Noemí Jabois
Markaba (Líbano), 25 may (EFE).- Maryam (nombre ficticio) todavía recuerda cómo cuidó de unos vecinos heridos y cómo pasó semanas sin salir de casa durante las dos décadas de ocupación israelí al sur del Líbano. Este domingo, al cumplirse 25 años de su final, la anciana vive entre ruinas al lado de una colina nuevamente tomada por fuerzas del Estado judío.
El 25 de mayo de 2000, Israel sacó a sus últimas tropas de la franja meridional libanesa donde había mantenido una suerte de administración paralela junto a sus aliados de la milicia cristiana local Ejército del Sur del Líbano, en medio de una guerra de guerrillas con el grupo chií Hizbulá, que buscaba su salida.
«En aquel entonces, nuestros vecinos fueron alcanzados por un proyectil israelí, corrieron a casa heridos. Solía cuidar de ellos y hacerles de comer», recuerda Maryam, oriunda de Markaba, en plena línea divisoria con Israel.
Como es habitual entre la gente de edad en el Líbano, la mujer no sabe cuántos años tiene. Solo está segura que «más de 70» y aparenta no estar lejos de los 90.
Tiene muchas historias sobre la larga época de la ocupación, como la vez que una patrulla israelí la obligó a irse del campo donde se encontraba recogiendo lenteja o aquella en la que un soldado del país vecino la persiguió hasta su casa ofreciéndole atención médica para un ojo que tenía lastimado.
Quería llevarla a Safed, en el norte del Estado judío, e insistía en que era su «responsabilidad» acercarla a un hospital, cuenta Maryam sentada sobre un cubo dado la vuelta en el pequeño patio de su vivienda en Markaba, una localidad ahora devastada por la nueva guerra del pasado año con Israel.
A su alrededor todo son ruinas y, a poca distancia, están afincadas otra vez las tropas israelíes, pues en su localidad se ubica uno de los cinco puntos libaneses de donde se han negado a marcharse como estipula el alto el fuego alcanzado hace medio año para poner fin al más reciente conflicto con Hizbulá.
«La vida era mejor en aquel entonces, era diferente. Hoy, destruyen casas y terrenos, y estamos en la calle», lamenta la anciana, para quien hasta los tiempos de la ocupación fueron más llevaderos que su actual existencia en un pueblo prácticamente fantasma plagado de devastación.
Sin embargo, otro de los pocos vecinos que continúan en Markaba considera que la situación actual es «muy similar» a la vivida hasta la salida de las fuerzas israelíes en 2000, pues, como ocurría entonces, sobre la población planea el sentimiento constante de que podrían «no llegar a mañana».
«La vida antes de la liberación se veía como la vida ahora, había operaciones aleatorias. Estabas durmiendo en tu casa y venían y se te llevaban, una vida sin seguridad exactamente igual que ahora», comenta a EFE el residente, que pide mantener el anonimato.
Para él, las poblaciones fronterizas como la suya vuelven a estar hoy bajo «un tipo de ocupación diferente», mientras Israel continúa bombardeando vehículos prácticamente a diario y violando el espacio aéreo libanés a cada instante pese al cese de hostilidades en vigor desde el pasado noviembre.
«Antes fue una ocupación israelí física propiamente dicha sobre el terreno, la tecnología y la realidad de aquel Ejército requerían que existiesen sobre el terreno. Pero hoy, esta ocupación bajo la que estamos es una ocupación total, nos guste o no, no me puedo sentar cinco minutos sin tener un dron sobre mi cabeza», sentencia.
En Markaba, confiesa el hombre, solo permanecen aquellos sin más opción que dejar pasar sus días en un lugar en el que la vida es «inexistente»: no hay electricidad, agua corriente, escuelas ni un solo centro médico en pie.
En la carretera que sale del pueblo, a apenas un kilómetro de las últimas casas en ruinas, un puesto de control del Ejército libanés custodia el último pequeño tramo hasta el despliegue israelí. En la distancia, ondean dos banderas del Estado judío que marcan el punto tomado, mientras varios de sus blindados viajan hacia él colina abajo.
Nadie se aventura por esos lares, pues los vecinos saben que las fuerzas israelíes disparan a cualquiera que se acerque «a cierta distancia» de ellos, al tiempo que los caminos permanecen cerrados y la zona todavía no ha sido limpiada de artefactos sin detonar remanentes de la guerra del pasado año.
«Escuchamos el sonido de su maquinaria, pero no los vemos», asevera a EFE un residente.
Así, de nuevo con soldados israelíes en sus inmediaciones, Markaba conmemora este domingo un cuarto de siglo de la ‘liberación’ del sur del Líbano, un día de alivio inmenso que cerró un capítulo negro para ellos y una sensación que esperan poder volver a experimentar cuando todo esto termine.
«Fue un sentimiento indescriptible, un sentimiento de estar en la oscuridad y que una luz se enciende delante de ti», describe otro vecino. EFE
(foto)(vídeo)