A los 92, el maestro del acordeón que hizo historia en Bahía Blanca y emociona con su música: “Fue mi refugio toda mi vida”

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¿Cómo hubiese sido la vida de Héctor Domingo sin la música? Ni siquiera puede pensarlo: cada acorde, cada ensayo, cada baile y cada melodía han sido parte de su existencia desde que, siendo apenas un niño de cinco años, recibió su primer acordeón, un regalo que marcaría el inicio de una pasión que lo acompañaría durante toda su vida y que hoy, a punto de cumplir 92 en marzo, sigue manteniéndose viva, vibrante y capaz de emocionar a todos los que lo escuchan en Bahía Blanca.

Hijo de Domingo Corradetti y María Zamponi, nació el 12 de marzo de 1934 en Villa Belgrano, una zona de quintas que aún recuerda por sus aromas. Allí sintió en el alma los primeros acordes que emergían del acordeón de los bailes vecinos. A los cinco años, por fin, sus padres le regalaron uno.

Héctor Domingo Corradetti tuvo su primer bandoneón a los 5 años

“Fue en un salón del Club Saladillo, en Villa Belgrano, donde vi por primera vez un acordeón en acción. Un músico vino a amenizar un baile y me enamoré del instrumento”, recuerda Corradetti. Ese momento definió su destino. Su inclinación por la música no fue un capricho infantil, sino una vocación que se consolidó con los años, reforzada por sus estudios con Marcelo Tomassini y por sus primeras presentaciones en la ciudad y la zona.

A los 92 sigue firme tocando melodías con su gran compañero y refugio después de la muerte de su esposa

“Músicos del Regimiento 5 de Infantería aportaban los instrumentos de viento”

A los 18 años, ya profesor de música, Héctor decidió dar un paso decisivo: fundar su propio conjunto. Así nació “La Bandita de Héctor Domingo”, un grupo que no solo ofrecía música, sino que se convirtió en un espacio social donde miles de parejas se conocieron y se enamoraron durante los bailes que animaban.

“Convoqué a algunos amigos que eran músicos y los integré al conjunto. Fue una enorme satisfacción ver que todos los salones se llenaban de público”, recuerda. Entre los músicos seleccionados había integrantes del Regimiento 5 de Infantería, quienes aportaban los instrumentos de viento, mientras el resto eran amigos del ambiente musical con quienes ya compartía experiencia y camaradería.

“La Bandita de Héctor Domingo” debutó en radio, un hecho que consolidó su fama y abrió la puerta a una carrera que marcaría a toda una generación. En marzo de 1958, el incipiente conjunto, formado por siete músicos y dirigido por Héctor, fue convocado por el publicista Eleuterio Soria para actuar en los míticos estudios de LU2, ubicados en Donado 25 de Bahía Blanca.

“Días antes, la emblemática Casa Matoso confeccionó los uniformes del grupo, mientras la emisora promocionaba la actuación. Ansiosos, ensayábamos unas 15 partituras, conscientes de que ese día marcaría un hito en nuestras vidas”, repasa Héctor.

Las típicas fotos de la época dejan registro de la importancia del bandoneón en su vida

Y se emociona con aquel día inolvidable en que llegaron a la radio: “Vimos que ocurría algo importante porque había una multitud esperando en la puerta. Preguntamos qué sucedía y nos dijeron que iban a vernos a nosotros. No lo podíamos creer. La responsabilidad me angustiaba, me temblaban las manos. Decidí empezar con una partitura fácil y ¡fue un éxito!”, recuerda.

Ese debut radiofónico no solo consolidó su prestigio, sino que dejó un recuerdo inolvidable en la memoria colectiva de Bahía Blanca, donde la “bandita” se convirtió en un símbolo de alegría, baile y música popular.

“La música me permitió llevar una vida casi normal después del fallecimiento de mi esposa«

Durante los años siguientes, Héctor mantuvo un equilibrio admirable entre su vida familiar, su trabajo y la música. Jubilado del Banco Provincia, padre de cuatro hijos y abuelo de siete nietos, nunca abandonó su pasión por el acordeón. Incluso después de fundar y dejar temporalmente la bandita para dedicarse a sus obligaciones laborales, el instrumento siguió siendo su refugio y su cable a tierra en momentos difíciles. “La música me permitió llevar una vida casi normal después del fallecimiento de mi esposa, el año pasado, y me ayudó a salir de situaciones difíciles. Fue, ante todo, un refugio ante la soledad, la angustia y el dolor”, confiesa.

Su rol como maestro se extendió también a la enseñanza: a lo largo de los años, muchos alumnos pasaron por su casa para recibir clases de acordeón, bajo la guía de un maestro paciente y generoso, dispuesto a compartir su experiencia y conocimientos.

Los instrumentos de viento los llevaban los músicos del Regimiento 5 de Infantería de Bahía Blanca

Héctor Domingo nunca olvidó sus raíces ni los recuerdos de infancia que lo formaron. “La quinta donde crecí, los primeros acordes escuchados del salón de baile, la influencia de mis padres y abuelos, todo contribuyó a moldear mi carácter y mi amor por la música”, evoca. Y fue emocionante que sus padres pudieran vivir el éxito. “Los sábados, cuando tocábamos en la radio, mi mamá solía acudir a la fonoplatea”, recuerda.

“Mis padres siempre me alentaron. Incluso mucho después mis hijos escuchaban los ensayos y quedaron embebidos de esa etapa. Hoy tengo un hijo, el menor, que es músico, pienso que influido por esos años”, comenta.

Un puente entre generaciones

Su vida amorosa también encontró su espacio dentro de la música. A su esposa, Elba Gloria Perissé, la conoció en uno de esos míticos bailes. Aquella noche la vio y se acercó. El resto es historia conocida: estuvieron juntos 61 años.

Creó

“Mi familia siempre me apoyó y celebró mi vocación musical, entendiendo que el acordeón no era solo un instrumento, sino una parte esencial de mi vida”, advierte.

A lo largo de su carrera, Héctor ha visto cómo la música puede transformar vidas y unir a las personas. Desde sus primeros pasos en la radio hasta las fiestas y reuniones que animó durante décadas, su acordeón ha sido un puente entre generaciones.

Muchos recuerdan con nostalgia las actuaciones de “La Bandita de Héctor Domingo” que no solo ofrecía melodías, sino que creaba encuentros, alegrías y recuerdos.

El maestro del acordeón también reflexiona sobre el significado profundo de su arte: “¿Qué significa el acordeón en mi vida? Ante todo, un refugio. Es el arte donde me refugié para salir de momentos de angustia, de soledad, de dolor. Me apoyé en la música y traté de retomar, poco a poco, el ritmo con otros músicos, estableciendo dúos o tríos, o ejecutando partituras en mi casa, donde transcurro horas sin darme cuenta. Fue un cable a tierra que me sostuvo”, señala.

En su carrera apoyó y enseño a muchos futuros músicos

Además de la enseñanza y la interpretación, Corradetti ha sabido mantener viva la tradición del acordeón en Bahía Blanca, transmitiendo su legado a nuevas generaciones y recordando la importancia de la música como vínculo social y cultural.

Ante la pérdida de su esposa, los desafíos familiares y los rigores de la vida laboral, insiste que siempre encontró en su acordeón una forma de seguir adelante y de conectarse con los demás. Él representa parte de la historia de la música popular de Bahía Blanca.

La música no tiene edad

Y hoy, su acordeón sigue sonando con fuerza: la música no tiene edad y un verdadero maestro nunca deja de enseñar. Hoy, a punto de cumplir 92 años, Héctor sigue siendo el alma de las reuniones familiares y musicales. Pero su legado permanece con más fuerza entre quienes protagonizaron aquella época de oro, quienes lo escucharon y bailaron al ritmo del acordeón.

Sus shows

Para Héctor, cada nota, cada acorde y cada melodía representan más que música; son la memoria viva de un recorrido que empezó en una quinta de Villa Belgrano y que sigue resonando en salones, radios y hogares, recordando a todos que la verdadera pasión por la música trasciende generaciones y deja un legado imborrable.

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