Los argentinos que emprenden en el país más importante del este de África

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Alrededor de medio centenar de argentinos vive en Kenia, la economía más importante de África Oriental. La mayoría trabaja en organismos internacionales y empresas, pero varios son emprendedores. La capital del país, Nairobi (donde viven algo más de 4 millones de habitantes) es el centro de operaciones de las Naciones Unidas en ese continente, por lo que hay personas de todo el mundo. El campo es el principal sector económico del país, que este año crecerá alrededor de 5%.

Justo Casal y Zaina  son los dueños de Merging Mundos en Kenia.

Justo Casal vive hace 25 años en el país y, desde 2010, se dedica a los negocios. Argentino, hijo de un diplomático de carrera, llegó por esa razón al país. Es fundador, junto a su mujer keniana Zaina, de Merging Mundos, una compañía que tiene una agencia de viajes y también realiza conexiones entre África y negocios para los sectores agropecuario y tecnológicos de otros países. “Aquí hay 42 etnias y cada una funciona como un país diferente -cuenta a LA NACION-. Los idiomas, las costumbres y los estilos de vida varían de una a otra. Las tres principales son las de los bantúes, los nilóticos y los cushitas. Nairobi tiene gente de todos los lugares del mundo. La economía crece, pero todavía la pobreza y la desigualdad son desafíos muy importantes”.

Casal, quien también vivió en Estados Unidos, al regresar a Kenia trabajó en periodismo y relaciones internacionales: “Logré balancear las dos áreas que me permitieron entender a África, con sus problemas y sus virtudes. Será la educación la que lleve a la población a su próximo nivel. Son muy creyentes, están siempre rezado a su dios. Es importante conocerlos para poder trabajar con ellos. Hace 15 años me reinventé y me dediqué a los negocios; empecé por representar empresas argentinas del agro, abriendo mercados en este continente, convencido de que podemos hacer transferencia de tecnología”.

El puerto keniano de Mombasa, en la costa del Océano Índico, es la puerta de entrada a África Oriental para países como Uganda, Ruanda y Burundi; es clave para el comercio de productos derivados del petróleo, manufacturas y maquinaria. Kenia integra varios bloques comerciales regionales e internacionales, como la Comunidad de África Oriental (CAO), el Mercado Común del África Oriental y Meridional (Comesa) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Edgar Ramírez es un ingeniero agrónomo que busca consolidar el proyecto de silobolsas en África

El ingeniero agrónomo Edgard Ramírez -con experiencia de trabajo en Ghana, en 2018, y en Guinea, en 2019- está involucrado, junto a Casal, en el “proyecto silobolsas” como sistema de acopio. “Es una iniciativa más simple, con menos actores, más modular y fácil de replicar. El resto de las herramientas pueden entrar después -indica-. El este africano está más desarrollado, hay campos con agricultura, pero falta conocimiento y hay condiciones climáticas que complican. Hay lugares donde hay que cosechar en húmedo, falta mecanización, hay insectos y roedores. Hay una gran oportunidad para brindar soluciones a los productores y Kenia es una buena puerta de entrada”.

Detalla que la mayoría de las producciones son minifundios y hay mucha economía de subsistencia. “La clave es generar el círculo virtuoso de la producción y mejorar el proceso -continúa Ramírez-. El abanico sobre el que se puede actuar es muy amplio; hay productores que trabajan bien y están viendo la posibilidad de comerciar a través de acopio o la distribución. A los más chicos hay que incentivarlos a organizarse en cooperativas, por ejemplo. No se trata sólo de sumar un tractor o una cosechadora, sino de organización. Hay experiencias en la Argentina que se pueden extrapolar. Hace falta el empresario que se arriesgue, si hay que esperar que los locales africanos compren, es más complejo”.

Casal ratifica que alrededor del 60% de la producción de maíz se pierde en la post cosecha porque no hay secadoras; guardan los granos en bolsas de 90 kilos que se arruinan por la humedad o por las ratas, cuenta. “Es cierto que con el tiempo se va mejorando, pero no tanto. En el sector del agro hay posibilidades de negocios; ya están operando empresas turcas y chinas con maquinaria más chica”, complementa.

Kenia es la economía número 66 del mundo por volumen de PBI. En lo que hace a los negocios, ocupa el puerto 56 de los 190 que conforman el ranking Doing Business.

Segmento de los expatriados

El PBI per cápita (un indicador del nivel de vida) en Kenia es de US$2205, lo que deja al país en la parte baja de la tabla mundial, en el puesto 152 de 196. Según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que elabora las Naciones Unidas, el nivel de vida de los kenianos es de “mala calidad”.

La mendocina María Emilia Medina y su marido británico-keniano Iván West son dueños de la importadora de vinos argentinos Solovino. Ella hace 16 años que vive en Kenia. Licenciada en logística, llegó a trabajar en una empresa suiza en el puerto de Mombasa. Empezaron a importar vinos hace siete años: “En el inicio era solo una línea, pero fuimos creciendo, la empresa ya está establecida, tenemos empleados. Comercializamos directamente al cliente, a toda la industria turística del safari, a hoteles y a restaurantes. El concepto virtual nos salvó en la pandemia, fue un boom. Empezamos con un contenedor al año y estamos en unas 180.000 botellas anuales, unos 20 contenedores”.

La mendocina María Emilia Medina y su marido británico-keniano Iván West son dueños de la importadora de vinos argentinos Solovino

Medina asegura que al convertirse en emprendedora se arriesgó mucho. “Los contratos de los expatriados son de buenos sueldos, tener una empresa propia es otra cosa. Kenia es un país complejo, muy burocrático. En los últimos 24 meses subieron las cargas a los importadores, las operaciones se hacen complicadas en lo financiero”, describe.

Luis Telles dejó su Córdoba natal hace 40 años, cuando sus padres se mudaron a Bolivia. Licenciado en Administración de Empresas, llegó hace 13 años a Nairobi con su entonces mujer, quien trabaja para Naciones Unidas, de donde también él fue empleado un tiempo. Fanático de los asados, en 2016 un amigo ecuatoriano le sugirió que hiciera de esa habilidad un emprendimiento. Empezó asando un cerdo a la cruz para la comunidad latina. “El hobby creció como una bola de nieve. Se sumaron kenianos y expatriados -cuenta-. No podía trabajar de manera informal, así que tramité un permiso de trabajo G para inversor o consultor; hice la inscripción de ‘Made by Lucho’. El talón de Aquiles es siempre el depósito que hay que tener en la cuenta; en ese entonces era de US$100.000 y ahora es de US$250.000. Esa es una restricción, no cualquiera puede establecer un negocio acá”.

Luis Telles es dueño de

El emprendimiento avanzó, hoy cuenta con equipos para realizar asados en tres reuniones a la vez y trabaja con 16 empleados locales. “Los capacité, porque un problema es que la mayoría no está calificado para arrancar. Con el Covid se paró todo y por ese período vendí carne por kilo para generar ingresos”, precisa Telles.

La carne es keniana, porque, por los aranceles, la importada es muy costosa. “Los impuestos multiplican hasta cuatro veces su precio”, se queja. Aplica los cortes argentinos, pero con la nomenclatura inglesa, “que es la que conocen”. Y agrega: “En los asados, las presentaciones son con mesas bufetes, de una manera elegante. Es a lo que están acostumbrados y me adapté. Aunque, como diceFrancis Mallmann, el manejo de los fuegos es el espíritu del asado”.

Las empresas que operan en Kenia están sujetas a varios impuestos federales, el principal es el de la Renta Corporativa, con una alícuota base del 30%. En las Zonas de Procesamiento de Exportaciones las firmas se benefician de exenciones fiscales corporativas por un período inicial de una década (aunque el plazo está sujeto a cambios legislativos). La alícuota estándar del IVA es de 16%.

Catas de vinos en Nairobi

Los extranjeros pueden ser titulares de empresas en Kenia. La forma más común de operar es establecer una Sociedad de Responsabilidad Limitada o bien registrar una sucursal de su compañía matriz, aunque en ese caso la alícuota para la Renta Corporativa es de 37,5%. Si el propietario extranjero desea trabajar físicamente en Kenia, debe solicitar los permisos y visas de trabajo correspondientes (por ejemplo, un Permiso de Categoría A o C, dependiendo de la función).

La abogada especialista en derechos humanos Laura Tarbuch llegó por primera vez a Kenia cuando tenía 30 años para trabajar para ONU Habitat. Fue en esa oportunidad cuando conoció a quien es su marido, Simon van der Burg. Volvió a la Argentina, pero regresó y ya lleva una década como residente. Ella se sumó a Florpura, donde producen rosas. Kenia es uno de los orígenes de rosas más importantes del mundo, y exporta principalmente a la Unión Europea.

“Vivimos en varios lugares del país -relata-. Incluso nos fuimos un tiempo a la Argentina. Compramos un campo de rosas en la zona rural. Es más flexible para invertir que Europa, abre las puertas a la inversión. Damos trabajo a 200 personas en un pueblo aislado que hoy tiene negocios, conexiones de agua”.

Merging Mundos Safaris es la agencia de viajes de Casal, y el 80% de sus clientes son de Latinoamérica. “Ofrecemos experiencias, contamos la historia, las características de los lugares que recorremos -apunta el argentino-. Desde Etiopía hasta Sudáfrica, ofrecemos experiencias. Trabajamos con las comunidades, ayudamos a las escuelas y construimos pozos de agua”. Incluso replicó la experiencia de los Espartanos, el equipo de rugby y fundación argentino que utilizan el deporte como herramienta de reinserción social.

Brechas sociales

El salario básico para trabajos no calificados ronda los US$120 mensuales; un mozo puede llegar a los US$200. “La mitad de la población vive con US$1 o US$2 por día, dice Casal, y completa: “La alimentación es a base de frijoles, verduras, frutas y algo de cordero. Hay mucha informalidad. La brecha con la vida de los expatriados es muy importante”.

Los argentinos que conversaron con LA NACION definen a Nairobi como una ciudad “muy costosa”, sea para alquilar, para comer o para contratar servicios de educación y de salud. Un alquiler varía entre los US$2500 y los US$3000 (un keniano paga US$80 por un cuarto, por ejemplo) y un colegio internacional ronda los US$7500 por trimestre.

Casal y su empresa buscan ser un puente entre la Argentina y África.

Además de su empresa, Tarbuch y su marido están abriendo un lugar para chicos con parálisis mental y un refugio para niños. “Aquí no hay prácticamente ayuda para quienes tienen discapacidad: es muy poca y de difícil acceso”, cierra.

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