La ausencia era notable. El 10 de diciembre, para la entrega de los Premios Nobel, uno de los eventos más relevantes de la agenda anual en la monarquía de Suecia, en el espacio de honor ocupado por la familia real faltaba la princesa Sofía (41), mujer del príncipe Carlos Felipe (46) y nuera de los reyes Carlos Gustavo y Silvia. El motivo de su inasistencia era claro: se buscaba preservarla de la polémica en la que está envuelta desde que se supo que, cuando aún era soltera y trabajaba como modelo e instructora de yoga en Nueva York, había mantenido varios encuentros con Jeffrey Epstein, el financista acusado de liderar una red de tráfico y abuso de menores que se suicidó en su celda hace seis años, antes de un juicio que prometía ser histórico. En la lista de contactos de Epstein figuraban grandes personajes de los negocios y del espectáculo, ex presidentes y miembros de la realeza, como Andrés Mountbatten-Windsor, el hermano del rey Carlos III de Inglaterra que perdió recientemente sus títulos –incluido el de príncipe– después de que se probaran sus contactos con el financista, aun cuando este ya había sido denunciado por sus crímenes. Lo que no se esperaba era que el escándalo salpicara también a la Casa Real Bernadotte, en Suecia. Rápidamente, cuando se supo que su nombre, Sofía Hellqvist, formaba parte de la lista infame, la Corona sueca emitió un comunicado: “La princesa se encontró con Epstein un par de veces hace unos veinte años. Queremos aclarar que esto ocurrió en contextos sociales, como en un restaurante o en el estreno de una película”, dijeron.



EL PASADO, AL ACECHO
La vinculación con Jeffrey Epstein se atribuye a que en 2005 Sofía deseaba estudiar Contabilidad en Nueva York y su mentora, la empresaria sueca Barbro Ehnbom –conocida por impulsar las carreras de jóvenes de su país–, los presentó. “Ella es Sofia, una aspirante a actriz que acaba de llegar a Nueva York. Es la chica de la que te hablé antes de irme, y pensé que te gustaría conocerla”, escribió Ehnbom a Epstein en uno de los emails que trascendieron, en el que ella, además, adjuntó una foto de la joven. Por lo que se lee en otros mensajes, él ofreció pagarle a Sofía un curso de actuación y, además, la invitó a la isla caribeña donde más tarde se supo que el financista abusaba de menores. La Casa Real sostiene que ella rechazó las dos ofertas. Sin embargo, esta no es la primera factura que el pasado le cobra a la princesa. Durante su noviazgo con el príncipe Carlos Felipe se publicaron las fotos “prohibidas” de su breve carrera como modelo, que inició a los 20 años, cuando posó en topless, apenas cubierta por una boa constrictora, para la revista masculina Slitz. A los lectores les gustaron tanto sus curvas y su cara de muñeca nórdica que la eligieron Miss Slitz 2004.

Fue un logro significativo para Hellqvist, una chica nacida en Danderyd, un pequeño municipio de Suecia, al igual que haber participado de Paradise Hotel, un reality escandaloso del cual fue finalista. Era exactamente lo que ella –hija de Marie, gerente de marketing en una industria plástica, y de Erik, un empleado público– necesitaba para cumplir su sueño de ser famosa. Sin embargo, hoy sabemos que el destino le guardaba un papel más mportante que ser una modelo sexy en producciones de dudoso gusto porque, apenas unos años más tarde, Sofía se convertiría en princesa.


UN AMOR REAL
En 2009, el príncipe Carlos Felipe acababa de terminar su relación con Emma Pernald, su novia de toda la vida y amiga íntima de su hermana, la princesa Magdalena, cuando conoció a Sofía. En ese encuentro que algunas fuentes ubican en un restaurante y otras, en una discoteca, se enamoraron a primera vista, como ella contó más tarde. A partir de entonces, nunca se separaron y pronto empezaron a vivir juntos. La familia real hizo oficial el noviazgo en 2010, a pesar de que los Reyes se habían resistido desde el comienzo, no sólo porque Sofía era una plebeya –la propia reina Silvia también lo había sido–, sino porque los medios, enterados del romance, publicaban las viejas fotos de Hellqvist semidesnuda y en poses sugerentes y cuestionaban que fuera adecuada para convertirse en una Bernadotte. Ella, en tanto, se esforzaba por superar su pasado: puso en marcha un proyecto benéfico destinado a chicos y empezó a hacer cursos en la Universidad de Estocolmo sobre ética, derechos de la infancia y relaciones internacionales. La relación con el príncipe avanzó firme: en 2014 se comprometieron y el 13 de junio de 2015 se casaron en la Capilla Real del Palacio de Estocolmo, en una boda a la que asistieron representantes de las principales coronas europeas: las reinas Máxima de los Países Bajos y Matilde de Bélgica, el príncipe Eduardo de Inglaterra con su mujer, Sofía, los príncipes Haakon y Mette-Marit de Noruega y la entonces princesa Mary de Dinamarca, entre otros.




Sofía estaba radiante con su vestido de crêpe de seda y encaje diseñado por Ida Sjöstedt y una tiara de diamantes y esmeraldas que le regalaron sus suegros, los Reyes. Así, se convirtió en princesa y duquesa de Värmland, y con Carlos Felipe formó pronto una familia numerosa: apenas diez meses después de la boda, el 19 de abril de 2016, nació su primer hijo, el príncipe Alexander (9), y luego llegarían Gabriel (8), Julian (4) e Inés (10 meses). Esta semana, los cuatro príncipes protagonizaron un video navideño que Sofía subió a su cuenta oficial de Instagram. En las imágenes los chicos encienden velas rojas junto al arbolito, en el palacio, pero su mamá y su papá no aparecen en escena. Sofía, que en diez años de matrimonio se ganó el cariño de los Reyes, de sus cuñadas, las princesas Victoria y Magdalena, y el de su pueblo, ahora enfrenta su peor pesadilla: que sus errores del pasado vuelvan a atormentarla. Desde que se conoció la noticia de su relación con Epstein, no abandona Villa Solbacken, su casa familiar en las afueras de Estocolmo, y espera que el tiempo vuelva a llevar paz a su vida.


