Con la llegada de la primavera, en muchos puntos del país comienza a hacer más calor y el uso del aire acondicionado en los autos se vuelve casi inevitable. Sin embargo, en un contexto económico marcado por muchos usuarios buscando disminuir lo más posible los gastos, cada decisión al volante puede tener un impacto directo en el bolsillo.
Diversos especialistas coinciden en que mantener el aire acondicionado del auto entre los 24 y los 26 grados permite alcanzar un equilibrio adecuado entre confort térmico y eficiencia energética. Por otro lado, configurar el sistema por debajo de los 22°C obliga al compresor a trabajar con mayor intensidad, lo que implica una mayor exigencia sobre el motor y, en consecuencia, un consumo más elevado de combustible.
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El dato no es menor: en trayectos largos o durante viajes por vacaciones, una diferencia de apenas dos o tres grados en el climatizador puede traducirse en un gasto adicional considerable en nafta. En este sentido, la recomendación apunta a evitar los extremos y utilizar la climatización de manera inteligente, sin forzar el sistema de refrigeración.
Una de las dudas más comunes entre los conductores es si conviene apagar el aire acondicionado y bajar las ventanillas como una estrategia de ahorro. La respuesta depende, en gran medida, de la velocidad a la que se circule.
A bajas velocidades, especialmente en zonas urbanas o durante maniobras en tránsito denso, mantener las ventanillas abiertas puede resultar más eficiente, ya que el uso del aire representa una carga directa para el motor. No obstante, en rutas o autopistas, esta estrategia pierde efectividad: la resistencia aerodinámica generada por las ventanillas abiertas incrementa el consumo por encima de lo que se ahorra al prescindir del aire acondicionado. En estos casos, mantener el sistema de climatización encendido y las ventanillas cerradas resulta más económico y seguro.
Un recurso que suele pasar desapercibido es el botón de recirculación del aire acondicionado. Este comando, presente en prácticamente todos los vehículos, permite que el sistema trabaje con el aire ya enfriado del habitáculo, en lugar de tomarlo desde el exterior. El resultado es una disminución de hasta un 30% en el consumo de combustible, dado que el compresor requiere menor esfuerzo para mantener la temperatura deseada.
Activar esta función en días calurosos o cuando el sistema está funcionando de manera continua no solo mejora la eficiencia, sino que también contribuye a evitar el ingreso de polvo, gases u olores del exterior. Sin embargo, su uso prolongado no está exento de riesgos: puede generar acumulación de dióxido de carbono y provocar somnolencia, especialmente en viajes largos. Por eso, se recomienda activarlo por lapsos breves (no más de 10 minutos), alternando con el ingreso de aire fresco.
Un punto adicional a tener en cuenta es el mantenimiento de los filtros del habitáculo. Su buen estado es fundamental para asegurar que el aire recirculado sea de calidad y no se convierta en un vehículo de bacterias o contaminantes, especialmente en autos donde se fuma con frecuencia.