A dos años del ataque a Hamas. Familiares de los argentinos secuestrados reclaman su regreso con un abrazo simbólico

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A dos años de la masacre del 7 de octubre de 2023, los familiares de los argentinos secuestrados por Hamás viven entre la desconfianza y una esperanza que se resiste a apagarse. En los últimos meses, mediadores internacionales —entre ellos Qatar, Egipto y Estados Unidos— impulsaron un borrador de acuerdo que contempla un alto el fuego temporal, la liberación de los rehenes con vida y la entrega de los cuerpos de las víctimas asesinadas, a cambio de prisioneros palestinos y garantías humanitarias en Gaza. Aunque el diálogo volvió a abrirse, los allegados a los secuestrados argentinos lo observan con cautela. Dicen que es el escenario más cercano a una salida en dos años, pero también repiten que no creerán en ninguna promesa de Hamás hasta ver a los suyos de regreso.

Esto es una agonía, una pesadilla”, dice Micaela Rudaeff, prima de Lior Rudaeff, uno de los cuatro argentinos que aún permanecen secuestrados —o cuyos cuerpos no fueron devueltos— tras la masacre perpetrada por Hamás. Su voz llega con cansancio, pero también con una convicción intacta. “Por momentos nos faltan fuerzas para seguir, porque después de dos años ya no tenemos más, necesitamos con urgencia que nuestros familiares vuelvan”, agrega.

El lazo amarillo se convirtió en un emblema de esperanza y resistencia para quienes aún esperan noticias de sus seres queridos

Este martes 7 de octubre, cuando se cumplen dos años exactos del ataque terrorista, familiares y amigos de las víctimas se reunirán en el Parque Centenario, en Buenos Aires, para realizar un abrazo simbólico a los secuestrados. La convocatoria es a las 18 y busca transformar el dolor en una acción colectiva: “Será un gesto simple pero inmenso —dice el comunicado—, vamos a unirnos bajo el lazo amarillo, símbolo de esperanza y fuerza, para gritar con el corazón en alto: ¡Que vuelvan todos los secuestrados ya!”.

Dos años sin respuestas

El 7 de octubre de 2023, Hamás irrumpió en territorio israelí y llevó adelante un ataque coordinado que dejó más de 1.200 civiles asesinados y 252 personas secuestradas, entre ellas cuatro ciudadanos argentinos: Eitan Horn, Ariel Cuño, David Cuño y Lior Rudaeff. Algunos fueron tomados en kibutz, otros en el festival Nova, todos víctimas del mismo terror. Desde entonces, las familias viven suspendidas en una mezcla de esperanza y angustia.

Hasta que yo no vea eso, no voy a creer en un posible acuerdo”, agrega Rudaeff, en referencia a las negociaciones que buscan liberar a los rehenes vivos y recuperar los cuerpos de los asesinados. “Por más que ellos digan que sí, que están dispuestos, hasta que uno no vea el circo que montan ellos cada vez que entregan un cuerpo, cada vez que hay algún secuestrado vivo que van a entregar, no lo voy a creer. Siempre a último momento les surge algo que no les gustó, que quieren o que no quieren”.

Para ella, el aniversario no es una fecha para conmemorar, sino para resistir. “Necesitamos a la sociedad argentina que nos acompañe en este abrazo amarillo, a nosotros los familiares y amigos de los secuestrados. Quedan cuatro, el único fallecido de esos cuatro es mi primo, así que pedimos por favor que nos acompañen a las 18 en el Parque Centenario”, concluye.

“Un abrazo que también abraza el recuerdo”

Sandra Miasnik, prima de Shiri Silbeman Bibas y tía de Ariel y Kfir Bibas —dos de los niños más pequeños secuestrados aquel 7 de octubre—, se suma a la convocatoria con una voz que mezcla temple y ternura. “Este martes, a las 18, los familiares de Ariel y David Cuño, de Lior Rudaeff, de Eitan Horn, de Shiri, Ariel y Kfir Bibas, nos organizamos junto con voluntarios que nos ayudan a armar este encuentro que es un abrazo simbólico para los que todavía están secuestrados y que rogamos que devuelvan ya mismo a casa”, dice.

“Hasta que no los veamos volver, no vamos a creer”, repiten los familiares ante las negociaciones por un posible acuerdo de paz

Y agrega: “También es un abrazo que abraza el recuerdo de las personas que nos quitaron sádicamente y para siempre ese día, y también para seguir recibiendo ese abrazo colectivo, ese abrazo de toda la comunidad que nos sostiene desde hace ya dos años y que nos dio fuerza para mantenernos en pie todo este tiempo. Ojalá puedan acompañarnos”.

Miasnik habla desde la resiliencia de una familia que, como tantas otras, aprendió a convivir con la ausencia. Su testimonio deja al descubierto el poder de lo simbólico: abrazar, reunirse, persistir.

“El alma sigue secuestrada en Gaza”

Para Jonathan Stolarza, amigo cercano de los hermanos Horn, la experiencia de estos dos años fue “una pesadilla lejana a la realidad”. Con voz entrecortada, recuerda el momento en que se enteró de la liberación de Iair, uno de los hermanos, y la continuidad del cautiverio de Eitan. “Ni en una pesadilla uno puede pensar que puede vivir algo así. Pero nada se asemeja a cuando uno se pone a pensar en qué es lo que puede estar viviendo la otra persona, la que está cautiva, la que está en los túneles o la que no tiene ni idea de lo que está pasando fuera de ese lugar”.

“Yair fue liberado en febrero. Pero solo su cuerpo, su mente, porque el corazón y el alma todavía los tiene secuestrados, todavía están en Gaza. Su hermano quedó allá, y hasta que él no sea liberado, Yair no puede arrancar con su vida, no puede pensar en proyectos, no puede pensar en rearmarse. No puede hacer nada hasta que eso no suceda”, relata.

Stolarza describe un duelo que no termina, una herida que sigue abierta. “Desde nuestro lugar, acompañamos desde el primer día el pedido de liberación y el pedido de paz. Pero, por sobre todo, como amigo, lo que más necesitamos es que él esté bien. Poder contenerlo, poder estar con él, acompañarlo en sus días buenos y en los malos, a veces con temas más triviales para despejar la mente. Pero lo que más necesitamos es que esto termine, que llegue a un final, que se vuelva a pensar en vivir en paz, tanto en Israel como en el resto del mundo. Hace dos años que no sabemos lo que es estar tranquilos”.

Pese a los rumores sobre un posible acuerdo, Stolarza prefiere no ilusionarse. “Parece que este es el punto más cercano a una resolución, pero después de tantas veces que esto se fue para atrás, hasta que no lo veamos ahí, afuera, no quiero ilusionarme ni crearme falsas expectativas. Ojalá que esta vez se dé y que podamos empezar a vivir una nueva vida, la que creíamos conocer hasta el momento”.

“Respaldar las negociaciones y terminar con la guerra”

También participará del encuentro Mirta Tinaro Cuño, prima de José Luis y Silvia Cuño —los padres de los hermanos David y Ariel, aún cautivos—. “Mis sobrinos David y Ariel Cuño están secuestrados en Gaza desde el 7 de octubre de 2023 por el grupo terrorista Hamás. Invitamos a todos a armar un abrazo amarillo en el Parque Centenario este 7 de octubre a las 18, para respaldar las negociaciones y liberar a todos los secuestrados, y terminar con esta guerra. Los esperamos. Muchísimas gracias”, dice.

Su mensaje es claro: no se trata solo de recordar, sino de presionar para que el tema siga en la agenda pública y diplomática. Los familiares de las víctimas argentinas —y de cientos de otros cautivos— han participado activamente en foros internacionales, reuniones con funcionarios y campañas de visibilización en medios y redes sociales. Pero a dos años del ataque, el reclamo es el mismo: traerlos de vuelta, vivos o muertos.

Memoria y esperanza

“Ese día no habrá espectadores. Seremos presencia, voz y abrazo de quienes aún esperan regresar”, señalan los organizadores.

El lazo amarillo —que se repite en pechos, muñecas y mochilas de cientos de personas— se transformó en un emblema de resistencia y esperanza. Representa a los que esperan noticias, a los que aún sueñan con un reencuentro, y a los que ya no están.

Mientras tanto, el mundo observa con cautela las negociaciones que podrían derivar en un nuevo acuerdo de paz entre Israel y Hamás, una posibilidad que los familiares reciben con prudencia y escepticismo. “Hasta que no los veamos volver, no vamos a creer”, repiten.

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