River en un laberinto: Marcelo Gallardo no se engaña y asume las decepciones

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Anudado. Así anda River, sin poder soltarse, sin poder liberar su juego para fluir libremente. El equipo no puede llenarse de esa confianza que aportan los buenos momentos, que han sido escasos en estos cuatro meses. Los goles perdidos se acumulan, los desarrollos de los partidos se repiten aunque cambien los rivales, los niveles individuales no repuntan, y el engranaje colectivo no se sostiene, más allá de algunos destellos. Con solo siete triunfos y 15 goles en los 17 partidos del año, el hincha volvió a despedir con silbidos al plantel en el Monumental tras el 1-1 con Talleres que decretó el cuarto empate consecutivo en el Torneo Apertura. Y aunque el foco del enojo se centra en los jugadores por el acumulado de los últimos años, hoy hasta el emblema Marcelo Gallardo recibe algunos cuestionamientos en un segundo ciclo en el que aún no pudo inyectarle su ADN al equipo. Todo un síntoma.

“Gallardo es de River, de River de verdad”, clamó el Monumental en el recibimiento del domingo, tras el clásico “Muñeco, Muñeco” que retumba desde las cuatro tribunas del estadio en cada partido. Es natural: la figura del DT más ganador de la historia con 14 títulos y hasta una estatua en la puerta del club es el gran sostén de este momento. Toda una vida en el club y ocho años gloriosos entre 2014 y 2022 lo presentan como el entrenador más capacitado para sentarse en el banco.

Y por eso tiene una enorme espalda con los hinchas, que hoy apuntan más a los jugadores, silbados en la antesala y en el cierre. Pero que el entrenador que cambió la historia moderna de River tenga críticas futbolísticas encima, que ya reciba algunas balas por sus decisiones que antes le pasaban por al lado… es inesperado. Pero esa también es su propia vara. La que él mismo estableció.

Otro empate, otra salida en falso

“¿Cómo no les van a afectar los silbidos a los jugadores? Somos seres humanos. Después está la capacidad de sortearlo. La pelota puede entrar o no, pero no vamos a dejar de intentar. No nos vamos a esconder. Jugar en River es un privilegio, pero tenés que aceptar la exigencia y sortear esos momentos de reprobación, eso es parte de jugar en River. Yo conocí esas exigencias, hay que aceptarlo, si no te pasa de largo esto”, dijo Gallardo en la conferencia de prensa, más de una hora después del cierre del partido.

El entrenador millonario estuvo cerca de no acudir a los micrófonos, tal como ocurrió tras el 1-1 con Sarmiento, en Junín. ¿Por qué? “Estaba dudando si venía o no venía para hablar de lo mismo. Dije: ‘Bueno, voy a tratar de ir y hacerla corta’. No tengo mucho más para decir que esto”, explicó y aceptó una última –cuarta– pregunta. Otro reflejo del presente.

El cabezazo goleador de Borja, (casi) lo único rescatable

En los últimos dos mercados de pases, River invirtió más de 50 millones de dólares e incorporó doce jugadores tras el regreso de Gallardo. Prácticamente un equipo nuevo. Y eso también sube la vara de la exigencia, reparte responsabilidades y presenta un escenario de enorme expectativa, con la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes en resaltador en el calendario.

El entrenador lo sabe: “Hay expectativas sobre los jugadores y no está mal. Es producto de la categoría del plantel. Hay que intentar imponerse. Estamos haciendo méritos. Hasta ahora estamos en un nivel medio. Es un equipo que no ha podido atravesar esa barrera que se generó”.

El Muñeco también está en el ojo de la tormenta

Por otro lado, para entender parte de este impensado escenario con reprobaciones hay que retrotraerse en el tiempo. Porque la historia tiene su arrastre. Ya pasaron 21 meses de aquel River de Martín Demichelis que se consagró campeón de la Liga Profesional en julio de 2023 con cuatro fechas de ventaja y un fútbol de alto vuelo.

A partir de ese momento, y con los rápidos golpazos en la Copa Argentina y la Copa Libertadores, el equipo nunca volvió a un nivel similar. Tuvo buenos partidos, momentos aislados, pero jamás encontró regularidad, al punto tal que desde ese título sólo se quedó con el Trofeo de Campeones en el cierre de 2023 y la Supercopa Argentina en el comienzo de 2024, dos torneos de partido único.

Ni siquiera con el regreso de Gallardo encaminó aún su rumbo tras más de ocho meses. Sumado a eso, el último año del Muñeco tampoco había sido positivo: 2022 fue su única temporada completa sin títulos, con un juego muy irregular.

Este año, el quiebre fue la caída con Talleres en la Supercopa Internacional del 5 de marzo, en Asunción. Luego de esa derrota por penales, el hincha se cansó: hoy Manuel Lanzini parece ser el foco de la reprobación, pero el domingo también fue silbado Miguel Ángel Borja, y semanas atrás fueron apuntados Maximiliano Meza, Federico Gattoni, Leandro González Pirez y Santiago Simón, entre otros.

Los históricos, los campeones de la Copa Libertadores y los jóvenes, quedaron al margen de la bronca del hincha. Con lesiones a cuestas –Paulo Díaz se desgarró y el plantel acumula 12 problemas musculares en el año– y rendimientos que no se sostienen, solamente Franco Armani, Gonzalo Montiel y Franco Mastantuono parecen haberse consolidado en el equipo titular por su nivel sostenido.

“El análisis es claro: generamos expectativa como un equipo que puede producir más de lo que produce y no concreta lo que produce, y ahí nos está faltando. Es algo reiterativo en esta seguidilla de partidos: sin goles no podés ganar. Jugamos mejor que los rivales y generamos situaciones, pero no concretamos”, agregó el DT. “La llegada del gol nos daría tranquilidad, confianza para los futbolistas y una porción de esa necesidad de no tener que alborotarse a la hora de ir en la búsqueda permanente. Sería el reconocimiento de que lo bueno que hacés da fruto: si no hacés nada para ganar estaríamos preocupados, pero se hacen los méritos y no lo estamos traduciendo en la expectativa que todos tenemos. No podemos caer en la decepción”, amplió Gallardo.

Así está River, intentando no caer en la decepción colectiva. El Muñeco asume su rol de líder protector y se hace cargo de que el equipo por ahora no cumple sus expectativas, pero también baja un mensaje optimista: necesita destrabar la cabeza con los goles que se pierde. En parte, los números sostienen ese discurso porque su equipo lidera diversas estadísticas en el Torneo Apertura: es el equipo con más ocasiones claras (y más falladas), más tiros a palos (8), más posesión (67%) y más tiros y tiros a puerta por partido (16,5 y 5,2) y el segundo que menos goles recibe (8). Pero todas las frías estadísticas no exponen el caliente momento de un equipo que no reacciona. Y la paciencia, lejos de crecer, disminuye.

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