Cuando Anabella Lentini y Diego Luján, ambos mendocinos, se cruzaron en Badoo, una plataforma para conocer gente, no imaginaban que ese intercambio inicial derivaría en 10 años de matrimonio, dos hijos y una familia consolidada. Él prefería algo pasajero; ella esperaba un vínculo profundo. Pese a las diferencias, en pocos meses se animaron a convivir y el tiempo confirmó la apuesta: su historia se transformó en una de las más sólidas surgidas en el universo digital.
Se encontraron de manera casual en una aplicación, pero lo que vivieron después no fue un cuento idealizado, sino algo real. No hablan de señales extraordinarias ni de causalidades mágicas. “Se fue dando todo, sin rebusques”, recuerda Anabella. Había regresado de Mar del Plata con la ilusión de que llegara “el amor bueno”. Venía de otra relación y deseaba una historia genuina. Diego, por su parte, –que es médico– había vuelto a Mendoza, tras descartar una residencia en esa misma ciudad, sin pensar en iniciar algo serio. Con objetivos distintos, coincidieron en un punto esencial: animarse a intentarlo.

“Si esa primera salida no hubiera sido tan transparente, quién sabe si hoy seguiríamos juntos”
Desde el primer encuentro dejaron claro lo que buscaba cada uno. Diego dijo que no quería una novia. Anabella expresó que sí deseaba una relación con proyección. Lejos de espantarlos, esa sinceridad inmediata los acercó. Fue un acuerdo tácito que, con los años, ambos señalan como decisivo: “Si esa primera salida no hubiera sido tan transparente, quién sabe si hoy seguiríamos juntos”, señala ella, con Pedro en sus brazos.

A los tres meses ya estaban viajando, una prueba que para muchos define compatibilidades. Eligieron Cuba y en la playa grabaron en la arena: “Varadero 2013”. Casi como una señal.
Las risas y la complicidad resistieron el desafío. Luego llegó la prueba más contundente: vivir juntos. A los cinco meses de conocerse, Diego llevó su valija y se instaló en la casa de Anabella. Sin etapas intermedias ni protocolos. “Nos mudamos rápido, pero sentimos que íbamos a poder con todo”, recuerda ella. Y así fue. La convivencia no solo confirmó lo que intuían: lo afirmó.
El compromiso también tuvo su sello propio. No fue producto de una planificación clásica, sino de un pacto íntimo: cuando Luis Miguel volviera a presentarse en Mendoza, pondrían fecha de casamiento. Cumplieron. El 1 de noviembre de 2014 asistieron al recital, lo celebraron y, horas más tarde, sellaron el compromiso en un hotel, con anillos, sushi y champagne.
“Fue una escena casi de película, pero absolutamente personal. La boda llegó el 1 de octubre de 2016, rodeada de afectos y también de emociones intensas. Yo había perdido a mi padre poco tiempo antes y mi consuelo fue saber que él llegó a conocer a Diego y comprobó que su hija estaba con la persona correcta”, recuerda.

Antes que los hijos
La primera incorporación a la familia llegó antes que los hijos: Boby, el perro que adoptaron en los comienzos de la convivencia. “Con Boby ya sentíamos que éramos familia”, dice Anabella.
Pero el recorrido también tuvo momentos difíciles. La pérdida del primer embarazo los golpeó con fuerza. El dolor no los separó: se sostuvieron. Luego llegó la luz. Primero nació Pedro y, en plena pandemia, Simón. Dos chicos que reforzaron la decisión de construir un hogar donde el diálogo y la ternura son regla.
“En diez años de matrimonio y más de una década juntos, solo recuerdo una noche en la que nos fuimos a dormir enojados. Una sola. Ese es el pacto: hablar siempre, resolver siempre, no dejar que el enojo gane terreno”, indica Anabella.
“Siempre aprendemos del otro”
“Siempre aprendemos del otro”, repiten, como lema. Anabella lo sintetiza con una frase que define su historia: “El amor se arma desde todos los lugares. Confiar, sostener, acompañar. Y los hijos… Ellos nos muestran cada día que son tan felices con nosotros como nosotros con ellos”.

Hoy, mientras se preparan para celebrar su aniversario número 10, sienten que su historia demuestra que cuando dos personas se eligen sin reservas, todo encaja. Que un saludo breve en una app puede convertirse en una vida compartida. Y que muchas veces el “touch and go” que muchos señalan respecto de las app que buscan citas, son solo mitos.
