El palacio europeo del 1800 que se convirtió en un hotel de lujo con las suites más grandes de la ciudad

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La entrada está situada en un antiguo paso de carruajes -con techos de 7 metros de altura- que anticipa el encanto de época de esta propiedad del Siglo XIX. La fabulosa puerta de madera tallada (que ha sido decapada para recuperar su color original) habla de la nobleza del edificio, y custodiada por la figura del dios Hermes -protector de viajeros y comerciantes- evoca a la mitología. Si estas paredes hablaran, contarían visitas ilustres, intrigas e historias palaciegas. Este castillo urbano centenario perteneció a Nemesio Sancha, un alto funcionario del Ministerio de Ultramar y caballero de la Orden de Carlos III.

El cartel de neón en la marquesina que dice CoolRooms en un rojo vibrante marca el contraste y la convivencia entre pasado y presente que determina la unicidad de este hospedaje. Para convertir esta construcción de 1852 en un hotel de lujo, el foco fue conservar la esencia de sus habitaciones. Inmensas, como se utilizaban en aquel entonces. Estamos en pleno barrio de Las Letras –donde vivieron los grandes escritores del Siglo de Oro de la literatura española- que hoy se erige como el más cooltural de la capital. Tradición e innovación se funden en este distrito que tiene a este nuevo hotel patrimonial de 4.800 m2 como bastión de la fusión.

La fachada del hotel CoolRoom Palacio de Atocha, en Madrid

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El cartel de neón en la marquesina de CoolRooms Palacio de Atocha resalta el contraste entre la historia del edificio y su moderna propuesta hotelera

La conquista de la historia y del espacio

La rehabilitación de la propiedad estuvo a cargo de un equipo multidisciplinario. La reforma conjuga el trabajo de varias manos: la rigurosa sensibilidad del estudio de arquitectura Antana, la fluidez estilística en el interiorismo de Proyecto Singular y la precisión poética en la iluminación de María Covarrubias. “Nuestros hoteles en edificios singulares y en entornos culturalmente activos ofrecen una experiencia memorable, que eleva el arte de viajar”, sostiene Miguel Ardid, CEO de CoolRooms.

Para Ardid de eso se trata el éxito de una propiedad hotelera: brindar una vivencia inolvidable. Diplomado en hostelería en Suiza y en Estados Unidos, su visión comercial sobre el negocio se gesta en el Grupo Didra, empresa familiar especializada en el sector inmobiliario que desde 1987 se enfoca en adquirir y reformar edificios para ceder su explotación a firmas hoteleras de la talla de NH, Hilton o Marriot, entre otras.

El patio interno de CoolRooms Palacio de Atocha cuenta con una pileta y un sector gastronómicoLa otra vista de la piscina del hotel en Madrid

Esta construcción ha sido testigo del discurrir del tiempo y la aparición del lujo en Madrid, como muestran las columnas de hierro fundido en la planta principal que datan sobre la vanguardia artística del momento de su nacimiento. Lo mismo la fuente de granito original, que recuerda a la llegada del agua corriente. “Nos dedicamos a la rehabilitación de edificios emblemáticos para su posterior transformación en alojamientos exclusivos. En el caso de este palacio nos enamoramos de su impresionante patio con jardín: un refugio de paz en plena Calle Atocha”, sintetiza Ardid. Tal es así que anteriormente alojó una ermita y un convento, siempre supo ser un espacio donde replegarse. De vocación estética: también fue una escuela de danzas.

Hoy, sus 34 habitaciones recogen el charme palaciego y su pasado de santuario metropolitano para fundirse en un distinguido diseño contemporáneo. Con la modernidad justa para actualizar su arquitectura y estilismo, resaltando siempre los saberes de su entrada edad. Uno de ellos, sino el más importante, es la dimensión de las habitaciones. Verdaderas conquistas del espacio.

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CoolRooms Palacio de Atocha dispone de suites desproporcionadas para la hotelería de hoy, que ofrecen un tamaño único en Madrid que va hasta 104 m². Lo mismo sucede con el baño, majestuoso, para que el momento del aseo sea verdaderamente un spa. Una rutina de autocuidado. Una pausa de relax.

El barrio de antes que también es el de ahora

Su ubicación es cercana a la Estación Atocha del ferrocarril y el barrio de Las Letras que lo acoge es tan tradicional como de tendencia. Se localiza próximo al Museo del Prado, la Plaza Mayor, la Gran Vía, el Parque del Retiro. Y hay otros hits culturales muy vecinos: a 100 m de la Sociedad Cervantina, donde se imprimió la primera edición de Don Quijote, a 400 metros de la Casa Museo Lope de Vega. Sí, sus calles y plazas quedaron plasmadas en fragmentos de grandes obras literarias y fueron transitadas por Miguel de Cervantes, Lope de Vega y, más tarde, por el dramaturgo Ramón María del Valle Inclán.

De esta forma, este rincón de la ciudad que se ha consolidado como un reducto cultural le otorga unas coordenadas tan céntricas como intelectuales. Pertenece al barrio de Cortes y alberga algunos de los lugares más visitados de la capital, como Cibeles, la Fuente de Neptuno y el Triángulo del Arte.

En las zonas aledañas aguarda la riqueza multicultural y castiza de Lavapiés, con bares y restaurantes internacionales. El dinamismo del alternativo Malasaña, lleno de terrazas, plazas, teatros, iglesias y monumentos. La inclusión y la actitud desenfadada de Chueca o la agitación estimulante de Huertas, con una de las mejores ofertas de restauración de la ciudad.

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Clásico y contemporáneo

El punto de partida para los arquitectos de Antana que realizaron la rehabilitación fue conservar el patrimonio histórico de la antigua propiedad del marqués. Las generosas proporciones y los altísimos techos remiten a sensaciones palaciegas que fueron destacadas por los interioristas de Proyecto Singular. “La arquitectura neoclásica se respetó profundamente durante todo el proceso de construcción y presentó un desafío considerable al intentar crear un número viable de habitaciones».

La escalera principal, protegida como bien cultural, mantiene su estructura originalJunto a la pileta del patio hay una propuesta gastronómica que invita al interior de esta construcción recuperada

Sin embargo, lo que podría haber limitado el resultado terminó enriqueciéndolo. Una habitación de hotel estándar tiene 30 metros cuadrados; en contraste, el tamaño promedio de las habitaciones de este proyecto es de unos increíbles 80 metros cuadrados y algunas llegan a 134 m². “Cada una de ellas se siente como un segundo hogar y está repleta de detalles personalizados”, expresan desde el estudio que tiene un prolífico portfolio en hotelería y gastronomía en España, con obras premiadas. “La escalera central es un bien cultural protegido. Simplemente añadimos una sutil estructura lacada en blanco con discretas bombillas para darle un ambiente acogedor. El patio, con su piscina enclavada en la exuberante vegetación, es un oasis escondido en el centro de Madrid donde los huéspedes pueden relajarse en un entorno exquisito”.

Así, el exterior es un lugar tan cálido como luminoso, para estar todo el año. Abierto en verano y aislado en los meses fríos por una estructura de cristal en un jardín de invierno. Un remanso donde tomar un desayuno que va en este camino de ofrecer al cliente cultura. Hasta el menú comienza con una cita del poeta Antonio Machado: “La mañana trae consigo el aroma del café madrileño que se despliega como un verso suave y reconfortante”.

La recepción combina elementos originales del siglo XIX con un diseño contemporáneo

La luz natural baña Palacio de Atocha, que incluye como parte de su alma el luminario de María Covarrubias, quien ya desarrolló iluminación a medida para el Palacio Santo Mauro Hotel, una de las casas nobles más prestigiosas de Madrid que fue la mansión de un duque, amigo de los reyes. Entre los clientes de la diseñadora se encuentran hoteles que integran The Luxury Collection y Relais & Chateaux, así como distinguidos museos como el espectacular Thyssen Bornemisza y propiedades particulares de Toledo o Sevilla. En esta ocasión, para CoolRooms Palacio de Atocha sorprende con una emotividad propia de un director de fotografía, con una instalación de luz vertical en la escalera principal, lámparas de un azul verdoso integradas en el paisajismo del jardín y focos a modo de racimo que cuelgan en los salones históricos.

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El estudio del fotógrafo y el estudio del pintor

Las habitaciones tienen entre 34 y 104m2, y dos estilos bien marcados. Las de la primera planta lucen un carácter masculino e industrial –tipo loft– y están dotadas de cuartos de baño en microcemento y cerrajerías de hierro en bruto. Por su parte, las de la segunda planta son más clásicas, con cuartos de baño sobrios en blanco y negro.

Las habitaciones conservan la arquitectura original del siglo XIX con techos altos y detalles de época, combinados con un diseño contemporáneoLos baños fueron diseñados con materiales como mármol y microcemento, y detalles de lujo que recuerdan la elegancia clásica del hotelOtro de los baños que ofrece duchaEl diseño de otro de los baños de las habitaciones

Las habitaciones de mayor superficie fueron diseñadas individualmente para proporcionar una experiencia temática ideal para los amantes de la fotografía y la pintura. Con terraza privada sobre los tejados de Madrid y jacuzzi en el exterior, son las favoritas de los viajeros hedonistas. Para disfrutar del cielo madrileño y sus cúpulas. La primera de estas suites fue concebida como el estudio de un fotógrafo, con una colección de cámaras antiguas y una biblioteca especializada. La segunda está dedicada a los artistas plásticos y brinda la magia de un atelier. Los huéspedes tienen a su disposición pinceles y materiales, para sumergirse en una estadía creativa.

Detalles que son joyas

En el interior del hotel se han recreado estampas de las sucesivas épocas de la ciudad, en el lobby y la impactante escalera, donde Nemesio Sancha pidió a sus arquitectos alusiones a su profesión de abogado, empleando decoración con lictores, que para los romanos eran los ministros de justicia. Las ramas de laurel reflejan sus éxitos.

El patio interno resalta la arquitectura original con su juego de luces y sombras

Las recepciones sociales más importantes tenían lugar en el salón de baile, que se destaca por su techo con molduras de varas de abedul unidas por cintas de cuero dorado. Su preciosa sala contigua era usada por los caballeros después de comer, para fumar habanos mientras hablaban de política. Se encuentra perfectamente conservada, con paredes decoradas por papeles pintados a mano, probablemente procedentes de la Real Fábrica madrileña fundada en 1789 y considerados bien de interés cultural.

El frontal de la chimenea está realizado en mármol blanco de Carrara y las molduras doradas son una recreación del estilo Luís XVI que se volvió a poner de moda en aquella época, recuperando su gusto sinuoso y cargado de policromías. Entre los tesoros que han sobrevivido: la espectacular fachada principal de la calle Atocha.

Real Estate hotelero

“En este negocio jugamos con un intangible. Lo que vendemos es tiempo que nuestros clientes pasan con nosotros. Si viven una mala noche en un hotel no hay vuelta atrás. Nuestro trabajo es un reto maravilloso en el que hay que ir por todas: ofrecer buen sueño, buen sonido, buena luz, buena gastronomía y excelentes vibraciones”, explica Ardid. Para el CEO, el éxito de CoolRooms Palacio de Atocha está sin duda en la energía y el espacio.

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La primera se ha logrado proporcionando completa libertad a sus equipos creativos y la segunda diseñando las suites más grandes de la capital. “Esa es nuestra definición del lujo. En España nos hemos acostumbrado a vender turismo barato y el tamaño de nuestras habitaciones es difícil de igualar. Lo mismo sucede con nuestro servicio: mientras todo el mundo se dedica a reducir personal, nosotros abrimos un hotel con un ratio de un trabajador por habitación”, detalla el profesional acostumbrado a pasar 200 noches al año en hoteles por el mundo. Esa obsesión perfeccionista es el mejor control de calidad para que esta propiedad sea un negocio hotelero de una belleza autoral, casi cinematográfica.

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