“Te pido que publiques sin nombre, porque estamos muy asustados”. Eso es lo primero que dice a LA NACION una alumna argentina de Harvard, en un pedido explícito por mantener el anonimato. “Ni siquiera quiero hablar en off the record, prefiero no arriesgarme”, menciona otro argentino que estudia la misma universidad, en un reflejo del temor reinante en estos días de altísima tensión entre el gobierno de Donald Trump y la prestigiosa institución de Massachusetts.
La administración Trump intensificó en las últimas semanas su batalla contra la educación superior de élite, en particular contra algunas de las universidades más prestigiosas -que integran la llamada Ivy League- por las protestas en sus campus a favor de la causa palestina, a raíz de la guerra en Gaza, y otras banderas que van en contra de la guerra cultural de la Casa Blanca, como los programas de diversidad, equidad e inclusión.
Trump amenazó con retirar la financiación federal a esas instituciones, en lo que los defensores de los derechos califican como ataques a la libertades de expresión y académica. Y con Harvard ya avanzó: congeló el envío de 2200 millones de dólares en subvenciones, pidió retirarle el estatus de exención de impuestos y amenazó con revocar la capacidad de la universidad para matricular estudiantes internacionales. En la universidad ubicada en Boston, los alumnos internacionales constituyen el 27% del campus.
“Es difícil estar en un país donde sentís que hay cada vez más animosidad y discrecionalidad con los extranjeros”, afirma Manuel, un estudiante de Harvard, en diálogo con LA NACION, y prefiere resguardar su apellido. “Por ahora escuchamos casos de cancelación de visa de estudiantes de otras regiones o demografías. Hay alerta”, dice, después de que se conocieran más de cien casos de alumnos internacionales a los que se les dio de baja su estatus legal.
Además, indica que, por ejemplo, algunos de sus compañeros están tomando medidas de precaución como la cancelación de los viajes internacionales, “por miedo a ser interceptados a la vuelta en migraciones”.
DHS is announcing the cancelation of two grants totaling over $2.7 million to Harvard University.
With anti-American, pro-Hamas ideology poisoning its campus and classrooms, Harvard is unfit to be entrusted with taxpayer dollars.
With a $53.2 billion endowment, Harvard can fund… pic.twitter.com/vP9DW0I08s
— Homeland Security (@DHSgov) April 17, 2025
El gobierno norteamericano anunció este viernes que solicitó los registros de Harvard sobre financiación extranjera, que se remontan a una década y sobre algunos vínculos extranjeros, luego de que la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, declarara esta semana que la institución promueve una “ideología antiestadounidense y pro-Hamas”.
Entre la información que buscan las agencias federales se encuentran los registros relacionados con los estudiantes extranjeros expulsados, las investigaciones realizadas por aquellos que fueron expulsados y una lista de investigadores visitantes, estudiantes y profesores que tengan relación con gobiernos extranjeros.
Días antes, el gobierno federal le había exigido a la institución -igual que a otras universidades- la implementación de una serie de medidas, entre ellas, una “auditoría ideológica” de opiniones emitidas por estudiantes y profesores, y amenazó con suspender los fondos federales si no se cumplían. Pero el presidente de Harvard, Alan Garber, rechazó esas demandas.
“Ningún gobierno, sea cual sea el partido en el poder, debe dictar a las universidades privadas lo que deben enseñar, a quién pueden contratar o sobre qué temas pueden investigar”, afirmó en una carta dirigida a estudiantes y profesores. Entonces, comenzó la embestida de la Casa Blanca, que incluyó agresiones directas de parte de Trump.
El magnate dijo que Harvard es un “chiste” y que enseñaba “odio y estupidez” por lo que “ya no debería recibir fondos federales”, algo que comenzó a concretarse. Agregó que la institución “debería disculparse” y “perder su exención fiscal”, al acusarla de actuar como una “entidad política”, al promover lo que calificó como una “locura ideológica inspirada en el terrorismo”.
“Harvard demostró ser autónoma y su excelencia sigue igual, aunque aumente el ruido en la situación política y económica de Estados Unidos”, indica Bautista, un argentino que desembarcará en Harvard al comienzo del próximo semestre educativo.
“Creo que Estados Unidos estaría entrando en una etapa de control profesional, de educación, de personas y de diversidad que es incompatible con la libertad que siempre caracterizó a ese país”, dice una argentina que ingresará en septiembre de este año a la Universidad de Columbia, que también entró en la mira de Trump, y que cedió ante algunas de las demandas para evitar el recorte en su financiación.
La institución, ubicada en Nueva York, anunció reformas profundas en respuesta a las presiones de Washington, lo que ha sido interpretado por algunos sectores como una capitulación frente al gobierno de Trump. No obstante, el martes, la institución aclaró que rechazará cualquier acuerdo que comprometa su independencia académica.
El gobierno republicano también congeló o canceló parte el financiamiento de universidades como Princeton, Brown, la Universidad de Pensilvania, Cornell y Northwestern.
“Ese escenario tendría peligrosas semejanzas con el macartismo de los años 50″, dice la joven, que también prefiere resguardar su nombre antes de llegar a Estados Unidos.
“Harvard puede no depender de la ayuda económica del gobierno federal. En cambio Columbia sí necesita de los fondos, por lo que decidió sentarse a dialogar con el gobierno para continuar con el financiamiento”, indica Augusto Agazzi, estudiante de un MBA en Columbia y coordinador general de Masters Argentina, una organización que conecta estudiantes argentinos de posgrado que se encuentran alrededor del mundo.
“Columbia tiene aproximadamente el 20% de su presupuesto basado en aportes federales, lo que es un número considerable”, explica otro alumno argentino de la universidad que está próximo a terminar su maestría de negocios, al respaldar la decisión de sus autoridades.
Las becas, en un limbo
Los estudiantes argentinos que obtuvieron becas Fulbright, otorgadas por Washington en asociación con más de 160 países para estudios de grado y posgrado en Estados Unidos, también viven con tensión e incertidumbre la ofensiva de Trump contra las universidades, pero también la política de ajustes liderada por el empresario Elon Musk.
En febrero, el Departamento de Estado pausó temporalmente el gasto para revisar sus programas, incluidos Fulbright, Gilman y becas de Idiomas Críticos, según la Asociación Nacional de Asesores de Estudiantes Internacionales (Nafsa, por sus siglas en inglés). Desde entonces, académicos y organizaciones denuncian que los fondos se detuvieron o entraron en un limbo, aunque no hay información oficial.
“No regresaré a la Argentina de vacaciones durante esos dos años de programa ni planeo salir de Estados Unidos porque me preocupa no poder reingresar, independientemente de mi buen comportamiento”, dice a LA NACION una argentina que obtuvo una de estas becas para estudiantes destacados.
La velocidad y el alcance de las medidas del gobierno federal para revocar el estatus legal de los estudiantes internacionales y condicionar a aquellos que planean ingresar al país pronto tomó por sorpresa a todas las universidades.
En los últimos días, los medios estadounidenses reflejaron las historias de muchos alumnos extranjeros que se encuentran vaciando sus perfiles de redes sociales por temor a tener algún tipo de contenido que parecería inofensivo pero que podría ser motivo de persecución.
“Lo más difícil es la discusión interna filosófica acerca de qué persona soy y qué persona estoy dispuesta a ser o aparentar ser para poder pasar un requisito administrativo, que bajo ningún punto de vista pone en riesgo ni a mi país ni a los Estados Unidos”, agrega.
“Es ir a vivir un sueño con miedo, mucha precaución y cuidado”, se lamenta otra alumna que también consiguió una de estas becas y se alista a viajar en los próximos meses.