Los problemas educativos argentinos, una restricción al potencial de desarrollo económico

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La educación tiene baja incidencia en la conversación pública argentina. No figuraba en el Pacto de Mayo original del año pasado; se agregó por la insistencia de diferentes organizaciones. Sí es preocupación de las empresas que analizan inversiones o contratación de personal. Economía y educación deberían ir de la mano, así lo prueban los países desarrollados, aún cuando apliquen modelos económicos diferentes. A la cabeza de las pruebas PISA, la medición internacional de la OCDE, están Singapur, Macao (China), Taipei (China), Hong Kong, Japón, Corea, Estonia, Suiza y Canadá.

Los datos muestran que la situación argentina es mala y que viene en caída hace varios años. Hay experiencias positivas, esfuerzos en distintos niveles, pero no un programa directriz que coordine a qué matriz productiva va el país y qué perfil de gente necesita.

A menudo se escuchan elogios del “talento argentino” y la insistencia sobre la calidad de los recursos humanos locales. ¿Hasta cuándo es posible sostener esa idea cuando solo 14% de los estudiantes de quinto año del secundario logran un nivel satisfactorio o avanzado en matemáticas y solo 10 de cada 100 llegan en tiempo y forma, y con los conocimientos necesarios al final de la secundaria? La ONG Argentinos por la Educación aporta otro dato: en el decil más pobre, el 72% de los secundarios aspira a seguir estudiando, sin embargo solo el 21% de entre los de 19 a 25 años lo logra. En el decil más rico, esos valores son 95% y 51%, respectivamente.

La economista de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (Fiel), Ivana Templado subraya a LA NACION que la educación trasciende lo individual y aporta al desarrollo general. La formal y no formal aportan a la generación de habilidades y capacidades que mejoran la productividad individual y como consecuencia ayudan a la obtención de mayores ingresos, “además de redundar en beneficios para el cuidado de la salud, las buenas prácticas ciudadanas y, por supuesto, en el desarrollo y la difusión del avance científico y del conocimiento”.

Templado investigó el impacto de la educación en los ingresos laborales con el foco en los jóvenes de entre 17 y 25 años. Importan tanto cantidad como calidad. El ingreso por salario horario aumenta 7,6% por cada año adicional de escolaridad y 2,6% por mayor calidad. Los mayores aprendizajes potencian los retornos sobre todo entre universitarios, mientras que, para los secundarios no basta haber cursado en una cohorte con mejores aprendizajes, el mercado premia más la finalización del cursado que la calidad del proceso formativo. “La calidad de los aprendizajes no reemplaza a los años de educación adquiridos, sino que amplifica su efecto; sobre todo cuando la trayectoria culmina en un título universitario”, precisa la economista.

Un trabajo de la Secretaría de Educación revela que desde 2012 el abandono del secundario disminuyó 3,21 puntos porcentuales, aunque el problema sigue siendo relevante. En el 2023 (último año consignado) la matrícula de ese nivel en todo el país fue de 4.065.695 estudiantes, de los cuales abandonaron 8,16% (con provincias que no llegan a 5% y otras que superan 10%) y la sobreedad alcanzó a 21,4% de los alumnos. Las mayores tasas de abandono se concentran en los últimos años del ciclo.

Problemas evidentes

Los especialistas consultados por LA NACION coinciden en que, con la foto de hoy, la educación argentina es una restricción para el desarrollo. Claudia Romero, doctora en Educación, profesora e investigadora de la Universidad Di Tella, apunta: “No hay un plan de desarrollo económico que indique en qué dirección, en qué áreas vamos a apostar, cuáles son las capacidades que se van a requerir y cómo formarlas. Sabemos que hay fortalezas en, por ejemplo, biotecnología, agtech o energía nuclear, pero no un programa estratégico que las articule con la educación”. A eso se le suma la disrupción tecnológica que provoca incertidumbre sobre qué empleos se automatizarán, cuáles desaparecerán y cuáles se crearán.

Es urgente mejorar la educación básica –dice Romero–. La escuela debe dar los saberes fundamentales

“Estancado”. Así califica al sistema educativo Esteban Torre, director del programa Educación del Cippec, “con bajos niveles de rendimiento desde hace un tiempo, apenas una leve mejora en lectura, pero con declive en aprendizaje de matemáticas. Hoy acceden al sistema todos los que tienen que acceder, pero en el tránsito desde sala de cuatro hasta el final de la secundaria, los resultados no son buenos”.

En las últimas pruebas PISA más de la mitad de los estudiantes argentinos de 15 años quedaron por debajo del nivel básico en Matemática, Lectura y Ciencias. En Matemáticas, el 73% no alcanzó el nivel mínimo (quedó 66 entre 81 países). Las PISA comenzaron en el 2000 y la Argentina se sumó de inmediato; desde entonces los resultados en las tres áreas se mantienen bajos. Ese estancamiento advierte que el desafío está en la educación básica.

Una de las pruebas Aprender, en un colegio

“Es urgente mejorar la educación básica –dice Romero–. La escuela debe dar los saberes fundamentales en la comunicación, el pensamiento lógico- matemático y habilidades socioemocionales que les permitan desarrollar la plasticidad para seguir aprendiendo a lo largo de la vida y trabajar en equipo”. A su criterio, colaborarían “la jornada escolar extendida o completa; mejorar las capacidades y las condiciones del trabajo docente y una mayor conexión de los contenidos escolares con el mundo del trabajo”. Además, “impulsar sustancialmente la formación terciaria no universitaria, un segmento estratégico, que en la Argentina tiene menos desarrollo y prestigio que la universidad, lo que no es así en otros países. Es un nivel que ofrece carreras cortas que permiten ir actualizándose rápidamente y garantiza capacidades intelectuales y técnicas ajustadas a los requerimientos de la economía”.

Fuentes de la Secretaría de Educación del Ministerio de Capital Humano aseguran que se trabaja en “reconstruir los cimientos del aprendizaje, fortalecer las competencias esenciales y promover una gestión basada en la evidencia, la responsabilidad y la autonomía”. Las líneas de acción son “fortalecimiento de aprendizajes fundamentales; renovación curricular; acompañamiento de trayectorias educativas; reforma de la educación secundaria; formación docente interdisciplinaria y gestión educativa basada en evidencia para mejorar el sistema desde el aula hasta la política pública”.

Desde el área que conduce Carlos Torrendell agregan que la educación argentina atraviesa un “proceso de transformación institucional y de sentido. Vuelve a ocupar un lugar estructural en la estrategia nacional: base de libertad, equidad y responsabilidad” y añaden que “el Pacto de Mayo por la Educación reafirmó esta orientación”. Rescatan que la creación del Ministerio de Capital Humano introdujo “un cambio estructural al integrar las políticas de niñez, familia, educación y trabajo bajo una misma lógica. La gestión pública se concibe como inversión en personas concreta. Adoptamos el concepto de capital humano, como el ciclo de la vida en todas sus etapas: desde la infancia hasta la adultez, poniendo a las personas en el centro de nuestras políticas y en el caso de educación, desde la alfabetización temprana hasta la formación profesional, desde las becas universitarias hasta las trayectorias laborales”.

Sol Alzu, analista de datos Argentinos por la Educación –ONG que promovió, antes de las elecciones que los candidatos en las provincias y en el país se comprometieran con la educación– valora la puesta en marcha del Plan Nacional de Alfabetización que las provincias acompañan con planes jurisdiccionales y considera que un paso más es una “mayor articulación” para compensar dificultades en matemáticas y en lectocomprensión. Resaltó que los datos que generan tienen utilidad para las políticas públicas ya que permiten reevaluar sus estrategias y recursos.

En el caso del Cippec, por ejemplo, trabajan junto a varias provincias en un sistema de alerta temprana reducir la deserción. “Es un seguimiento inteligente de la trayectoria de los estudiantes –explica Torre –. Quienes repiten tienen más probabilidad de abandonar, también quienes provienen de hogares con bajo nivel educativo, quienes trabajan o son padres o madres adolescentes. Este es un ejemplo virtuoso en el que la información está puesto al servicio de las estrategias educativas”.

En los rendimientos educativos, remarcan los expertos, hay desigualdades geográficas, económicas e incluso de género. “Uno de los principales mecanismos de desigualdad transgeneracional se apoya en el eje educación-trabajo –aporta Torre –. La desventaja se perpetúa en el mundo del trabajo, aquellos con credenciales educativas de menor calidad acceden a empleos menos calificados. Incluso los proyectos personales en esos segmentos en el secundario están relacionados con su nivel socioeconómico, piensan en ‘changas’, en lo informal. Los de clases más acomodadas tienen otra perspectiva”.

“Desde la educación temprana, la población más vulnerable tiene menores oportunidades para el desarrollo del capital humano. El acceso a la educación en la primera infancia y a los servicios de atención a la salud muestra una brecha amplia en función de la situación socioeconómica de cada hogar. Mientras la mitad de los niños menores de 4 años en los hogares urbanos del quintil más rico asistía a la escuela en 2023, solo asistía una cuarta parte de los niños de los hogares urbanos del quintil más bajo. Si bien mejoró el acceso a la educación en la primera infancia en los últimos años, existen fuertes heterogeneidades entre provincias”, señala el estudio “Las trampas de la pobreza” que el Banco Mundial realizó sobre la Argentina.

Articulación público-privada

“Ningún país sabe efectivamente qué será en cinco años, pero sí hay aspectos que se saben que hay que mejorar: hay que impactar en una franja importante de la población con la educación. Los países nórdicos lograron eso, equidad”, plantea Hugo Juri, exministro de Educación de la Nación y exrector de la Universidad Nacional de Córdoba. Enfatiza que “hay que apuntar al todo, avanzar en educación popular y llegar a la población con propuestas innovadoras, con cursos cortos”.

Propone, además del sistema de créditos, “olvidarse de los ensamblajes clásicos y avanzar a otros esquemas, acuerdos con empresas para dar el conocimiento y la competencia necesaria para el desarrollo pero siempre apoyados con los otros valores de la educación. Lo técnico solo no alcanza, los grandes centros de enseñanza son hubs catalizadores de talentos para discutir cuestiones de fondo”.

Miembro de la Academia Nacional de Educación y líder de Nueva Educación, Alberto Taquini ratifica que “en la productividad lo esencial es el empoderamiento de la persona. Hoy mejor que instruir es formar un aprendiz. Hay que habilitar nuevas formas de aprendizaje, acreditación y certificación. Por ahora el monopolio de los títulos condiciona gran parte del modelo educativo, hay que desregular y aceptar acreditaciones equivalentes efectuadas por entes o grupos que tengan credibilidad pública”.

Está convencido de que a los 14 años un adolescente “debe convertirse en aprendiz, una condición que habilita a múltiples caminos posteriores, desde una tecnicatura a una carrera superior. Es el aprendizaje de actividades y conocimientos adecuados para ganar valor, entonces tendrá recursos para el aparato laboral. Hay que diseñar muchas tecnicaturas, habilidades hechas carrera”.

La Secretaría de Educación comparte que las universidades y los profesorados cumplen un papel esencial: “El reordenamiento del gasto, y la gestión del nivel superior buscan convertirlos en espacios de formación profesional, innovación e investigación aplicada, comprometidos con el desarrollo productivo nacional bajo la máxima transparencia y auditorias claras en el uso de los recursos públicos”.

Una experiencia de articulación que los expertos rescatan y catalogan de replicable en el país es la de Córdoba Mejora, una fundación nacida hace 15 años en esa ciudad de la mano de empresarios que apuestan a la educación apoyando a docentes y directivos de escuelas y a los estudiantes a través del programa “Enlazar” que conecta alumnos, docentes y empleadores. La institución, incluso busca compañías para que los jóvenes puedan tener una experiencia laboral.

Su presidenta, Natalia Buttigliengo, precisa: “La energía de los privados logra escalabilidad a través del Estado. Firmamos convenios con Educación de la provincia y trabajamos en conjunto. La educación es la banca de inversión de un país, es la clave para el desarrollo sostenible y la competitividad. Los empresarios no solo deben generar empleo sino oportunidades, puntos de encuentro entre vocación y productividad, entre formación e innovación. No hablamos de asistencia sino de inversión social, de integración. Es una espiral cuando ese compromiso deja de ser individual, ahí se produce la transformación”.

En la búsqueda de fomentar propuestas educativas cortas, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cuenta con la Agencia de Habilidades de Educación. Su titular, Gustavo Álvarez detalla que cuentan con alternativas “para fortalecer las habilidades para la vida (‘blandas’) que necesitan jóvenes y adultos en proceso de reconversión; otras para el desarrollo de habilidades financieras y 680 propuestas profesionales. Todo cruzado con programas para desarrollo de habilidades digitales y de inglés, siempre sin costo”.

Aunque la agencia está focalizada en mayores de 18 años, realiza “acompañamientos” desde el quinto año de la secundaria con talleres de inducción al mundo del trabajo. Para los mayores están los centros de formación profesional, no formal y 150 institutos técnicos para capacitaciones laborales y trayectos profesionalizantes, además de una academia tecnológica.

“Realizamos convenios de formación con gremios para habilitar capacitaciones en oficios y generamos pasarelas educativas para que, en el menor tiempo posible, las personas adquieran credenciales y tengan continuidad educativa”, añade.

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