abusadores–; luego, al desestimar la Ley de 40 horas (contra las 45 anteriores semanales) con un argumento que encendió críticas: “¿A qué se van más temprano a la casa? ¿A encerrarse?”.

Kast buscó bajarle el tono. Aseguró que las declaraciones “no eran relevantes” y que en un eventual gobierno suyo “vamos a aplicar la ley cuando corresponda”. Pero el episodio abrió una pregunta: ¿cuánto puede dañar un desliz cuando el favorito se juega justamente su imagen de control?

José Antonio Kast saliendo de la Asociación de Radio de Chile en Santiago (Archivo)

“Cuando los candidatos están encumbrados en las encuestas, suelen ser precavidos y evasivos ante el riesgo de ser expuestos en situaciones incómodas o comprometedoras”, señala Hernán Campos, académico de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales. Para él, un error no solo incomoda: puede romper la ventaja del puntero.

En la primera vuelta, Jara obtuvo el 26,8% y Kast el 23,9%, en una elección con participación histórica. Más de 13,4 millones de chilenos acudieron a votar, cerca del 85% del padrón, un récord en la era del sufragio obligatorio. Ese volumen dejó un gran caudal de electores sin dueño: independientes, moderados, descontentos. Lo que haga Jara con ese contingente será decisivo.

Campos cree que ese mundo se mueve más por protección que por entusiasmo: “Una buena estrategia para conectar con ese votante es exponer las debilidades y despertar el miedo que pudiese representar la llegada al poder del candidato contrario”. Ahí la polarización toma otra forma: no es épica ni arenga, es rechazo.

Kast, entretanto, enfrenta otra tensión: explicar el “cómo” de lo que promete. Su campaña se centró en titulares claros –orden, seguridad, migración–, pero la letra chica de sus propuestas todavía genera dudas. “Cuando se le pide que las aterrice, no sucede o quedan como imposibles de cumplir”, advierte Luis Felipe Vergara, analista político de la Universidad Andrés Bello.

La candidata oficialista Jeannette Jara, tras el debate presidencial con José Antonio Kast, en Santiago

Ese hastío con promesas que no se explican, dice, “podría abrir, en parte, el escenario” si el debate vuelve a mostrarlo incómodo, aunque matiza que “queda una semana… salvo algo extraordinario, es muy difícil revertir el resultado”.

Vergara cree que la impaciencia con Kast puede escalar si el candidato vuelve a mostrar dificultades para explicar sus medidas en vivo. “Hasta ahora no hay respuesta y eso está impacientando al electorado”, advierte. “Queda una semana, salvo algo extraordinario, es muy difícil revertir el resultado, pero queda un debate: si éste es tan perjudicial para Kast como el anterior, el escenario se podría abrir, aunque dudo que alcance para revertir el resultado”.

Arellano también ve riesgos en la estrategia confrontacional de Jara. “La hemos visto muy agresiva en los debates y en la franja. La ciudadanía no quiere tanta pelea, quiere que le solucionen sus problemas”, plantea. Si esa línea no se equilibra, dice, puede producir un contragolpe: reforzar justamente el voto del adversario.

Volatilidad

La otra fuente de incertidumbre está en la participación. El balotaje será el cuarto proceso presidencial con voto obligatorio en la nueva etapa electoral chilena. Si la concurrencia vuelve a acercarse a los 13 millones de votos de la primera vuelta, podría favorecer a Jara, si logra que parte del electorado crítico al gobierno vuelva a movilizarse solo para impedir el triunfo de Kast.

Migrantes venezolanos en la frontera de Chile y Perú. El tema de las migraciones estuvo muy presente en la campaña de Kast

A eso se suma el enigma de los votos Parisi: el segmento más volátil de la elección pasada. En 2021, más de 900.000 electores respaldaron al economista Franco Parisi y terminaron inclinando el balotaje entre Kast y Gabriel Boric. Ahora, tras su renuncia y su apoyo a Kast en la primera vuelta, ese mundo permanece fragmentado y difícil de medir. Buena parte se declara antipartido y podría decidir su voto en el último minuto.

Vergara subraya ese punto: “La ciudadanía está muy polarizada, y muchos votarán para que no gane el adversario, no porque les entusiasme la alternativa”. Ese umbral emocional, afirma, es menos predecible y más volátil. “Ahí es donde el debate tiene incidencia: es un momento único donde ambos quedan expuestos ante un país entero”.

Los candidatos también miran a regiones. En el norte, golpeado por la crisis migratoria y el aumento del crimen organizado, Kast obtuvo resultados sobresalientes en la primera vuelta. Jara, en cambio, se juega parte de su remontada en la capital y en el centro del país, donde se concentra el votante moderado que suele decidir tarde.

El fallido plebiscito constitucional dejó su huella en el electorado chileno

Desde el comando oficialista aseguran que la calle se está moviendo y que la franja televisiva de esta semana buscará instalar un contraste más emocional entre “certeza” y “riesgo”. Pero en la oposición confían en que esa percepción no se traducirá en votos: los números siguen estables y la ventaja, hasta ahora, no se ha reducido.

El examen será el debate final. Allí, un acierto de Jara o un error de Kast puede reacomodar el clima en cuestión de horas. “En ese electorado indeciso, la respuesta a la elección será por el rechazo que le genera uno de los dos candidatos”, explica Campos. La competencia no se define por adhesión, sino por temor al otro: voto negativo como herramienta decisiva.

Kast necesita demostrar que puede ejecutar lo que promete sin desordenar el país; Jara, que tiene la capacidad de recomponerlo sin repetir errores del actual gobierno. “Kast tiene que mantener, Jara tiene que alterar”, sintetiza Arellano.

A esta altura, el balance de fuerzas parece claro. Pero la política chilena ya ha demostrado que puede dar un giro en horas cuando el clima cambia. “Un hecho sorpresivo es lo único que podría modificar la tendencia”, insiste Arellano. Campos coincide: el desenlace dependerá de cómo se procesen los próximos días y, sobre todo, lo que pase el domingo en el debate.

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