Marcia DeSanctis tenía toda su vida planificada en Manhattan, pero hace tres décadas tomó la decisión de abandonar Nueva York. La mujer eligió Litchfield County, en Connecticut, como su nuevo hogar. Lo que empezó como la compra de una casa de fin de semana terminó en una mudanza definitiva hacia “un destino donde el aislamiento es parte del encanto”.
De un pequeño departamento en Manhattan a una casa en el campo en Connecticut
DeSanctis recordó en Travel + Leisure que vivía con su esposo, que es escultor, y su primer hijo en un departamento de 55 metros cuadrados en Manhattan. Cada noche desplegaban una cama abatible en el living para dormir. Finalmente, se convencieron de que lo mejor era buscar un refugio en el campo, dado que querían que sus hijos crecieran en contacto con la naturaleza y la posibilidad de hacer actividades al aire libre. Además, él necesitaba espacio para sus esculturas.
“Con un Volvo usado lleno de optimismo y apenas 20.000 dólares para el anticipo, partíamos cada fin de semana desde Nueva York, con unestro hijo Ray en su sillita”, contó. Tras recorrer 66 propiedades, decidieron invertir en “un caserón destartalado a medio construir” en Litchfield County, a poco más de 160 kilómetros de la Gran Manzana.
Lo que empezó como un plan de escapada para los fines de semana, terminó seis años después en una mudanza definitiva al campo. El cambio fue drástico: “El primer otoño llegó rápido. Extrañaba la vida urbana, el transporte público y hasta las sirenas de los autos”.
Litchfield County, un imán para artistas y escritores
La región del noroeste de Connecticut fue históricamente refugio de pensadores y celebridades. Allí nacieron Harriet Beecher Stowe y John Brown, mientras que también se instalaron figuras como Marilyn Monroe y Arthur Miller, Stephen Sondheim, Milos Forman, Christine Baranski, Graydon Carter, Daniel Day-Lewis, Denis Leary, Seth Meyers y Meryl Streep.
Sin embargo, DeSanctis le restó importancia a la presencia de personalidades reconocidas: “En Litchfield County no necesitamos la validación de los famosos porque, estrella de cine o albañil, todos vivimos aquí por las mismas razones”.
Cómo es la vida en Litchfield County, entre mercados, libros y senderos
DeSanctis explicó que con el tiempo, encontró sentido de pertenencia en los detalles sencillos. “Cuando buscaba consuelo, lo hallaba en todas partes”, señaló. A modo de ejemplo, se refirió a las peonías rosadas del jardín que florecen en junio, las luces navideñas de Litchfield y Kent que brillan como aldeas inglesas y las cenas de chicken pot pie en G.W. Tavern junto al fuego.
Sus hijos tuvieron sus primeros trabajos en Waldingfield Farm, mientras cosechaban tomates Sun Gold y arvejas. En paralelo, la librería Hickory Stick se convirtió en el corazón de la comunidad: “Un día recibiré allí a mis lectores en el lanzamiento de mis propios libros”.
También destacó la vida cultural: “Nos reunimos para ver una película en el Bantam Cinema, que venden palomitas de maíz con manteca real. Pasamos por Warren General Store, donde, según mi hijo, sirven el mejor sándwich de desayuno del mundo”.
Durante el invierno, llega una época marcada por la nieve. “El deshielo del parabrisas forma parte del paquete”, comentó DeSanctis. La llegada de la primavera es otro hito: “No hay nada comparable a la aparición de los durazneros y manzanos en flor en la ladera”.
Su nueva vida lejos de Nueva York: “Encontramos nuestro hogar”
Aunque al principio temió perder su identidad al alejarse de rutina y sus relaciones en Nueva York, DeSanctis afirmó que ocurrió lo contrario. “Al llegar a Litchfield County no solo nos mudamos al campo: encontramos nuestro hogar”.
En tanto, relató la reacción de una amiga de Manhattan: “Llegó pensando que vería a una mujer de campo batiendo manteca en el porche. Se fue buscando propiedades para venir a vivir”.
Hoy, aunque el tren a la Terminal Grand Central está a una hora de distancia, casi no extraña la Gran Manzana: “Soy la misma persona que era en Nueva York, solo que ahora despierto con el canto de los pájaros, las ranas toro y el viento en los árboles”.
Incluso sus hijos, que ya adultos y viven en el extranjero, regresan para ver qué florece en el jardín o para intentar divisar al lince que ronda el bosque.
“Cuando me mudé aquí, me preguntaba: ¿De quién es esta vida que estoy viviendo? Ahora, cuando salgo en un día otoñal cristalino y el aire huele a manzanas y leña, digo: ‘Soy muy afortunada de vivir aquí’“, concluyó.