Una trayectoria que abarca desde Karl Kraus a Imre Ketészsc pasando por Arthur Schnitzler a Péter Esterházy. Adan Kovacsics fue galardonado en 2010 por el Ministerio de Cultura con el Premio Nacional a la Obra de un Traductor y su trayectoria es ampliamente reconocida.
Eso no quiere decir que, el Premio Nobel a László Kraszxnahorkai, no le pillara por sorpresa, a pesar de que su nombre estuviera entre los favoritos en las apuestas.
“Hacía años que era uno de los posibles candidatos, pero si quieres que te sea sincero, ese día ni siquiera fui consciente de que se estaba anunciando el galardón“, cuenta el filólogo y traductor a Infobae España. “Cuando me enteré sentí mucha alegría y emoción porque eso no te pasa todos los días”.
Una relación de más de treinta años
Kovacsics cuenta que se acercó a la obra del escritor gracias al fallecido editor de la Editorial Acantilado Jaume Vallcorb, que le propuso traducirlo. Su primer encargo fue Melancolía de la resistencia, pero después llegarían todas las demás, incluida Tango satánico. “Se estableció una relación muy bonita entre nosotros y, aunque hubo épocas en las que estuvimos desconectados, siempre tuvimos una especie de hilo permanente a través de las traducción de sus obras».
Antes de la escritura de El último lobo, un encargo de la Fundación Ortega Muñoz que trajo al escritor húngaro a nuestro país, el primer sitio donde se hospedó fue en casa de Adan Kovacsics. Hay que señalar que su hija, Violeta Kovacsics es una crítica y programadora de cine de lo más reconocida.
No resulta, por lo tanto casual, que se establezca una relación con el análisis cinematográfico que desempeñó Violeta con respecto a la obra de Béla Tarr, que adaptó a László Kraszxnahorkai en sus totémicas Sátántangó y Armonías de Werckmeister, para después participar en el guion de El caballo de Turín.
La ingrata tarea del traductor
La tarea de los traductores no siempre resulta lo suficientemente reconocida pero, de eso siempre ha sido muy consciente Adan Kovacsics. “En este mundo occidental en el que vivimos hay una locura por la visibilidad, por la autoría, por el genio, por el éxito y esas cosas. Y eso hace que mi tarea sea aparentemente gris y no se encuentre muy valorada. Pero tampoco es algo que me quite mucho el sueño. Lo único que pienso es que debería estar mejor pagada».
El traductor reconoce que, si fuera más joven, tendría miedo a la Inteligencia Artificial, pero cree que, su profesión, es una tarea que siempre estará ahí. “El deseo de traducir es algo muy profundo y también muy humano, así que no creo que desaparezca a pesar de las máquinas”, cuenta.
Adan Kovacsics reconoce que ha sido un privilegio traducir la obra de László Kraszxnahorkai, algo que ha ocupado buena parte de su trayectoria. “Se merecía el Nobel porque se trata de una literatura muy elevada, muy exigente, absolutamente alejada de la cultura de masas y con un gran calado intelectual».
La prosa y el ritmo del escritor húngaro no es fácil. Tiene incluso una novela de 400 páginas contada en una sola frase. ¿Cómo se puede traducir eso? “Es una cuestión de musicalidad. Con el tiempo, ese tipo de estructura serpenteante la he hecho mía. En cualquier caso, no es una lectura complaciente”.